Enlace Judío – Algunos en nombre de Jehová y otros de Alá lidian hoy con violencia en las calles jerosolimitanas, lugares donde sus profetas habrían santificado a uno y al otro. Y voceando el nombre celestial que veneran, todos ellos manifiestan o disimulan aspiraciones e intereses terrenales que proliferan muertos y heridos. 

JOSEPH HODARA

Y de aquí un resultado que en términos reales contradice y lastima las creencias que los habría impulsado a chocar e insultarse. Un extremismo metafísico —neokahanista y yihadista— que alienta la violencia y se nutre de ella. 

Y en estas circunstancias las fuerzas policiales —más allá de sus convicciones personales— son llamadas en estos días a resistir a estos portadores de presumibles verdades absolutas.

Situación y circunstancias que como jerosolimitano me conduce a recordar no pocas páginas del israelí Yuval Noah Harari (1976- ), distinguido y distinguible historiador y cronista de dispares tiempos y del devenir. Agrego que la franca declaración sobre su preferencia sexual y su repliegue en el vipassana un mes en el año le suman méritos. 

Aludiré aquí a algunos capítulos de sus 21 lecciones sobre el siglo 21 que con su hondura y franqueza desafían a no pocos lectores. 

La fe en Jehová: ¿original? 

No pocos capítulos de este libro —en particular el 12 y 13— ensayan evaluar con equilibrio la historia judía. Apuntan que Jehová no es la única divinidad enhebrada en pasados tiempos ni sus creyentes habrían tenido decisivo papel en la humana historia, al menos hasta los siglos XIX y XX. 

Escribe: “…el judaísmo dio origen al cristianismo e inspiró al islam pero los logros de estas dos últimas creencias —y también sus delitos y errores— son solo de ellos”. Y en este sentido —agrega— “el judaísmo se asemeja a la madre de Freud. Ella es importante porque lo trajo al mundo, pero los aciertos y falencias de sus planteamientos se deben sólo a su hijo. En consecuencia, merece modesto lugar.

Agrega que la creencia en un dios único y la fuente de la moral que deben presidir a hombres y mujeres se anticiparon en Egipto y Babilonia antes de Abraham y Moisés, y las normas que deben presidir a la humana sociedad se habrían difundido no pocos siglos antes de la aparición de ambos. 

Así, los mandamientos proclamados en el Sinaí ya se conocían en amplios espacios del hoy llamado Medio y Lejano Oriente. Antecedentes que obligan a insertar en la debida perspectiva la gravitación histórica de los judíos y del judaísmo. 

Siglos XIX y XX: un cualitativo viraje 

Con impecable acierto Noah Harari señala que el aporte de judíos a las ciencias y al pensamiento social se torna importante a partir de los dos últimos siglos. La disciplina y la estratificación en los encierros del gueto habrían facilitado y promovido a no pocos el acceso creativo a la sociedad moderna. 

No obstante, sin la relativa tolerancia que este marco les ofreció no habrían podido revelar y difundir un potencial creativo. Desprendidos del tradicional bagaje, mujeres y hombres judíos abrieron nuevos horizontes intelectuales e ideológicos. 

Sin embargo, no pocos de ellos —a pesar del alto relieve que ganaron en estos dominios— sufrieron el aguijón antijudío. Recomiendo al lector el caso del Premio Nobel Fritz Haber (1868-1934) que amargamente lo ejemplifica. 

De regreso a Jerusalén

Estos apuntes ganan hoy relieve cuando grupos extremistas —religiosos y políticos— lidian en las calles jerosolimitanas reclamando alguna singularidad apenas intelectual e históricamente sostenible. 

Pienso que ni los neokahanistas ni el islam fanático se inspiran en algún credo humanista. Claramente, Jerusalén hoy no pertenece en exclusiva a algunos de ellos. 

Ciertamente, la violencia física e ideológica que unos y otros suscitan ponen en aprietos al espíritu y a la praxis de la democracia. Israel acertó en sostenerla desde su nacimiento. Cabe fortalecerla más allá de choques violentos y de lamentables desinteligencias públicas y gubernamentales.  

 


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