Enlace Judío México e Israel – Lo que para ojos no expertos puede ser una pirinola de piedra, para el historiador Luis Huitrón es una evidencia arqueológica de la vida de criptojudíos de la Nueva España. Conversamos con él para entender la importancia de los judíos en la conformación cultural de lo que hoy llamamos México. 

Un Sevivón en hebreo (dreidel en Iddish) es una perinola de cuatro caras, con la que se juega durante la fiesta judía de Janucá. Cada lado de la perinola tiene una letra del alfabeto hebreo: נ ( Nun) ג (Guimel), ה ( Hey), ש (Shin), que juntos forman el acrónimo de “נס גדול היה שם” (Nes Gadol Haia Sham – “un gran milagro ocurrió allí”).

No sabemos el nombre de los niños que lo hicieron girar hace cientos de años, a miles de kilómetros de distancia de su tierra de origen, de la que sus padres o sus abuelos fueron expulsados, o de la que huyeron para evitar la hoguera. Tampoco sabemos cómo fue que el objeto terminó en el fango lacustre de la Nueva España —en esa Ciudad de México que tenía canales por calles—, ni qué relación guardaba con los otros objetos insignificantes que se exhiben en la sala colonial del Museo del Templo Mayor. Objetos cotidianos como botones o monedas. Objetos, cosas, trozos de memoria desenterrados, extraídos del olvido.

Seguramente, la inmensa mayoría de los miles de visitantes que lo han visto sintieron una indiferencia pasmosa por el pequeño objeto de piedra de cuatro caras, similar a una pirinola moderna. Pero para Luis Huitrón, historiador, maestro en Estudios Judaicos de la Universidad Hebraica, no había margen de duda: ese insignificante objeto de piedra tenía que ser un sevivón, pieza fundamental de la liturgia judía de janucá, y testimonio inerte del pasado criptojudío de la Nueva España.

“Es una pieza de piedra, es un labrado de piedra muy pequeño, en forma de una perinola, de un sevivón, con sus cuatro caras. La parte de abajo está curvada, lo que permite que gire, y la parte de arriba tiene un apoyo para el dedo y para girarlo. Y me parece muy interesante porque la presencia judía de este México virreinal ha quedado documentada en los registros históricos de la Inquisición, pero también es importante pensar que puede quedar documentada a partir de testimonios materiales.” 

“Les voy a compartir la fotografía”, dice el joven doctor en Historia del arte, en una entrevista vía remota para Enlace Judío. “La imagen del sevivón me parece una cosa maravillosa. Véanlo por favor. Está expuesto en la sala del periodo virreinal. No tiene una cédula, obviamente, porque no se sabe bien qué es y es una maravilla la piecita. Está catalogado, tiene su número de referencia. Vean por favor qué pequeño es en relación a las demás piezas…” 

La pasión de Huitrón por el pasado criptojudío de la Nueva España, por las migraciones y los legados culturales que han configurado a cada sociedad humana, es inversamente proporcional al tamaño de la pieza que nos muestra en la pantalla de su computadora. Habla con elocuencia y claridad cuando nos explica su teoría sobre cómo este pequeño objeto debió terminar entre los despojos de la historia.

“La Ciudad de México no era ni cercanamente como hoy parece”, explica. “Tenía calles de agua llamadas acequias, la palabra árabe para denominar un canal. Tenía (también) calles de tierra por donde pasaban los carruajes y los caballos, pero la mayoría de la gente que hacía comercio” lo hacía en las acequias. En el intercambio de bienes por monedas, algunas veces las monedas terminaban en los canales, donde permanecían hasta por siglos y donde seguramente todavía quedan miles. 

“Y entonces, ahí quedaban un montón de cosas en los canales. En todas las excavaciones arqueológicas que tienen que ver con los canales, con las antiguas acequias, se han encontrado una infinidad de cosas preciosas, desde monedas, desde botones, pedazos de ollas, medallitas (…) aretes.”

Ese pudo ser el destino de los objetos de culto que, como el sevivón que nos reúne hoy, “se caen a la acequia, al canal y van a quedar entre este lodo y entre esta cama o estratigrafía de platos rotos y demás. Y bueno, lo que menos demuestra es que si esto es sevivón, hay presencia judía de gente que tiene un sevivón. Hacia el año 1600, 1700, y lo están utilizando. Es un elemento de uso que por aras del destino va a terminar cayéndose y hundiéndose en el fango. Entonces, si esto es un sevivión como lo propongo yo, mi hipótesis es en algún momento de uso o de salida también, o de confiscación de bienes o pongamos un esquema de inquisición, estas cosas se tiran, estas cosas van a la basura. Y la forma de echar a la basura antiguamente es echar a los canales.”

Memoria litúrgica

Otros objetos litúrgicos y tradicionales judíos han aparecido en pesquisas arqueológicas. “Uno es un ejemplo encontrado por el arqueólogo Diego Martínez, que hizo una investigación muy puntual por parte de INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) sobre la mikve de Juliantla. Y entonces, cuando él se fue a estudiar la mikve y analizarla, descubrió una serie de dibujos en lo que era la hacienda de la familia Carvajal, que tenían allí.”

Entre los dibujos hay algo que podría ser una menoráh, alguna letra hebrea y otros vestigios de un pasado criptojudío, por otro lado, bien documentada. “Hay un registro que él toma de los archivos inquisitoriales en el que casualmente doña Leonor de Carvajal, la dueña de la hacienda, tenía siempre dos candelabros de latón. Y obviamente, eso nos remite directamente a los candelabros del shabat.”

“Otro caso que yo me encontré particularmente fue en una pesquisa de antigüedades que hicimos en el mercado de Portales, un mercado de antigüedades al sur de la Ciudad de México. Me fui a encontrar una janukia de estilo medieval, forjada a mano, en hierro, dentro de las cosas que están en venta de antigüedades. Cuando comparamos esta janukia con la temporalidad, nos dimos cuenta que probablemente esta janukia pertenece al siglo XIII o siglo XV. Entonces vean, o sea, de qué manera termina una janukia de bronce del siglo XV en un mercado de pulgas en el sur de la Ciudad de México.”

Muchos de esos tesoros pasan desapercibidos para los arqueólogos mexicanos, que no siempre están familiarizados con los objetos judíos. Por eso, “falta que se empapen de ambas culturas para poder identificar todos estos elementos que seguramente allí están, pero que como no se conocen, están descontextualizados y por eso no se entiende que es un sevivón, que es una janukiá o que es una representación probablemente de una mezuzá.”

Entender las influencias culturales que confluyeron en la Nueva España es una manera de entender el México de hoy

Somos el producto de múltiples oleadas migratorias. “Venimos de un lado, venimos del otro, con tradiciones, con culturas, con religiones. Por desgracia, después del contacto y del choque de las dos culturas, la europea y la prehispánica,  y después de la masacre y el exterminio de los pueblos originarios que hubo aquí por desgracia —esa es la parte mala—, comenzó un inicio de algo nuevo, lo que llamamos hoy México y que por 300 años se llamó Nueva España.”

“Además de las culturas que sobrevivieron a la invasión española, vinieron otras culturas europeas diferentes, como la cultura portuguesa, por ejemplo, tan presente en el sur de México; la cultura andaluza, también la cultura cántabra o la cultura vasca, que están presentes en el centro y norte de nuestro país. También vino una raíz negra fundamental, importantísima, de muchos lados de la antigua África y de los pueblos originarios africanos.”

Una vez abierto el horizonte, tras el descubrimiento de América para los europeos y otros pueblos, “vino una raíz asiática con gente de Manila, gente de Filipinas, gente de Japón o la famosa leyenda de la china poblana que todo el mundo conoce, pero también dentro de este enorme collage o caleidoscopio cultural y económico, está la raíz judaica, puesto que muchísimos de los portugueses, de los españoles que vinieron a la conquista eran conversos o hijos o nietos de conversos. Y muchísimas de estas familias fueron las que forjaron también parte importante de la cultura de nuestro país, siendo muchos de ellos cristianos.”

Cristianos eran todos, al menos de dientes hacia afuera, pero muchos mantuvieron su identidad judía o su fe. ” Uno de los primeros poetas novohispanos que existe en México es Luis de Carvajal, y una de las primeras poetisas mexicanas novohispanas es su hermana, doña Leonor de Carvajal (…); varios investigadores de la Universidad de Berkeley en California han hecho el rescate documental de los poemas de doña Leonor de Carvajal, situándola como una de las primeras mujeres novohispanas a la par de Mariana Estrada de Medina.”

Además de influir en el ámbito artístico e intelectual, los criptojudíos dominaron los aspectos comerciales de la vida novohispana, como la ruta de la plata, “desde Taxco, Puebla, Hidalgo, Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes; o al sur, hasta la propia Lima o el propio Cuzco, entonces son parte fundamental” de la vida comercial de la época.

