Enlace Judío – En lo que va de este año, más de 90 ciudadanos árabes han muerto en actos de violencia delincuencial en Israel. En 2020 se registró en la comunidad árabe el doble de las muertes violentas que entre la mayoría judía. Alrededor de 21% de la población de Israel, 2 millones de israelíes son descendientes de los palestinos que durante la guerra de 1948, que marcó la creación del Estado de Israel, no abandonaron sus hogares.

La espiral de criminalidad contra los árabes israelíes se ha agravado en los 2 últimos años y golpea igual a mujeres, niños o simples transeúntes sorprendidos por un tiroteo. Muchas familias árabes israelíes han obtenido armas de fuego para defenderse de las bandas criminales, evidencia de que las fuerzas de seguridad de Israel han fracasado en su misión básica de proteger a los ciudadanos. 

Se estima que las armas que circulan en comunidades árabes suman entre 200 mil y 400 mil, muchas de ellas robadas del Ejército y en su mayoría en manos de grupos delincuenciales. 

En este ámbito surgió la organización Madres por la Vida en 2020 tras una ola de asesinatos familiares de las víctimas de la violencia y grupos de activistas árabes organizaron una marcha desde la ciudad de Haifa en el norte del país hasta Jerusalén para reclamar a las autoridades israelíes medidas urgentes contra el auge de la criminalidad. A la marcha se sumaron miles de judíos de la ciudad de Tel-Aviv, la proclama de la marcha fue “la sociedad está harta”, una que ha perdido la fe en el Estado y desconfía de la Policía.

La marginación, la miseria y la violencia han engendrado entre la población árabe israelí una sensación de abandono por parte del Estado de Israel, al que acusan de haberse desentendido de una quinta parte de sus ciudadanos.

Entre los principales factores que explican el auge de esta delincuencia destaca la transformación económica experimenta, con la aparición de una clase media de empleados calificados y comerciantes. Estos sectores menos tradicionales les han roto con la costumbre de someter a los jeques de los clanes patriarcales las disputas, para zanjarlas mediante arreglo de reconciliación. Las bandas ofrecen ahora este servicio al mejor postor.

En paralelo, la erradicación en las mafias judías que imponían su ley en las ciudades de la costa, tras una operación policial de años con apoyo de agentes del Shin Bet desvió parte de la actividad delictiva hacia las poblaciones árabes. Los miembros de las bandas se han infiltrado en el tejido económico hasta controlar las concesiones de servicios públicos municipales, mientras ejercen el floreciente negocio de cobrar derecho de piso a comerciantes y empresarios.

La hegemonía también obedece a relaciones secretas con el poder. Agentes policiales han responsabilizado al Shin Bet de haber ofrecido inmunidad a algunos delincuentes a cambio de transformarse en confidentes e informar sobre actividades nacionalistas en el seno de la comunidad, mientras las fuerzas de seguridad se han limitado a llevar la cuenta de los crímenes, a pesar de que 9 de cada 10 tiroteos se producen en zonas habitadas por la principal minoría de Israel. 

Con la incorporación de un partido árabe, el islamista Ra’am, al recientemente establecido gobierno de Israel, la nueva administración ha prometido a la comunidad de origen palestino un plan de inversiones de alrededor de millones de shekels en 5 años y que incluye una partida especial para la lucha contra la delincuencia.

Asimismo, desde agosto pasado se creó un cuerpo especial contra el crimen en este colectivo. El oficial árabe de mayor graduación, Jamal Akrush ya ha sido amenazado por las bandas. Su casa fue tiroteada.

El primer ministro Naftali Bennett, en una reunión ministerial del 3 de octubre pasado expresó su voluntad de lidiar con vehemencia con el crimen organizado que “ha creado un Estado dentro de un Estado”.

Señaló que la violencia en las comunidades palestinas ha llegado a una línea roja, alcanzando proporciones escandalosas. De aquí la decisión de Bennett de formar un Comité con varios ministros que incluye al Ejército y al Shin Bet en las tareas para frenar la criminalidad y la proliferación de armas en las comunidades árabes. El reto es colosal, empero, la decisión de erradicar la delincuencia está encabezada por el más alto nivel político del país.

 


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