Enlace Judío – El lunes, el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, tomó el podio en la ONU. Su discurso resaltó más por lo que no dijo que por lo que dijo. Por primera vez en un largo tiempo, el mandatario israelí no enfatizó el conflicto con Palestina. Sin embargo, en medio de esa omisión sobresalió una frase que vale la pena resaltar: “los israelíes no se despiertan todos los días y piensan sobre el conflicto”.

Aunque hay miles de familias israelíes a las que una ausencia o una herida les recuerda el conflicto diariamente, gente que vive cerca de la frontera y se preocupa por el lanzamiento de misiles o ciudadanos árabes que sufren la discriminación causada por la pugna, en esencia, lo que dijo Bennett es verdad. Diversos sondeos han encontrado que los israelíes se preocupan menos por el problema palestino conforme pasan los años. 

Según la encuestadora Dahlia Scheindlin, los israelíes típicamente colocan la resolución del conflicto con los palestinos en quinto o sexto lugar en su lista de prioridades. Asimismo, el tema de Palestina es visto como un asunto ajeno al de la seguridad.

La inversión en tecnología de defensa ha permitido que los israelíes se sientan cada vez más seguros, un hecho que sin duda es motivo de celebración. La estrella de dicho esfuerzo es la Cúpula de Hierro, un sistema de intercepción de misiles que ha logrado que los ataques provenientes de Gaza sean mucho menos letales. Es maravilloso que la tecnología sea empleada de esa forma para salvar vidas.

Habiendo dicho lo anterior, vale la pena analizar los efectos secundarios que estos sistemas han traído consigo. La ausencia de una amenaza latente, así como la disociación del asunto palestino con la seguridad permiten prolongar el statu quo y no buscar soluciones más profundas al problema. 

El comentario de Bennett, que refleja tendencias reales dentro de la sociedad israelí, se asimila a una ilusión infantil: “si te tapas los ojos, no existe”. Sin embargo, por más que uno tenga una mano bloqueando su vista, puede observar algunas imágenes que le recuerden que los problemas no desaparecen tan fácilmente. 

Viendo un poco más allá de las fronteras, el otro lado del conflicto piensa en él a todas horas. La población de Gaza tiene su libertad de movimiento restringida por Israel, además de su acceso al agua y a la electricidad. En Cisjordania, los palestinos ven a soldados patrullando sus calles constantemente, sus tierras están en peligro de expropiación y la amenaza de asentadores violentos es latente

Horas después de que Bennett restara importancia al asunto palestino, la violencia dio cuenta de la fragilidad de esa ilusión. Un grupo de alrededor de 80 colonos enmascarados atacaron las comunidades palestinas de Khirbat al Mufkara, al Rakiz y al Tuwani, apuñalando a 4 corderos, destruyendo propiedad, profanando mezquitas e hiriendo a 12 personas, incluyendo a un niño de 3 años que se encuentra en el hospital después de haber recibido piedras en la cabeza.

El trágico episodio sólo fue recibido prácticamente sin respuesta oficial. No ha habido pronunciamientos importantes, consecuencias para los responsables o retribución a las víctimas. Los medios de comunicación hablaron poco del tema, dándole la razón a Bennett: la ocupación ha pasado a segunda página en la narrativa.

A pesar de ello, la ocupación es una realidad. Tanto los israelíes como los palestinos existen y viven en la misma tierra. Nadie se va a mudar a otro lado y el conflicto permanecerá hasta que se encuentre una solución. Si se quiere resolverlo de forma profunda, seria y honesta, es necesario reconocer su existencia, empezando por el primer ministro. Igualmente, se tiene que hablar de sus realidades: hay una disparidad de poder. Para los israelíes, no pensar en el conflicto es un privilegio que los palestinos no gozan.

No se puede sacrificar la tecnología de defensa que ha habilitado a este privilegio. La Cúpula de Hierro debe de seguir operando para salvar la mayor cantidad de vidas posibles. De igual manera, tampoco se puede sacrificar la empatía. Se tiene que nutrir, también para salvar la mayor cantidad de vidas posibles, a largo plazo, de forma sostenida y profunda.

 


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