Pero también “tenemos grandes nombres de burócratas (…). El caso más conocido, pues el del propio Luis de Carvajal, el viejo, uno de los grandes conquistadores y expedicionarios. Entonces todo esto es como para decir que además de reconocer la raíz negra, la raíz indígena, la raíz europea, la raíz africana, asiática, también tenemos que reconocer que gente que vino migrando, escondida, judía y criptojudía también son parte fundamental del inicio de este collage del que todos saldremos y del que será el virreinato novohispano y y curiosamente, cuando se constituye el México moderno en los albores del siglo XX, bueno, es fundamental la presencia judía migrante del mundo oriental, del mundo europeo, que viene a México y que también constituye este desarrollo cultural, económico, social, político del siglo XX mexicano.”

Por ello resulta simplista concebir a la sociedad mexicana como el producto del choque entre dos culturas. México es el resultado de incontables intercambios, no siempre amables, entre personas de muy diversos orígenes étnicos, religiosos, políticos y sociales. Para Huitrón, eso debiera marcar la pauta del respeto, la aceptación,  “y el reconocimiento de nuestras raíces, por muy variopintas que sean todas ellas.”

La Inquisición en la Nueva España

Como experto en la historia de la Nueva España, Huitrón conoce bien el triste legado de la Inquisición, uno que si bien no se caracterizó por las grandes hogueras, sí costó la vida de muchos judíos mediante métodos lentos y crueles. “Mucha gente murió en las cárceles de inanición, de maltrato, condiciones deplorables que hoy llamaríamos inhumanas. Y la Inquisición se llevó este cúmulo de gente que pensaba diferente, que trataba de rescatar sus religiones antiguas, prehispánicas, sus religiones negras, su religión judía y entonces todos ellos eran enjuiciados y metidos dentro de este tribunal que favorecía obviamente al régimen mayoritario que era el católico.”

En toda la América conquistada por los españoles, los judíos sufrieron una persecución tenaz. “Había tribunal en la Nueva España, había tribunal en el Virreinato del Perú, tribunal en Nueva Granada, que sería la Gran Colombia, y tribunal en el Río de la Plata y la Capitanía de Santiago. Cuatro tribunales que azotaron a las diferentes poblaciones y fueron persiguiendo a los  criptojudíos.”
Los inquisidores perseguían a los judíos “de manera variada: desde obligándolos a comer comida prohibida para las leyes judaicas, obligándolos a tener misas en los días santos judaicos, como Rosh Hashaná, como Yom Kipur, cuidando perfectamente su dieta alimenticia y observando cada una de sus tradiciones; dentro de las tradiciones más perseguidas por el Santo Oficio, documentalmente hablando, se encuentra el ayuno de Purim, el ayuno de la Reina Esther, el ayuno de Yom Kipur, las celebraciones de Shabat (…).”
Se buscaba a las personas que cambiaban los manteles o encendían las velas, a los que vestían ropas limpias y blancas, “entonces, particularmente podríamos decir que hubo una persecución, además de la cuestión intelectual y religiosa, por la vía de las tradiciones y por la vía de la liturgia de la religión judaica..” 

La raíz doble

Pero, ¿cómo es que Huitrón comenzó a interesarse por el mundo criptojudío de la Nueva España? Criado en el seno de una familia católica observante, el historiador supo siempre que, sin embargo, su familia materna tenía raíces sefardíes que “se remontan al mundo de Salónica” y del que sobreviven tradiciones que se conservaron pese a la transición al catolicismo, derivada de una persecución que comenzó con el declive del Imperio Otomano y llegó a su clímax con el ascenso del nazismo.
“Tenemos una comunidad judía en Salónica que emigra a Esmirna, emigra a Constantinopla, a Estambul y que trata de salir adelante. Y bueno, todos conocemos esa parte triste cuando comienza la Primera Guerra Mundial y todos los judíos de allá van a ser minimizados en sus en sus posesiones y en sus derechos.
“Desgraciadamente toda esa familia se acabó y toda esa comunidad se acabó. Entonces, este apellido particularmente, que viene del lado de mi mamá, que es Saltier, en el documento cambiado —originalmente, Saltiel— nos remite directamente a estas comunidades de migrantes que están tratando de encontrar un nuevo mundo en la América con los familiares que seguramente ya estaban también acá.”
Lo que Huitrón no sabía es que, además de sus raíces sefardíes por vía materna, en su familia paterna había también algunas pistas que rastrear. “Son una familia muy católica, muy respetuosa de las fiestas, muy respetuosa de la Virgen, de los Cristos. Tienen ellos un Cristo muy bonito del siglo XVII, de cabello humano. Es una cosa muy interesante, con una labrado precioso. La familia es muy religiosa, pero resulta que rastreando el apellido de las familias en Querétaro, lleva a un apellido converso que es el apellido Bautista. Y analizando el apellido Bautista me encuentro la relación de cómo esta familia viene de Toledo, expulsada en 1492.”

