Enlace Judío – Sucot es una fiesta religiosa y bastante particular, entre otras cosas, porque alude a episodios ligados al mismo éxodo y travesía del desierto que se inicia en Pésaj, efemérides junto a la cual y a Shavuot conforma el calendario de las tres peregrinaciones anuales que los antiguos israelitas debían hacer a Jerusalén.

Con los siglos, el recuerdo de lo transitorio de nuestro paso por la vida (simbolizado por la vida en cabañas no permanentes) se fue dotando de nuevos significados y rituales. Por ejemplo, puede resultar llamativo que rememoremos la vida en el desierto mediante las llamadas “cuatro especies” (en hebreo, Arbaat Haminim), tan improbables de hallar en el Sinaí como el Etrog (el fruto de un árbol cítrico), Lulav (la fronda madura y verde de una palmera datilera), Hadás (ramas con hojas del árbol del mirto) y aún Aravá (ramas con hojas de sauces de arroyo o valles).

Los cabalistas (especialmente los que se asentaron en la tierra de Israel después de la expulsión de España) añadieron al espíritu de esta festividad una dimensión mística, por la cual cada noche en que se debe pernoctar en dichos tabernáculos se invita a una de las 7 grandes almas históricas del judaísmo, cada una de ellas vinculada a una “medida” cabalística de las Sefirot inferiores: Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Aarón, José (en este orden, aunque José preceda cronológicamente a Moisés y los siguientes) y David.

Son los denominados Ushpizin, palabra aramea que podría traducirse como huésped. Sorprendentemente, tal como sucede en las lenguas romances, la palabra huésped (vinculada etimológicamente a hospedarse, hostal, hospital), también en hebreo moderno deriva en la internación en un establecimiento sanitario: Ishpuz, significa justamente hospitalización.

En los últimos tiempos, además, se ha popularizado una lista de 7 visitantes espirituales femeninas, Ushpazta en arameo, en la que desfilan (según pasan las noches de Sucot) Rut, Sara, Rebeca, Miriam, Débora, Tamar y Raquel.

Afortunadamente, la hospitalidad no solo alcanza a los entes sobrenaturales, sino también a los simples mortales. En Israel, por ejemplo, es habitual que el presidente y el primer ministro reciban en su Sucá a ciudadanos corrientes, de todos los extractos sociales y orígenes geográficos.

Los mortales compartimos así un techo (a través del cual deben verse las estrellas) tan provisional como la vida misma, y unas plegarias para que esta siga y prospere con la llegada de las primeras lluvias, desde la perspectiva climática de la zona geográfica cuya larga travesía intentamos reconstruir aunque sea en la azotea y balcones de viviendas muy distantes hoy de aquel paisaje inhóspito (nuevamente una palabra ligada al huésped) en el que transcurre la mayor parte de lo relatado en el Pentateuco.

Jag Sucot Sameaj. Feliz fiesta de los tabernáculos y bienvenidos a esta cabaña virtual de la palabra.

 

*El autor es director de Radio Sefarad


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