Enlace Judío – La República de Yemen, con una superficie de 527.92 kilómetros cuadrados, es un país biocontinental situado en Oriente Medio y África. Su parte asiática se ubica en el Mashreq, al sur de la península arábiga, rodeado por el mar arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo, en Asia. La isla de Socotra está en la plataforma continental africana. Comparte fronteras con Omán y Arabia Saudita. Su capital y ciudad más poblada es Saná con 2.5 millones de personas. La población total de Yemen es de 31 millones de habitantes.

La actual República de Yemen surgió en 1990 tras la unificación de la República Árabe de Yemen (Yemen del Norte) y la República Popular Democrática de Yemen (Yemen del Sur). Yemen del Norte obtuvo la independencia en 1918 con la partición del Imperio otomano, mientras que los británicos mantuvieron el control del sur del país hasta 1967, cuando nació Yemen del Sur.

Los dos países se unificaron formalmente como la República del Yemen en 1990. Un movimiento cesionista en el sur fue rápidamente disipado tras una breve guerra en 1994. En el 2000, Yemen y Arabia Saudita acordaron la delimitación definitiva de su frontera. Solo  el 1% de la superficie de Yemen es irrigable y su economía es muy arcaica. En agricultura produce cereales, como el mijo, sorgo, o trigo, y café. La ganadería es relativamente importante sobre todo respecto a la cría de ovinos. Es productor de petróleo y en su subsuelo mantiene importantes reservas de gas natural. Posee algunas industrias relacionadas con la infraestructura, materiales plásticos, como son la fabricación de tuberías y accesorios, industria alimentaria, textiles, maderas, tabacaleras y de productos de papel.

Yemen se evalúa como el país más pobre del Medio Oriente. En el contexto de la Primavera Árabe, Yemen ha estado en crisis política desde el 2011, comenzando con las protestas callejeras contra la pobreza, el desempleo y la corrupción y el plan del presidente Saleh de enmendar la constitución y eliminar el límite del mandato presidencial convirtiéndose de hecho en el presidente de por vida. Saleh renunció y los poderes de la presidencia fueron transferidos al vicepresidente Abd Rabbuh Mansur al Hadi, quien fue elegido oficialmente el 21 de febrero del 2012 en una elección de una persona. 

El proceso de transición fue interrumpido por los conflictos entre los hutíes, una tribu de confesionales zaydíes, rama del islam chiita que profesa un poco más de la tercera parte de la población yemení, así como la insurgencia de Al Qaeda.

En septiembre de 2014, los hutíes se apoderaron de Saná, la capital, declarándose más tarde el control del país después de un golpe de Estado. Ello resultó en una nueva guerra civil y una intervención militar dirigida por Arabia Saudita, para prevenir el colapso de al Hadi. Arabia Saudita desde el 2015 ha hecho un bloqueo que impide las importaciones, sobre todo, de alimentos, desencadenando una profunda crisis humanitaria.

Así, desde 2015, más de 24 millones de personas están necesitadas de algún tipo de asistencia, alrededor del 80% del total de la población de Yemen. Una coalición internacional dirigida por Arabia Saudita ha lanzado ataques aéreos contra el grupo armado de Yemen; desencadenando un auténtico conflicto que se ha extendido por todo el país. En todo el territorio de Yemen se cometen crímenes de guerra y terribles abusos contra los derechos humanos.

La nueva administración del presidente de EE. UU., Joe Biden, retiró el apoyo a esta coalición y anunció que sacaría a los hutíes de la lista de organizaciones terroristas. Irán ve con recelo el acercamiento de Biden a los hutíes y ha incrementado la transferencia de armas a los mismos, lo que hizo que se prolongue e intensifique la guerra. El papel de Irán es fundamental en el conflicto. El aumento de las transferencias de armas a los hutíes en los últimos meses ha incluido misiles y armas pequeñas, exacerbando las preocupaciones de seguridad de EE. UU.

La población del Yemen se encuentra al borde de la hambruna y esta experimentó el mayor brote de cólera jamás registrado en el 2017, cuando más de un millón de personas lo contrajeron. El conflicto armado ha causado ya más de 12,000 muertes entre la población civil y casi 4 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares como consecuencia de los bombardeos y los combates.

La economía del país está colapsada. Un sinnúmero de casas, almacenes, granjas e infraestructuras civiles han sido destruidos. Como se indicó previamente, se ha perturbado seriamente el flujo de alimentos al país, que ya antes del conflicto dependía casi en su totalidad de las importaciones. Los precios de los alimentos y diversas mercancías suben continuamente mientras que una buena parte de la población más pobre ha perdido sus fuentes de ingreso.

Más de la mitad de la población yemení no tiene suficientes alimentos para comer; 7.4 millones, alrededor de el 25% de la población, sufre de desnutrición, entre ellos, 2 millones de niños y niñas. Además, los importantes daños provocados en las infraestructuras de suministro de agua y los servicios de salud hacen que la población sea extremadamente vulnerable ante el COVID-19. La escasez de suministros médicos es crónica y solo la mitad de los centros hospitalarios están plenamente operativos. Millones de personas que viven en campos para desplazados están sin alimentos y en precarias condiciones de higiene. Yemen se enfrenta a la triple amenaza de la guerra, las enfermedades y el hambre. La gente lucha diariamente por su vida, la violencia es una amenaza constante.

La falta de recursos ha provocado que los principales programas de ayuda de la ONU para Yemen se hayan reducido o desaparecido. La coordinadora residente de la ONU en Yemen ha advertido al mundo que millones de yemenitas sufrirán y podrían morir “porque no existen los fondos para seguir adelante”.

En este ámbito, Auke Lootsma, director del Programa de las ONU para el Desarrollo de Yemen, dijo el 28 de febrero pasado que el nivel de destrucción y la inestabilidad pueden convertir al país más pobre de la península arábiga en un “Estado inviable” y que si seguimos así, Yemen será un país muy difícil de reconstruir. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU mencionó que más de 16 millones de personas podrían pasar hambre en Yemen este año donde ya medio millón vive en hambruna.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha dicho que se requieren al menos 3,850 millones de dólares para enfrentar los desafíos más urgentes de este año. Dada la crisis económica internacional provocada por el coronavirus, es poco probable que se alcance este objetivo. Asimismo, grandes donantes como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han cortado sus aportaciones tras escándalos de corrupción en la entrega de ayudas. Cabe mencionar que la mayor parte de la población de Yemen vive en zonas controladas por los insurgentes, que se han robado la ayuda humanitaria o la usan extorsionando para obtener dinero.

Desde febrero pasado, los hutíes han intentado apoderarse de la zona de Marib, rica en petróleo y uno de los últimos bastiones del gobierno en el norte del país. Marib está situada a 120 kilómetros de Saná, controlada por los hutíes desde 2014. 

En este ámbito, los hutíes han atacado las refinerías de la petrolera de Aramco en ciudades de Arabia Saudita y áreas militares “sensibles” de ese país. Los rebeldes alineados a Irán han incrementado la vulnerabilidad de la costosa y vital infraestructura petrolera de Arabia Saudita.

Arabia Saudita ha propuesto en varias ocasiones a los rebeldes una tregua para poner fin al conflicto, pero los hutíes apoyados por Irán, rival regional de Arabia Saudita, han rechazado la propuesta. La política expansionista de Irán, hace casi imposible cualquier negociación.

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.