Enlace Judío – La imagen de Margo Glantz presentada recientemente en estas páginas para destacar su distinguida travesía como mujer y escritora levantó recuerdos en mi memoria. 

El año: 1968. Llegué a México invitado por la UNAM por la feliz mediación de un íntimo amigo de Margo. 

Muy poco tiempo después, el Centro Mexicano-Israelí –no recuerdo con precisión si este era el nombre que a la sazón era conocido– me invitó a ofrecer algunas charlas sobre diferentes tramos y caracteres del pensamiento judío. Acepté de inmediato tanto para servir a alguna audiencia interesada como para –confieso– reunir algunos pesos adicionales para traer a mi familia al país. 

Margo era a la sazón una de las figuras sobresalientes en este marco. Ignoraba yo entonces lo que ella ya había escrito y publicado sobre diferentes temas, pero al paso del tiempo,  y en nuestras frecuentes caminatas por los parques capitalinos, conocí no pocas de sus inquietudes –literarias y personales– que abultaron mi admiración. 

Poco después conocí a sus padres dueños de un restaurante en el centro citadino. Y cuando en paralelo a la UNAM empecé a trabajar en oficinas de CEPAL, localizadas en la cercanía, me convertí en un adicto de los diálogos con ellos. 

Los temas: las primeras migraciones judías a México y los lugares que habitaron en el D.F; las experiencias en Europa; Sholem Aleijem; sus propias incursiones literarias en ídish; y las dispares olas juveniles en la Zona Rosa. 

Diálogos que me enriquecieron. Y Margo siempre estuvo presente en ellos.  

 


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