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sábado 14 de diciembre de 2024

Yom Yerushalayim: “Jerusalén una ciudad de paz”

Enlace Judío México e Israel / Rab. Sacks z’’l – Nunca ha habido una historia de amor como ésta en toda la historia. El amor de este pueblo por esa ciudad.

Jerusalén se menciona en Tanaj algo así como 660 veces; y aunque el Templo haya sido destruido dos veces y la ciudad asediada 23 veces y capturada y reconquistada 44 veces, los judíos nunca dejaron de rezar por Jerusalén, sobre Jerusalén y frente a Jerusalén.

En cierta forma, era el lugar donde todas las oraciones judías se reunían y ascendían al cielo. Y no ha habido nada parecido. Otras ciudades, otros credos, consideran a Jerusalén sagrada pero tienen lugares más sagrados: Roma, Constantinopla, La Meca, Medina. Los judíos sólo tenían esta ciudad, una ciudad minúscula, sin embargo, era el lugar, decía Maimónides, del que nunca se exilió la Presencia Divina.

En esas semanas críticas y tensas que precedieron a la Guerra de los Seis Días, yo estaba llegando al final de mi primer año de estudios en la Universidad de Cambridge. Y durante las tres semanas previas, todos sentíamos que algo terrible iba a suceder, después de que las tropas se concentraran en las fronteras egipcias y sirias. Mi generación, nacida después del Holocausto, temía que estuviéramos a punto de presenciar un segundo genocidio. Todos los estudiantes judíos, en gran número, acudieron al pequeño shul de Thompson’s Lane para rezar. Nunca he visto tanta gente ahí, ni antes, ni después. El ambiente era de tensión y a mí me cambió la vida.

En cuanto vimos a los paracaidistas, en cuanto oímos las palabras “Har HaBayit b’yadeinu” (El Monte del Templo está en nuestras manos), supe que tenía que ir allí y verlo por mí mismo. Fui, y mirando desde Har HaTzofim (Monte Scopus), hacia abajo en la Ciudad Vieja, de repente me di cuenta de que estaba de pie en el mismo lugar que la Mishná y Gemará mencionan al final de Macot, cuando rabí Akiva y tres de sus colegas están de pie en Har HaTzofim mirando hacia abajo a las ruinas del Templo. Los otros rabinos lloran, mientras rabí Akiva sonríe.

Él pregunta: “¿Por qué lloran?”
Y ellos dicen: “¡Mira el Santo de los Santos, está todo en ruinas, un zorro camina por allí! El lugar en el que sólo podía entrar el hombre más sagrado, el Sumo Sacerdote, sólo en el día más sagrado, y ahora está en ruinas. Por supuesto que lloramos. ¿Por qué no lloras?”

Rabí Akiva dijo: “Porque hubo dos Profetas que dieron profecías. Uno, Mijá, vio la ciudad en su destrucción y otro, Zacarías, la vio reconstruida, y la vio como un lugar donde “Od yeshvu zekeinim uzekeinot birchovot Yerushalayim”, donde los ancianos y las mujeres se sentarían en paz en las calles de Jerusalén, y los callejones se llenarían con los sonidos de niños jugando.

“Entonces, si he visto el cumplimiento de la profecía de la destrucción, ¿no estoy convencido de que algún día se hará realidad la profecía de la reconstrucción y la restauración?”

Mientras estaba en el lugar donde estuvo rabí Akiva 2,000 años antes, me dije: “Si hubiera sabido cuánto tiempo iba a tardar, ¿habría seguido creyendo?”. Y de repente me di cuenta de que, por supuesto, habría seguido creyendo, porque los judíos nunca renuncian a la esperanza de Jerusalén. Nunca permitimos que se nos escapara de la cabeza. En cualquiera de nuestras oraciones, en nuestras bodas, siempre recordamos a Jerusalén. Cada vez que consolamos a los dolientes decimos: “Hamakom yenachem etchem betoch sha’ar avalei Tzion v’Yerushalayim”. En cierta forma los judíos eran un círculo cuyo centro era Jerusalén. Y me di cuenta de que un pueblo que nunca podría olvidar esta ciudad santa debería volver algún día.

Y mientras estaba allí, poco después de la Guerra de los Seis Días, me di cuenta de repente que la fe trajo de vuelta a los judíos a Jerusalén, y que un día reconstruirá sus ruinas. Ése es el testimonio de fe más poderoso que conozco.

Lo especial de Jerusalén hoy es que, a pesar de todas las tensiones, que son reales, sigue siendo un lugar sagrado para los judíos. Pero también en el Monte del Templo hay dos mezquitas. Es un lugar de oración para los musulmanes. Allí, en la Ciudad Vieja, se encuentran algunas de las iglesias más sagradas de toda la cristiandad. No obstante, es una ciudad de paz. Uno de los pocos lugares en Oriente Medio, uno de los pocos lugares en el mundo, sagrados para tres religiones distintas, donde esas religiones rezan juntas en libertad y en paz. Y eso sólo ha ocurrido bajo el dominio israelí en los últimos 50 años.

Alguien dijo una vez sobre Israel, y ciertamente se podría decir esto sobre Jerusalén, que no es tan larga ni tan ancha, pero es muy profunda. Jerusalén es muy profunda. Y de alguna manera, dentro de sus confines relativamente estrechos, contiene, en la frase de Walt Whitman, “multitudes”.

La otra cosa increíble de Jerusalén es que, de alguna manera, la magia ocurre con nuestro sentido del tiempo. Así, por ejemplo, las murallas de Jerusalén fueron destruidas por cada conquistador y luego reconstruidas utilizando las piedras de la muralla anterior. Si miras las piedras de las murallas que rodean Jerusalén, provienen de todas las épocas. De alguna manera, el pasado y el presente, lo viejo y lo nuevo, están mezclados.

Y entonces piensas en esta ciudad, la más antigua de las antiguas, y sin embargo la revista Time ha incluido recientemente a Jerusalén como una de las cinco primeras [ciudades] del mundo que es un centro emergente de alta tecnología.

Así que es la más antigua de las antiguas y la más nueva de las nuevas. Es el símbolo viviente de lo que Theodor Herzl tituló su libro sobre el retorno a Sión. ‘Altneuland’: La vieja tierra nueva, la vieja ciudad nueva, para el pueblo viejo y renovado.

Fuente: Rab Jonathan Sacks Online

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