Enlace Judío México e Israel – Psicóloga de formación, Raquel Stolarski ha encontrado en el vidrio un vehículo para sentir y pensar sobre el dolor, la luz y la belleza. Su obra ha viajado por el mundo y ha sido plasmada, reconfigurada en un libro que vio la luz este año. Conversamos con ella, en exclusiva, para entender un poco más sobre su proceso creativo, y para conocer su historia.

 

Hace muchos años, Raquel Stolarski era una psicóloga social con trayectoria. De pronto, un material y sus posibilidades la arrancaron de aquella vida para mostrarle su verdadero camino: la escultura en vidrio, al que describe como un “jarabe de fuego que nace en la hoguera de minerales y arena.”

“Yo creo que, de alguna manera, abre uno las ventanas interiores, y se dio una situación casual en donde tuve mi primer contacto con un vidrio grabado. Yo nunca había visto un vidrio grabado ni sabía qué era eso”, narra sonriente mientras reconstruye el momento en que el azar la colocó frente a la pasión de su vida.

“Un señor que vino a colocar unos espejos” le pidió hacer un dibujo para grabar sobre el vidrio. “Llegó con el grabado y fue amor instantáneo, y de ahí empecé a buscar cómo aprender a hacer eso. Tuve la maravillosa suerte de dar con un señor, Víctor Hernández, que tenía un taller de grabado, un taller comercial, y abrió las puertas de su taller para mí y para otros artistas también. Y ahí aprendí los rudimentos de esto, que es el grabado y el diseño para el grabado, que tiene sus características especiales.”

Luego su esposo, que era propietario de una fábrica de puertas y closets, le prestó una porción de aquel espacio para que ella pudiera trabajar. “Y entonces ya pude experimentar y pude jugar en mis anchas. Y empecé a vender muy rápido, porque el vidrio, como te lo he dicho, es adictivo. Y ese fue el principio.”

Pero solo el principio. Stolarski se dio cuenta de que si quería llevar su pasión a un nivel más alto tenía que formarse como artista, así empezó su recorrido por diversas escuelas en Estados Unidos y México. “Y poco a poco me fui formando y fui buscando también cursos específicos.”

Una mujer seducida por el vidrio

Hay un momento específico grabado en la memoria de Stolarski, el día en que por fin se dio cuenta de que se había convertido en una artista, y no ocurrió en España o en Japón, a donde llevó su obra en algún momento, sino en la Ciudad de México. “Fue mi primera exposición, en el hotel Camino Real, hace muchísimos años. ¿Por qué me marcó?, porque cuando la vi instalada yo no podía creer lo que es el vidrio. Yo empecé trabajando mucho en cosas decorativas, pero siempre mi aspiración era llegar a ser artista. Y creo, modestia aparte que, cuando me di la vuelta por esa exposición, me encontré como artista, encontré mi identidad y sabía que el vidrio era mi vida.”

También recuerda su exposición en el Museo del Vidrio en Madrid. “El museo, que es una casa antigua de fines del siglo XIX, una mansión transformada en museo. Y ahí tuvimos una exposición, tuve una exposición individual. Entonces nos llevamos algo así como 1300 kilos entre vidrios y empaques. Y fue, a parte de la experiencia de exponer con un público diferente, toda la cuestión de mover el vidrio, saber empacar el vidrio; que no se rompa es toda una ciencia. Y fue muy interesante y tuvo una excelente acogida la exposición. Se quedaron varias piezas en España.” 

Otra fue la “Bienal en Florencia, a donde fui seleccionada para presentar obra entre 500 artistas. Tuve el honor de obtener un cuarto lugar con mi obra. Entonces, tengo mi medalla y Magnus Laurentius Medicis, y pues también fuimos a Japón. Esa fue una exposición más pequeña. Fue una exposición colectiva como parte de un congreso que de la Glass Art Society, que es el organismo internacional de arte en vidrio, y con la Art Glass Society, que estuve en la Mesa Directiva, estuve viajando por distintos países y organizando exposiciones. Hice una internacional en Tucson y otra en Tampa, Florida, que me acercaron artistas de muchos países a técnicas muy diferentes y que a veces lo único que hablamos en común era vidrio y nos entendíamos de maravilla.”

En Japón obtuvo quizás todavía más que lo que dejó ahí. “Fue muy interesante porque fue entrar en contacto con una cultura diferente de la cual sabía yo poco, lo confieso. Y por un lado tienen un arte sumamente complejo que es el arte rebuscado y rococó, que es el arte más antiguo. Sin embargo, su arte contemporáneo es de unas líneas muy, muy limpias. Que con muy pocas líneas se arma una figura, se arma una idea y se comunica algo y es de una fineza que me encanta.”

La forma y la sustancia

Sobre los temas que abarca su obra, Raquel Stolarski dice que son etapas de un proceso creativo. “Lo que yo he experimentado, lo que enciende en mi imaginación, la verdad, la verdad es experimentar, experimentar con la forma y con la figura. Y en esas etapas, de repente me encuentro con que, por ejemplo, fuimos a Alaska y vi los glaciares y les saqué 50 mil fotos y de ahí saqué una serie de obras.”

Su aventura también la llevó a Australia, donde “estuvimos buceando en el arrecife, que es uno de los lugares más bellos que he visto en mi vida, si no es que el más. Y de ahí salió, de todas las formas marinas”, otra fuente de inspiración que terminó convertida en vidrio y en la luz que, a través de este, cobra múltiples nuevos sentidos y formas.

“El desnudo (también) me encanta. Creo que el cuerpo femenino y masculino tienen una armonía y una simetría y una calidez, que me encanta seguir trabajando y conociendo y conociendo. Entonces, he regresado constantemente a explorar esas formas y otras obras temáticas.”

“Nunca Jamás”

La identidad judía de Stolarski no se ha quedado fuera de su trabajo. “Por ejemplo, la pieza ‘Nunca Jamás’ fue hecha concretamente para un concurso que se llamó Kristallnacht, en relación con el Holocausto; lo convocó un organismo en Estados Unidos, el National Liberty Museum, en Filadelfia, y ahí tuve el honor de obtener una medalla de oro y que mi obra fuera publicada y actualmente está en el museo.”

Sobre dicha pieza, Stolarski dice que “representa a una mujer judía en el momento de su desintegración en un campo de concentración. Tiene grabado el número seis millones. Si te fijas en su vientre, está hueco, está arrancado su bebé; está embarazada. Y si te fijas en la parte inferior que tiene los pedazos de vidrio, es cómo se va desintegrando. Pero al mismo tiempo ves su mano un poco hacia el cielo, buscando la vida. Aunque sea muy tenue.” 

Introspección

La introspección, materia prima de su antigua carrera, es también fundamental en su trabajo artístico, y el material que la sedujo y al que le ha dedicado su vida creativa, es perfecto para mirar hacia dentro. “Una de las características obvias del vidrio y de los espejos es el reflejo. Y es que puedes mirar hacia adentro. Es el único material escultórico que te permite ver qué está pasando hacia adentro.”

Para la artista, “poder interpretar esa vida interior me ha llevado a buscar mi propia vida interior y tratar de identificarme con mis figuras y tratar de entender lo que me pasa o lo que quiero, o lo que no quiero, o lo que me duele o lo que me hace sufrir reflejado en mis propias figuras. Tengo, por ejemplo, una pieza que se llama ‘Migraña’. Yo padecí de migrañas muy severas y, cosa curiosa, hice una serie de migrañas y tuvieron un éxito increíble. Hay mucha gente migrañosa que de alguna manera sacaba su dolor mirando esa pieza.”

Las técnicas

“Yo trabajo en lo que se llama técnicas en vidrio frío“, explica Stolarski cuando se le pide describir el proceso que sigue para transformar la arena en luz. “Trabajo a partir de placas de vidrio, de distintos espesores, de distintos colores; con esas placas se crea un volumen, adhiriendo con pegotes especiales para vidrio,  placa sobre placa. Ahora ¿cuál es la gracia del vidrio? Que cada placa la puedo grabar, pintar, meter algún tipo de material muy plano entre las placas, por ejemplo, hojitas o papel de periódico y hojas de cobre y toda una infinidad de materiales.”

El resultado es un estallido de texturas y colores, luz en movimiento que parece la representación instantánea del sueño, de la consciencia al viajar por los filamentos neuronales. “Y entonces, finalmente, cuando armas la pieza y le das luz, porque la luz es la mitad de la pieza, la luz se ilumina desde el interior y se crea una tridimensionalidad con todos estos materiales.”

Pero todavía queda trabajo por hacer. “Habiendo armado un bloque, digamos, entonces hay que escupirlo y utilizo una técnica que se llama Sand Blast o grabado al chorro de arena, en español, que es arrojar un abrasivo, óxido de aluminio, a una velocidad muy fuerte y (este) carcome el vidrio, lo deshace. Entonces, hay todo un modo específico de grabar el vidrio cubriendo las partes que no quieres que se desgasten. Y es un proceso bastante complicado que finalmente termina en una figura. Y esa figura hay que darle un baño de ácido clorhídrico y sulfúrico. Es una cochinada, pero lo deja totalmente suave, satinado como un Lalique.”

