Enlace Judío – La judeofobia es un serio problema arrastrado tanto por la cultura occidental como por la cultura islámica desde hace muchos siglos. Por diversas razones, el pueblo judío se convirtió en el símbolo de la otredad por excelencia. Es decir, siempre se le vio como el otro, y por ello se le negó la posibilidad, durante siglos, de ser aceptado como simplemente un ser humano entre otros seres humanos.

Uno de los aspectos más característicos de este prejuicio irracional es la convicción, todavía mantenida por muchos, de que los judíos, de un modo u otro, estamos conspirando a partir de intenciones oscuras, ocultas y que, como norma, deben traducirse en un daño para la sociedad en general.

Las teorías de conspiración han sido terreno fértil para cualquier cantidad de bulos antisemitas. Estas son las más célebres a lo largo de la Historia.

Los protocolos de los sabios de Sión

Probablemente no haya existido un libro más pernicioso para el pueblo judío que este. Publicado en 1902 por órdenes de la Ojrana (la policía secreta zarista), se trata de un texto de pésima calidad literaria, plagado de mentiras y de —literalmente— tonterías.

Se acepta que su autor fue un tal Sergei Nilus. Su distribución masiva llegó hasta 1917, cuando se le usó para culpar a los judíos por la revolución que, ese mismo año, tumbó al zar Nicolás II. Pretendidamente, cuenta las reuniones de doces “sabios” judíos (que hacen invocaciones en latín y no en hebreo) en un cementerio de Praga y en donde ellos establecen una agenda para destruir a la civilización occidental por medio de la manipulación de la sociedad en todo sentido: político, cultural, económico, etc.

El libro es tan malo que desde 1921 el periódico británico The Times demostró que eran una farsa. Se trata, en realidad, del plagio de una mala novela que, a su vez, plagió diversos contenidos de un panfleto escrito contra Napoleón III por Maurice Joly, un escritor satírico francés.

Su texto original se llama Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, y muchos de sus párrafos fueron usados, sin cambio alguno, por un escritor alemán mediocre llamado Hermann Goedsche, en su novela Biarritz. De allí, esos mismos contenidos pasaron sin cambio alguno a Los protocolos.

Sin embargo, una gran cantidad de gente, arrastrando prejuicios milenarios, nunca se tomó la molestia de investigar al respecto y se tragó sin filtros ni recato alguno las mentiras difamatorias de ese bodrio literario. El nazismo, particularmente, lo promovió como un texto indispensable para entender las razones por las cuales el pueblo judío debía ser segregado y, eventualmente, eliminado.

La carta de Albert Pike

Muy similar a Los protocolos, aunque no tan célebre ni influyente en la historia, es la carta que, supuestamente, Albert Pike le envió a Giuseppe Mazzini el 15 de agosto de 1871. Pike fue un general confederado durante la guerra civil en EE. UU., y uno de los máximos pensadores y filósofos de la masonería escocesa. Mazzini, junto con Garibaldi, fue el gran líder del Resurgimiento italiano.

Esta carta pretendidamente predice 3 guerras mundiales. Pike habría señalado que, a partir de 1900, vendrían 2 grandes guerras que tendrían como objetivo derrocar al zarismo y luego destruir al nazismo. Es decir, también se predice la existencia del movimiento que llevó a Hitler al poder. Estas dos guerras habrían de ocurrir en la primera mitad del siglo XX y el resultado habría de ser el auge del comunismo, que entonces se posicionaría con igual fuerza que el cristianismo.

Luego vendría una tercera guerra que confrontaría al islam con el “sionismo político” y ello provocaría la desaparición del cristianismo.

Sobra decir que la carta es un bulo sin sentido. Originalmente, fue “recuperada” por William Guy Carr, exoficial de la armada inglesa, en un libro cuyo título evidencia el nivel de seriedad con el que escribe su autor: Satanás, el príncipe de este mundo. Luego, el contenido de la misiva fue difundido por el tabloide sensacionalista (y nada serio) The Sun.

El plan Andinia

Se trata de otra teoría de conspiración vinculada con Los protocolos, ya que es una especie de actualización de los mismos, solo que aplicados a la situación de Argentina en los años 60 y 70.

Su autor fue el académico antisemita y de extrema derecha Walter Beveraggi Allende, que la publicó en 1971. Sin embargo, Beveraggi no la inventó de la nada. Investigaciones recientes han demostrado que se basó en una idea que, originalmente, fue utilizada por los hijos de Adolf Eichmann después de su secuestro y ejecución en Israel.

La idea de un plan Andinia se publicó en 1964 en una revista del Frente Nacional Socialista Argentino (partido al que estaban adscritos los Eichmann), y consiste en que los judíos tratarían de fundar en la Patagonia un Estado similar a Israel.

El plan implicaría desmembrar a Argentina y a Chile, y sus autores y adherentes apelan a que Herzl consideró a Argentina como una opción para el movimiento sionista, y que durante el siglo XIX banqueros judíos como el Barón de Hirsch financiaron colonias agrícolas en las pampas argentinas, mismas en las que se ubicaron muchos inmigrantes ashkenazíes.

Por supuesto, son argumentos pésimos. En primer lugar, Herzl solo mencionó a Argentina, pero siempre señaló que el objetivo sionista era la creación de un hogar nacional judío en la entonces Palestina otomana. Nunca habló de ningún plan semejante en Sudamérica.

