Enlace Judío – El medio argentino Nueva Sion tradujo al español una columna del profesor israelí Yuval Noah Harari, donde presenta su visión de hacia a dónde se dirige el Estado de Israel.

Noah Harari nació el 24 de febrero de 1976 en Israel en el seno de una familia laica de judíos sefaradíes libaneses con raíces en Europa del Este. Su escritura es universal y el reconocimiento internacional le llegó con su obra Sapiens, un libro que expone la historia de la humanidad dese el principio de la evolución del Homo Sapiens hasta las revoluciones políticas del siglo XXI.

La columna de Noah Harari, titulada La solución de los tres estatus, escrita previo a Yom Kipur, propone  detenernos para una verdadera introspección y preguntarnos a que nos referimos cuando decimos “hemos pecado, hemos traicionado”. Considera que Yom Kipur es un buen momento para hacer una sincera introspección, no solo a nivel personal, sino también a nivel grupal.

Durante muchos años el debate sobre el conflicto palestino israelí estuvo dominado por “la solución de los dos Estados”. Durante la era del primer ministro Netanyahu, Israel abandonó esta propuesta y después de su fin, conviene preguntar: ¿hacia a dónde vamos? Si no son dos Estados para dos pueblos ¿Cuál es la visión alternativa de Israel? Cuando se imaginó el futuro, ¿qué es lo que se ve exactamente?

Noah Harari, plantea que si el libreto israelí más optimista se podría aplicar en una visión total, en este caso, como el de la política nuclear, la mayoría de los israelíes preferirían dejar las cosas indefinidas. Pero cuando en Israel se vive con oídos atentos y ojos abiertos, la propuesta alternativa es clara.

Las fuerzas dominantes en Israel pasan de “la solución de los dos Estados a la solución de tres estatus”, en la que se avizora un solo Estado desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán en el que vivan tres tipos de personas: judíos que disfrutan de todos los derechos; árabes de primera, que tengan parte de los derechos; y árabes de segunda, que casi no tengan derechos. Esta es la realidad que se vive hoy y, si se juzga de acuerdo a los votos en las urnas, parecería que la mayoría de los judíos de Israel prefieren que esto permanezca así para siempre.

La solución de los tres estatus no es nueva. Hace decenas de años que Israel la implementa paso a paso, pero hasta ahora, niega sus intenciones. El trato diferencial que reciben los judíos, árabes ciudadanos de Israel y árabes que no lo son, es justificado bajo el argumento que consiste en una situación temporal que se desprende de la situación de la seguridad del Estado de Israel. Incluso hoy, cuando representantes israelíes disertan públicamente, por ejemplo en la ONU, no se atreven a hablar abiertamente sobre la situación de los tres estatus como una solución permanente.

En lugar de eso despliegan los desafíos de seguridad o explican que, a pesar de que la extensión entre el Jordán y el mar pertenece completamente a Israel, nunca deberá otorgarle el derecho de voto a los habitantes de Nablus o Belén porque ellos corresponden a una especie de criatura milagrosa denominada “autonomía palestina”.

Israel domina la mayoría de las tierras y el agua de Cisjordania, también todo el espacio aéreo y digital. Se inmiscuye constantemente en la vida cotidiana de los habitantes palestinos y determina, por ejemplo, cuánto tiempo durará un viaje desde Nablus a Belén, y si una familia de Hebrón podrá ir al casamiento de su primo en Jordania. Todo el espacio entre el mar y el Jordán, incluida la Franja de Gaza, está pintado por el mismo color. No detectarán la Autonomía Palestina ni con una lupa. ¿Vacunar a los habitantes de Nablus y Belén? ¿Pero qué relación tenemos con ellos? Estas ciudades no son nuestras, pertenecen a la Autonomía Palestina.

¿Podremos reconocer que estamos yendo hacia la “solución de los tres estatus? Es decir, un Estado con dos millones de sus habitantes discriminados en educación, vivienda y vigilancia policial; y otros millones más que ni siquiera tienen derecho a votar. Un Estado con tres tipos de personas. En el que un tipo de persona siempre disfrutará de preferencia y seguridad personal, movimiento y ocupación. 

Para Noah Harari, la primera regla de “la solución de tres estatus” es que está prohibido hablar de ésta”. Por lo menos, no en público, porque está claro que no es una solución justa. Se desprende de una concepción del mundo que ubica otro principio por sobre la justicia: la lealtad tribal. Quienes creen en este principio piensan que la exigencia de justicia para los que no son de la tribu es una traición. El traidor es lanzado al aire todo el tiempo.

En su origen, un traidor era alguien que revelaba secretos militares a un país enemigo. Por el contrario, hoy en día, para muchos israelíes, es todo aquel que piensa que la justicia es a veces más importante que la lealtad a la tribu judía. Aquél que, en nombre de la justicia se opone a la solución de los tres estatus fue ascendido en el escalafón: dejó de ser un “alma sensible” para convertirse en un “traidor”, aunque sea un general de las Fuerzas de Defensa de Israel.

Es posible comprender a quienes anteponen la lealtad a la justicia. Los respaldan millones de años de evolución. Todos los animales desde las hormigas hasta los chimpancés, respetan la lealtad a su grupo de pertenencia. En un conflicto entre dos miembros de un grupo, los chimpancés a veces se posicionan del lado de la justicia. Pero en un conflicto entre un miembro del grupo y un chimpancé extranjero, estos siempre preferirán al compañero, aunque la justicia se encuentra en el lado opuesto. Los seres humanos también se comportan así en numerosas situaciones, como por ejemplo en conflictos entre pandillas de delincuentes o en rivalidades entre equipos deportivos.

El cálculo es totalmente claro. En muchísimas situaciones, se prefiere la justica por sobre la lealtad a la tribu. Eso dañará mis intereses y hasta puede poner en peligro mi vida. Pero justamente por esa razón se denomina “moral” a diferencia de justicia y no “interés”. La moral existe para aquellas situaciones de la vida en los que el interés tira para un lado y la justicia para el otro. Indudablemente es más difícil comportarse de forma moral que por interés. Esta es la razón por la cual la religión judía estableció un día especial en el año para que nos preguntemos: ¿acaso nos comportamos de manera suficientemente moral? No es necesario un día en el año para preguntarse si nos manejamos por interés. Esto nos lo preguntamos todo el tiempo.

Entonces para este Yom Kipur, apuntó Harari, antes de pronunciar “Hemos pecado, hemos traicionado, hemos despojado”, convenía preguntarnos de acuerdo a cuáles principios morales definimos la culpa, la traición, el despojo. ¿Acaso pensamos que los judíos son seres superiores, merecedores de derechos especiales?

¿Creemos que la justicia es a veces más importante que la lealtad tribal o que ésta siempre es superior a la justicia? ¿O acaso hay, de todos modos, un camino para concluir el reclamo de justicia con el reclamo tribal de lealtad sin tener que optar por uno de ellos y sin que el deseo de hacer justicia sea considerado traición?

A mi juicio Noah Harari presenta la realidad existente en Israel y que de fondo es injusta para quien no es judío y que crea un dilema para los judíos. Actuar de manera justa debería ser el camino a seguir aunque se afecten sus intereses históricos de lealtad hacia los judíos. Su planteamiento tiene un tono sarcástico y para el futuro inmediato y de mediano plazo no tiene una solución viable.

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío