Enlace Judío – Nunca antes ni en estos días algún escritor y dramaturgo ha acertado en encender el público enojo de amplios círculos de Israel como lo hiciera en su momento Hanoch Levin (1943-1999). 

Compuso más de sesenta piezas de teatro y múltiples canciones que constituyen un filoso y acertado grito contra la inflada retórica militar y nacionalista que Israel habría revelado en diversos enfrentamientos armados con sus vecinos. 

En tiempos de euforia colectiva provocados por decisivas pero costosas victorias en los escenarios del Medio Oriente, Levin no dudó en irritar a gobiernos y a dilatados segmentos públicos por medio de más de sesenta piezas teatrales que desnudaron los ambivalentes efectos de estos episodios. 

Atrevida postura que provocó —en los años 80 y 90 del pasado siglo—  amplias y encendidas protestas en todos los medios del país, incluyendo actos de violencia en los teatros —Habima y Kameri que se atrevieron a presentar sus obras. 

Sin embargo, en el andar del tiempo amplios círculos del país acertaron por fin a equilibrar sus actitudes y reconocer los talentos de este dramaturgo.  

Hanoch nació en 1943 en Tel Aviv. Sus padres acertaron a abandonar Polonia antes de la invasión nazi y llegar a Palestina enhebrando plegarias a los cielos. Sin embargo, desde la temprana adolescencia se rebeló contra las rutinarias oraciones y creencias en alguna entidad que habría creado el mundo para gobernarlo hasta su final. 

Fragmentarios estudios universitarios y un activo servicio militar condujeron a Levin a asumir posturas que en los años 60 del siglo pasado suscitaban violento enojo en amplios sectores públicos. 

Simpatizó en sus primeros años con la semántica de una izquierda presuntamente marxista, distante de la retórica que entonces prevalecía en el país. Inclinación que moderó en el andar del tiempo. 

Sus guiones teatrales exhiben un amplio abanico. En la Reina de la bañera, por ejemplo, censuró la inflada retórica gubernamental y pública que apenas consideraba el alto precio que en la Guerra de los seis días y en violentos intercambios en las fronteras debieron pagar tanto israelíes como árabes.  

La crítica a sus guiones teatrales de amplió con Las agonías de Job. El actor que lo interpretaba se presentó casi desnudo en el escenario ante un público apenas habituado a este género de espectáculo. 

En no pocas ocasiones sus filosas presentaciones fueron severamente impugnadas por miembros de la Knéset. Sin embargo, Levin no dejó de ampliar y diversificar sus obras teatrales en las que censuró a militares y a planteamientos mesiánicos que apenas apreciaban los costos en vidas humanas. 

En el andar del tiempo —falleció a los 56 años— amplios sectores del público reconocieron por fin el talento y la justicia de sus mensajes. 

No debe sorprender que, sin largas pausas, los escenarios del Kameri y Habima ofrecen hasta hoy sus provocativas obras con el amplio aplauso del público.


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