Enlace Judío – En su exposición inaugural en la Knéset como primer ministro, Naftali Bennett intentó señalar los principales lineamientos del nuevo gobierno. Sin embargo, incluso antes de iniciarla fue agredido con gritos y maldiciones, un hecho que condujo a la expulsión de no pocos parlamentarios que representan a los círculos ortodoxos y neokahanistas. 

Superando las repetidas protestas e incluso maldiciones, Bennett esbozó las tendencias e intenciones del gobierno que encabezará a partir de hoy en apretada asociación con Yair Lapid. 

Su adhesión a los principios básicos de la religión judía y el apoyo irrefrenable al régimen democrático constituyeron reiterados temas de su primera exposición como flamante líder del gabinete israelí. 

Le siguió Benjamín Netanyahu con un agresivo discurso en el que pasó revista a lo que había hecho en favor del país en el curso de los más de 15 años que se desempeñó como primer ministro. 

Puso particular acento en las firmes actitudes que había adoptado respecto a la Casa Blanca en los tiempos de Obama cuando la amenaza iraní al país se tornaba particularmente peligrosa. 

En contraste con la exposición de Bennett, sus palabras fueron escuchadas con un impaciente silencio tanto por la oposición como por no pocos miembros de su partido que aspiran a reemplazarlo en la dirección de su partido.

Con apenas 6 escaños en la Knéset, Bennett deberá conducirse con prudencia tanto en asuntos internos —en particular en relación a los segmentos ortodoxos y neokahanistas— como en los marcos internacionales. 

Llevar a cabo una prolija investigación de la tragedia en el monte Merón y adelantar entendimientos con la Casa Blanca en torno a Irán son 2 de los múltiples propósitos que lo animan. A ellos sumará el saneamiento de las finanzas públicas y del mercado laboral. 

En suma: toma forma así y aquí una nueva constelación política que deberá lidiar con múltiples tropiezos internos y regionales, amén de la filosa oposición que tanto el Likud como los sectores ortodoxos no se demoran en revelar. Sin duda, toma forma un áspero y conflictivo devenir. 


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