Enlace Judío – En los últimos días todo el mundo escuchó, vio y leyó mucho acerca de Afganistán y sus habitantes y renovados  problemas con los talibanes, pero poco se sabe de los judíos afganos más allá del único que queda en Kabul y que fue tapa en varios periódicos del mundo.

Hoy, su destino es incierto aunque había manifestado que quería quedarse bajo el dominio del salvajismo talibán. Se trata de Zevulum Simantov, cuya familia vive en Israel. Él se ha quedado cuidando la única sinagoga del país.

Los judíos se establecieron en Afganistán en la la Edad Media y fueron considerados representantes del judaísmo persa. Los conocimientos sobre esos judíos son una mezcla de historia y leyenda.

Itzjak Ben Tzvi Z”L , expresidente de Israel, se interesó mucho sobre el tema de las comunidades judías “marginales” y escribió su famoso libro Las tribus de Israel, publicado en inglés y hebreo. Él nos recuerda que en diversas tribus de Afganistán (los Durani, Iuzpazai, Afridi) se encuentran tradiciones judías que podrían ser descendientes de las famosas 10 tribus.

Estas leyendas son relatadas por viajeros judíos y no judíos desde la Edad Media hasta nuestros días. De acuerdo a estas crónicas, miembros de estas tribus afganas cuidan la separación de carne y leche, encienden velas de Shabat, hacen sacrificios de Pésaj, visten una especie de Talit Katán, los hombres lucen largas barbas y las mujeres observan las leyes de pureza ritual.

Es probable que como consecuencia de una vida asociada haya habido una influencia recíproca entre ambas culturas. Cuando uno ve en la TV a niños afganos estudiando en voz alta el Corán en las madrasas (Midrashot en hebreo) islámicas y se mueven de atrás hacia adelante, nos recuerda lo que se acostumbraba en los Jedarim.

También los rostros barbados, las cabezas cubiertas, la vestimenta recatada en general es la típica vestimenta de los judíos en países islámicos hace 2 siglos y en especial los descendientes de los kurdos. Tora Bora, el lugar donde habría estado refugiado Bin Laden hasta la invasión norteamericana, nos recuerda la expresión hebrea Torá Horá (la luz de la Torá).

El rastro más antiguo de la presencia judía en Afganistán, como en Persia, tiene raíces profundas y data del año 753 de nuestra era. Se trata de una lápida judía escrita en persa en letras hebreas. La lápida aún puede verse en el camino que conduce de Herat a Kabul y une a China con el sur de India como parte de la llamada Ruta de la Seda. Otros testimonios de la presencia judía son documentos grabados en letras hebreas. En el año 752, luego de la conquista islámica, las comunidades judías fueron víctimas de la islamización forzosa.

En fuentes hebreas de la época de los Gaonim aparece Jorasán, una provincia persa anexada a Afganistán a la que los líderes judeopersas enviaban a los penados en juicio. Hoy, en esta región esta presente el ISIS. En esa época, Jorasán tenía una importante comunidad judía cuya influencia intentó disminuir el califa Omar II al limitar la construcción de sinagogas.

El famoso viajero Benjamín de Tudela recuerda en 1170 la presencia de judíos en la ciudad de Gozna al igual que la presencia de otros judíos en Kandahar, Herat, Mashhad y Nishapur. La mayoría de estas comunidades fueron arrasadas por la conquista mongólica (1225) y otras invasiones, guerras tribales y plagas.

En el siglo XVI la comunidad judeoafgana comenzó a recuperarse. Los judíos se desempeñaron como comerciantes entre Persia y la India. Claro que cuando se abrió el canal de Suez, la suerte se dio vuelta.

En 1839 llegaron al país judíos perseguidos que se escapaban de Irán para volver al judaísmo. Debido a ello, los judíos de Afganistán de las últimas generaciones no hablaban el idioma pastún sino un dilecto persa-hebreo utilizado para la plegaria y los libros sagrados. Algunos judíos eran ricos comerciantes de alfombras, pieles y antigüedades y otros eran pobres y trabajaban como sastres y zapateros. Los judíos afganos llegaron a Israel en pequeñas cantidades junto a judíos iraníes y bujaríes aún antes de la Primera Guerra Mundial.

Durante la Segunda Guerra, por la influencia de los nazis sobre Europa, los judíos afganos sufrieron persecuciones y humillaciones incluyendo limitaciones para trabajar en cargos públicos. Luego de la creación del estado hebreo, los hebreos afganos llegaron en masa a Israel. En 1967 quedaban 4,000 judíos. En 1969 había 300 y en 1979 sólo 30.

La vida espiritual de los judíos afganos desde la antigüedad estuvo vinculada a las academias talmúdicas de Babilonia. Durante generaciones adoptaron costumbres islámicas que incluyen el uso del burka para las mujeres cada vez que salen a la calle. Mientras que las mujeres islámicas usaban burka blanco, las judías usaban uno azul (como hoy las islámicas). Los varones musulmanes usaban ropa blanca y los judíos la misma ropa en color negro como símbolo de la destrucción del templo.

Solo los varones iban a la sinagoga y al igual que otras comunidades judías de países islámicos, se descalzaban antes de entrar a la sinagoga y se sentaban en el piso alfombrado a la usanza oriental.

Los rabinos se llamaban mulás, que es el cargo que hoy tienen los líderes religiosos islámicos. El folclore y la producción literaria popular de los judíos afganos es muy rica como la de Persia y Bujará. Una antigua narración popular afgana refleja esas relaciones que no pocas veces fueron buenas.

Un Shabat, el sultán daba vueltas por la ciudad disfrazado para ver qué pensaba el pueblo y qué se “cocinaba” en su ciudad. De repente llegó a un barrio y olió un agradable olor de un condimento como ningún otro. Le preguntó a su séquito: “¿Qué barrio es este?”. “Es un barrio judío”, le dijeron. Golpeo a la puerta de la casa de un sabio judío y le preguntó por el olor.

El anfitrión lo invitó a pasar y lo trato como un rey aunque no sabía que lo fuera. Durante la cena sabática le sirvieron manjares como pocos. Finalizada la comida le preguntó al sabio acerca de cual era el secreto del particular aroma. El sabio le dijo que era una especia muy especial llamada Shabat. El sultán fue a su palacio y le dijo a su cocinero principal que consiguiera la especia Shabat a cualquier precio.

Todos los intentos, fallaron y al final se le explicó al Sultán que sólo los judíos conocen el secreto de ese aroma llamado Shabat por lo que decidió convertirse para disfrutarlo siempre.

 

*El autor es director de Comunidades Plus y corresponsal en Argentina de Enlace Judío


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