Enlace Judío – La semana pasada, el domingo 17 de octubre, acompañado de mi hija mayor y mi nieta, salimos para Miami, Florida, para aplicarme la tercera dosis de la vacuna contra COVID-19. Mi esposa no tuvo oportunidad de ir a aplicársela porque está convaleciente de una reciente operación. El punto de partida fue la terminal uno del Aeropuerto de la Ciudad de México.

El vuelo estaba programado para las 6:30 a. m.., llegamos 3 horas antes a la sala  de la aerolínea de Volaris donde esperaban para abordar decenas de centroamericanos e incluso venezolanos, principalmente, con destino a diferentes ciudades de EE. UU. La mayoría eran jóvenes o parejas con niños.

La sala de espera asemejaba a la de una de algún aeropuerto de Venezuela o Cuba, por sus condiciones de deterioro. El escándalo era mayúsculo. La gente no todo el tiempo mantenía su cara protegida con un cubrebocas.

Afortunadamente nuestro vuelo no incluyó a esos grupos desorganizados y escandalosos. Los asientos eran confortables, estábamos en la segunda fila, que tenía un costo mayor. Las aerolíneas te hacen múltiples cargos por maleta, por la hora en que reservas. Las papitas o botellas de agua también tienen un costo.

Me llamó la atención que en la primera fila iba una persona con un perro grande de apoyo emocional al que se aferraba constantemente. Finalmente llegamos al aeropuerto de primer mundo de Miami.

Al día siguiente fuimos a un Centro Comunitario de Miami para tramitar el permiso de la vacuna. Está ubicado en el barrio denominado Little Haiti, uno de los 4 centros comunitarios de Florida. Estaba abarrotado de gente que iba a consulta médica, aplicación de la vacuna contra el COVID-19 y otros trámites administrativos, varios de los asistentes al centro se iban a vacunarse por primera vez e incluso no traían mascarilla.

Finalmente la persona que nos atendió nos dio el pase necesario para la vacuna, misma que me la aplicaron, previa cita, en una farmacia Walgreens en Miami cerca de donde estaba hospedado. Mi hija y mi nieta aprovecharon para que les aplicaran la vacuna contra la influenza.

Nuestra estancia en Miami fue breve, empero, la aprovechamos al máximo. Dos veces fuimos a la playa y el miércoles 20 de octubre día de mi cumpleaños 81 tuve una celebración muy emotiva con mi hija y mi nieta en el restaurante en una zona bohemia en desarrollo en la que todos los edificios y casas están grafiteados. La comida excelente (fusión asiática) y la mejor cerveza artesanal que he tomado. No faltó un trozo de pastel con el número 81 de velitas que apague entre los aplausos y felicitaciones de la gente que se encontraba en el restaurante. Gracias a mi hija y mi nieta que me dieron su cariño y cuidados en esta breve estancia en Miami.

 


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