A lo largo de décadas, la artista ha ido mejorando y puliendo su técnica para conseguir las figuras que le han dado reconocimiento en México y fuera de él. “Sí, sí, lo fui mejorando, especialmente la elaboración de volúmenes. Cuando yo empecé a trabajar no existían esos adhesivos (…); la experiencia con el chorro de arena me permitió cada vez hacer figuras más diferentes, extrañas, experimentar más con huecos. También trabajar las figuras como rompecabezas y concebirlas de esa manera para ir creando una figura cada vez mayor o más complicada. Me encantan las figuras complicadas.”

Esas “figuras complicadas” pueden apreciarse tanto en colecciones privadas como en exposiciones en museos de Japón, España, Estados Unidos, Italia y, claro, México. Aquí, su obra se ha exhibido en sitios tan emblemáticos como el mismo Museo Rufino Tamayo.

“¡Cómo no mencionar esa maravillosa, absolutamente maravillosa exposición, que es que se realizó con el Congreso Internacional de la Glass Art Society, que fue aquí en México! Fue una exposición internacional. Yo presenté ahí una pieza que se llama ‘El árbol de la vida’, que por ahí anda en el libro. Y luego nos fuimos a Monterrey, con la misma exposición y un montaje completamente diferente.”

Piel traslúcida

En la pasada edición de la Feria internacional del libro del Palacio de Minería, Stolarski presentó, de manera virtual, su libro Piel traslúcida, “una aventura que duró dos años, que pasó por tres diseñadores, que terminé con mi amigo José Luis (Lugo), a quien yo escogí, el diseñador del libro, porque me presentó no un catálogo (sino) un libro, una cosa extrañísima, y me di cuenta que con él iba yo a poder realmente hacer lo que era mi sueño, una obra de arte independiente de las obras de arte.”

Definido por otros como una pieza en sí, el libro recurre a la máxima “forma es fondo” para permitir que la luz juegue con las imágenes impresas, donde obras o fragmentos, representaciones al fin y al cabo, de la obra de Stolarski, cobren nueva vida y nuevo sentido con cada nuevo par de ojos que en ellas repara.

“Entonces, tú vas a saber que en el libro hay piezas cortadas o pedazos o secuencias extrañas o es de papeles diferentes. Y sí, la idea es que fuera como una especie de caja de sorpresas en donde la obra no fuera como un catálogo, sino que pudiera lucir de una manera y jalar a toda la atención del espectador. Y creo que lo logramos.”

Las fotografías que se usaron para confeccionar el libro son el producto de 40 años de documentación de la obra de la artista, y fueron tomadas por 10 distintos fotógrafos.  “Y Jose Luis Lugo, mi diseñador, tuvo la audacia de jugar con la obra lo suficiente para que mis locuras se hicieran realidad.”

Aspirante a escritor

Algunas de las “locuras” de Stolarski todavía no se hacen realidad. Una de ellas es ser escritora. “Soy aspirante a escritor, esa es mi carrera que sigue. Ser escritor, escribir novela. Y sí, estoy en un taller de escritura. Llevo ya bastantes años ahí. Y me encanta”, dice y confiesa que, para ella, escribir es más difícil que esculpir el vidrio. “Pero voy a aprender a escribir porque soy una persona muy determinada y obsesiva.”

Su aventura literaria ya comenzó. “Estoy trabajando con un personaje que me encontré, que yo le llamo un héroe de medio pelo, un casi héroe, que es un ruso judío que nació un Bielorrusia y tuvo una carrera dentro de lo que fue la Revolución Rusa, de llevar la revolución por distintos lados del mundo.”

La artista ha viajado a China y a Rusia tras la huella de su personaje, Mikhail Borodin, un judío ruso que participó en la Revolución Bolchevique y terminó siendo asesinado por Stalin. “Y su vida fue muy, muy interesante”, nos adelanta.

Palabras enlazadas

Si bien la novela está en proceso, algo de su trabajo como escritora ya es real. “De mi grupo de literatura, empezamos a trabajar… No, no empezamos a trabajar: la pandemia nos mandó a cada quien a su casa. Entonces nos empezamos a comunicar por WhatsApp y luego lo que whatsappeamos lo trabajamos, lo editamos, y lo convertimos en un libro. Pero ha tenido muy buena recepción el libro. Somos seis y vamos intercalando lo que cada quien va sintiendo. No necesariamente una le contesta la otra. Tú puedes hablar de una cosa y la que sigue de una cosa completamente diferente. Pero al final de cuentas es la experiencia de seis mujeres en la pandemia.”

Palabras enlazadas es el nombre de dicha aventura, quizás un paréntesis creativo en la predominante pasión de darle forma, color y textura a un material enigmático y asombroso, el vidrio. “En cuanto se pueda, me gustaría regresar a mi taller y retomar y empezar otra cosa diferente. Y no sé qué. Por la pandemia y por otras razones, he estado alejada del taller un tiempo relativamente largo, pero ya me hace falta. Claro, vendrá cuando las condiciones de la pandemia nos permitan una exposición con una presentación del libro.”

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