Enlace Judío México e Israel – Fue un niño afro-americano que nació en condiciones de pobreza extrema, que fue abandonado por su padre cuando era pequeño, y que creció en un ambiente hostil que lo llevó a cometer delitos menores por los que, desde chico, llegó a visitar la cárcel. Dotado de una inteligencia superior a lo normal, este niño llamado Louis Armstrong se dio cuenta, desde los 7 años, que la marginación en la que vivían él y su madre en su natal Nueva Orleans, se debía a su color de piel.

Pero entonces, siendo adolescente, comenzó a trabajar con una familia europea. Blanca y, sin embargo, marginada. El fenómeno le llamó la atención, y no tardó en descubrir que los judíos eran tan despreciados en ese ambiente, como los afro-americanos.

Así comenzó la relación de Lou Armstrong con la familia Karnofsky, judeo-lituana, el primer hogar donde fue tratado como un igual.

De los Karnofsky recordaría toda la vida que le enseñaron yiddish, que lo trataron como si fuera otro más de sus hijos, y que cuando empezaba a interesarse en la música, le regalaron su primer trompeta.

Armstrong, feligrés de la iglesia bautista, usaría el resto de su vida una Maguén David colgada al cuello como muestra del entrañable amor que siempre les guardó a sus padres casi-adoptivos judíos.

Y, por supuesto, eso lo pondría en la ruta para luego mantenerse muy cerca de la actividad musical judía, por lo menos como para estrenar la canción What a wonderful world”, del compositor judío George David Weiss y escrita en colaboración con Bob Thiele.

Irving Gatell nos lleva de paseo por la vida del famoso trompetista de color, y además nos da el referente contextual del origen del jazz y el blues, así como las aportaciones a estos géneros por parte de diversos compositores judíos.


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