Por otra parte, las colonias agrícolas financiadas por el Barón de Hirsch nunca tuvieron el objetivo de ser autónomas, y se instalaron en pleno acuerdo con el gobierno argentino, que por entonces fomentaba ampliamente la migración europea. Finalmente, dichas colonias se establecieron en la provincia de Buenos Aires o en sus cercanías, no en la Patagonia.

Si fuésemos un poco serios, el plan Andinia sería uno de los planes más tontos de toda la historia. Después de 57 años intentando apoderarse de la Patagonia, los poderosos banqueros judíos que dominan al mundo todavía no lo han logrado.

Libelos de sangre en la Edad Media

Vamos ahora varios siglos hacia atrás, para mencionar las teorías de conspiración más perniciosas contra el pueblo judío. Todas giran alrededor de lo que llamamos líbelo de sangre, y la idea básica consiste en asegurar que los judíos usamos sangre de niño cristiano para preparar las Matzot, los panes sin levadura para la festividad de Pésaj.

En las versiones más sofisticadas, el niño o joven no judío es secuestrado y escondido en una sinagoga, la casa de alguien destacado de la comunidad, o un sótano, en donde se le mantiene hasta el momento de su sacrificio, sometido a todo tipo de torturas.

El día del sacrificio, se hace una especie de juicio delante de toda la comunidad y el niño desnudo es sometido a una nueva tanda de torturas y mutilaciones (que incluyen la circuncisión), para finalmente ser crucificado. La sangre que escurre será guardada para la preparación de las Matzot, y luego el niño será asesinado con una lanza clavada en el corazón. Su cuerpo será enterrado en algún lugar secreto y, según algunas versiones, sería usado para rituales de magia negra.

El origen de esta irracional creencia se remonta a la antigüedad precristiana. Apión, un autor griego, aseguró que los judíos sacrificaban a un griego cada año. Flavio Josefo lo refutó contundentemente.

La primera acusación en un contexto cristiano se hizo en Inglaterra en 1144, en la ciudad de Norwich. Después vino una larga lista de casos: Francia (1179), Bélgica (1250), España (varias ocasiones entre 1250 y 1491), otra vez Inglaterra (1255), Alemania (1267), Alsacia (1270), otra vez Alemania (1286), Suiza (inicios del siglo XIV), Tirol (1462), Trentino (1475), Hungría (1494), Rodas (1840), Siria (1840), otra vez Hungría (1882), Bohemia (1899), Rusia (1911), y todavía en Polonia después de la II Guerra Mundial (1946).

El último caso fue en Rusia en 2005, cuando un grupo de 20 diputados pidió la prohibición de todas las asociaciones judías apelando, entre otras cosas, a que los judíos cometían asesinatos rituales. Las críticas contra el grupo fueron demoledoras y tuvieron que disculparse y retractarse públicamente.

Sobra decir que todas las investigaciones serias han demostrado que todos los casos, sin excepción, han sido meros bulos surgidos de los prejuicios, la ignorancia y el antisemitismo tan arraigado en muchos núcleos de la población europea.

Socialismo, o capitalismo, da igual

El problema en una teoría de conspiración no es que existan elementos para sustentar la teoría. El problema es, literalmente, el cerebro de quien realmente lo cree. Es una condición llamada apofenia, que consiste en encontrar patrones (es decir, relacionar información) donde no los hay.

Un ejemplo amable son las constelaciones. No hay una osa mayor, ni una osa menor, ni un señor llamado Orión que tenga un cinturón. Hay estrellas que están a una gran distancia unas de otras. Sin embargo, la constelación existe porque nosotros hemos imaginado líneas que conectas estrellas y de allí surgen formas particulares. Por ejemplo, no existen los signos del zodíaco. Nosotros los imaginamos. Nada más.

Pero cuando se involucran la ignorancia y los prejuicios, la apofenia puede ser desastrosa o ridícula. Y el caso del capitalismo y el socialismo es un buen ejemplo. En los grupos de izquierda, los judíos siempre seremos acusados de ser los principales promotores y beneficiarios del capitalismo: “Controlan la banca”, “el lobby judío”, “tiran economías”, etcétera.

Pero, curiosamente, cuando estamos en un grupo de derecha, entonces resulta que los judíos somos los culpables de que haya socialismo. “Marx era judío”, “Trotsky también fue judío”, y otros comentarios similares.

Es chistoso: a final de cuentas, parece que los judíos maquinamos para una cosa y otra, porque si hay capitalismo, ganamos; si hay socialismo, ganamos; si hay caos, también ganamos; si la bolsa sube, ganamos; si la bolsa cae, también ganamos; si hay estabilidad, ganamos; si hay crisis, ganamos. Siempre ganamos. Entonces no entiendo por qué a lo largo de casi 20 siglos fuimos el grupo más vulnerable y marginado del mundo.

Y por eso el viejo chiste:

Motl va caminando en el parque y se topa con su amigo, Berl, que está en una banca leyendo el Pravda, un periódico soviético.

—¡Pero, Berl! ¿Por qué estás leyendo esa basura antisemita?

—¡Oy vey, Motl! Siempre fui un asiduo lector de los periódicos de la comunidad, pero allí sólo leía de ataques a sinagogas en Europa, atentados terroristas en Eretz Yisrael, persecuciones en América Latina. En cambio, en este periódico dicen que somos los más poderosos, que dominamos el mundo, que controlamos la banca. ¿Nu?


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