Enlace Judío – El historiador francés Georges Bensoussan editor de la revista Revue d’Histoire de la Shoah y autor de libros como La Europa genocida e Historia confiscada de la destrucción de los judíos en Europa, entre otros, considera que cada vez será más difícil para los judíos ortodoxos vivir en Francia. Pienso que también lo será para los judíos en general.

Dos factores relevantes en el antisemitismo que se registra en Francia son el papel de la inmigración musulmana, en la que se filtran crepúsculos islamitas radicales (terroristas), y el antecedente del caso Dreyfus, un capitán del ejército francés de origen judío alsaciano que en 1894 fue injustamente acusado de espiar para los alemanes. Lo enjuiciaron, lo condenaron y los desterraron.

Dos años después se comprobó que el traidor había sido otro, empero, el Ejército no reconsideró su posición y el culpable fue absuelto. En 1898 el escritor Emlile Zolá publicó Yo acuso, un alegato a favor de Dreyfus. Hubo disturbios antisemitas. Lo volvieron a juzgar y hasta 1906 se reconoció su inocencia. A mi juicio el caso Dreyfus es emblemático del gen antisemita que lleva en la sangre una parte de la población de Francia.

El caso Dreyfus se asemeja con el 4 de abril del 2017 de Sarah Halimi quien dormía en el distrito II de Paris, cuando un individuo entró a su casa, la insultó, la golpeó y la tiró inconsciente por la ventana de un tercer piso. Tenía 65 años, era médica jubilada y una judía ortodoxa. Su asesino, de 27, era musulmán, Kobili Traore, quien enfurecido la golpeaba y le gritaba sheitan (demonio en árabe) y allahu akbar (dios es el más grande), mientras recitaba el Corán.

En diciembre de 2019, el Tribunal de Apelación de París concluyó que Traore no era criminalmente responsable porque actuó bajo el influjo de drogas. Esta decisión, que es objeto de una amplia polémica, fue confirmada por el Tribunal de Casación el 14 de abril de 2021. Una gran manifestación contra el laxismo de la justicia se organizó el 25 de abril pasado.

En este contexto, Bensoussan fue acusado de provocar odio racial. En los banquillos de los partidos civiles se situaron las principales asociaciones antirracistas, la Liga de Derechos Humanos, SOS Racisme así como el colectivo contra la Islamofobia en Francia (CCIF). Fue reconocido inocente después de 4 años de juicios y amenazas de muerte.

El caso Dreyfus y el de Sarah Halimi tienen aspectos comunes y es que van más allá de su persona individual. Son reveladores de una crisis francesa. En el primero se trata de una crisis política que acabará por poner en juicio a la república francesa al revelar la importancia de las fuerzas antirrepublicanas y pone en relieve la inmigración masiva de origen árabe–musulmán, parte de la cual no está integrada e incluso separada completamente de la nación.

En ambos casos sacan a la luz una crisis que trasciende a la comunidad judía y que le afecta particularmente en el presente impulsándo un requipamiento interno que empuja a muchas familias judías, especialmente las religiosas, a dejar ciertos territorios y reunirse en otros para llevar una vida cada vez más comunitaria allí, una especie de guetos judíos.

Para los demás judíos, no religiosos, se observará un fenómeno de invisibilización en el espacio público una “estrategia de disimulo”. Evitar ser notados, hablar en voz baja sobre ciertos temas, en el espacio profesional no dirán que son judíos, sobre todo si el apellido, lo indica de inmediato. En una palabra: actuar una vez más como un objeto de sospecha.

Lo que está pasando en Francia con los judíos se debe en parte, como ya se señaló, a la inmigración árabe musulmana, combinada con la indiferencia de la mayoría y la “cobardía” de parte de las élites políticas y culturales, también apoyada por el islam de izquierda.

Esto sin olvidar la presencia del antiguo trasfondo judeofóbico de ciertas familias francesas donde las comidas dominicales permiten revivir viejos temas antijudíos y xenófobos que no desaparecieron por arte de magia en 1945. Con el paso de los años la condición judía en Francia se convertirá en una de las más difíciles de la diáspora debido a la islamización desenfrenada del país (cabe recordar que Francia es el país de Europa que recibe a la mayoría de los musulmanes). 

El éxodo judío ha comenzado. Algunas comunidades judías se están vaciando, las clases de las escuelas judías están cerrando, algunas sinagogas tienen pocos fieles. La cifra de judíos franceses que emigraron a Israel totalizó 60,00 entre el 2000 y el 2020. En Francia, país de la emancipación, el signo judío se está convirtiendo en un signo de exilio, o peor aún, en un signo peligroso para quienes viven en situaciones precarias, principalmente las clases trabajadoras y las clases medias.

La clase media alta judía está poco en contacto con estas realidades. El judío de Sarcelles, un suburbio de la clase trabajadora al norte de París, entendió hace 20 años que la situación iba mal. Los judíos de los bellos y burgueses barrios, tardaron 20 años más en comprender que la situación estaba volviéndose dramática. Cuando se olvida la dimensión de clases nos condenamos a no entender nada sobre la situación política general del país, sean judíos o no.

Por otra parte, la inmigración musulmana y los movimientos neofascistas no son exclusivos de Francia. Son un fenómeno que trasciende incluso Europa, de manera que la estabilidad social a nivel global cada vez más está en riesgo.

 


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