Descubriendo sus raíces

Al igual que tantas otras familias de judíos, “llegan con las migraciones de los conquistadores, se asientan en Querétaro, incluso van a ayudar ellos, siendo conversos católicos, a fundar el convento de la Santa Cruz de Querétaro, que sigue siendo muy famoso y se mantienen como católicos, pero se cambian de ropa, pero limpian para Semana Santa (cuidan) que toda la casa no haya algo impuro, y se tienen los ritos muy particulares en el funeral, en los ritos funerarios, como cubrir los espejos con telas.
“Y entonces, cuando yo crezco y estudié mi carrera de historia, la licenciatura en la UNAM, me fui hacia la investigación del mundo colonial. La maestría en Curaduría, en Historia del Arte, un doctorado en Historia del siglo XVI. Pero me aventé una segunda maestría en la Universidad de Hebraica, de Estudios Judaicos. Y ahí entendí, ahí empecé a hacer los trabajos de investigación y descubrí que esta familia tiene orígenes criptojudíos, que ya se perdió el concepto de la religión, pero se mantiene la tradición.”
Sin referencias religiosas precisas, Huitrón y su padre fueron rastreando las tradiciones familiares para descubrir sus raíces judías. Una de esas tradiciones tiene una belleza singular. “Él recuerda a su bisabuela entrando a la casa después de una misa y besando la jamba de la puerta con la mano y después persignándose; esta mezcla de tradiciones, de ideas, de conceptos.”
¿Por qué lo hace?, se pregunta Huitrón. “Probablemente (la puerta) ya no tenía una mezuzá, pero ella ve a su madre y a su abuela y a su bisabuela y así se van viendo besar la puerta, besar la jamba, pero luego persignarse para que no te cachen que estás haciendo algo (propio de los judíos). Y lo mismo a la hora de los ritos funerarios: reunirse, cubrir los espejos, el hecho de que un hombre se encargue de todas las mujeres de la familia, que eso es también muy de los criptojudíos del mundo colonial.”
Para Luis Huitrón, contar la historia de su familia es un motivo de orgullo, “y por eso estoy muy feliz de estudiarla y de compartir en foros como Enlace Judío estos lugares donde uno puede hablar y compartir experiencias e ideas, compartir este caso de ‘bueno, ese soy yo.’ Pero cuántos como los míos no hay de esta gente que no saben por qué lo hacen, y grandes lugares en todo México, en Monterrey particularmente e instituciones que se han dedicado a reencontrarse con sus pasados, a hacer una investigación genealógica, como por ejemplo el caso de de la Fundación Casa Tová, en Nuevo León, que se busca su identidad sefardita, maravillosas personas. El caso del propio Centro Carvajal Sefarad,  con la dirección de Katia Shkolnik. Y muchos, muchas personas como Katia, como la gente de Casa Tová que ha dedicado su vida a rastrear los pasados sefarditas de todos aquellos descendientes, de esta gente que llegó en algún momento a hacer la América 400 años antes de los que vendrían después a hacer la América.”

La bendita memoria de todos los que te antecedieron

Para Huitrón, conocer su pasado es una manera de “saber hacia dónde vas. Cuando entiendes tu historia, te entiendes a ti mismo. Yo crecí en una familia en donde cuando preguntaba por qué se hacían las cosas, siempre se contestaba ‘porque así es y ya.’ Y en el momento en que entiendes el ‘porque así es’, adquiere un significado. Y entonces todos estos recuerdos de infancia, todas estas canciones, toda esta gastronomía, todas estas cuestiones que parecían como un poco inconexas, toman un sentido poderoso.
Y orgullosamente puedo decir que de los veintitantos nietos de un lado y los diez y tantos nietos del otro, soy el único que reconoce esto, porque lo he estudiado, y es bien fuerte ver cómo la asimilación también tiene esa otra parte oscura, donde se pierden las cosas, pero si se encuentran valió la pena, pienso yo, así como persona, no como historiador, sino como individuo.”
Rastrear y entender las raíces es una manera de mantener viva  “la bendita memoria de todos los que te antecedieron”, dice, y agrega que, como académico, “me interesa es demostrar que existen estas raíces y que la raíz criptojudía también pertenece a esta conformación del virreinato novohispano.” 

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