Enlace Judío – El fútbol internacional es una ocasión para expresar un nacionalismo mayormente inofensivo. Parafraseando a George Orwell, son guerras sin muerte que se juegan en una cancha. Acabando el partido, los aficionados del equipo perdedor se quedan con un sabor agrio en la boca y un sentimiento de humillación que eventualmente se desvanece sin consecuencia alguna. En cambio, la afición de la selección ganadora festeja con cantos patrióticos y con un orgullo nacional campante.

Los jugadores que portan los colores nacionales se convierten en héroes. Sin importar para qué equipo juegan o de dónde provengan, una anotación de gol basta para que los aficionados de su país se rindan a sus pies. Incluso pasados criminales, opiniones políticas o personalidades de dudoso pundonor pueden ser ignoradas en favor de una jugada brillante que ayude a ganar a la selección.

Sin embargo, existen casos en los que la política, la composición étnica o temas de carácter social trascienden lo hecho en la cancha. Son aquellos casos en los que la actitud de una afición puede hablar a volúmenes.

En la pasada fecha FIFA, la escuadra nacional de Israel quedó oficialmente eliminada de contender en la Copa del Mundo varonil de Catar en 2022. No obstante, una participación en las eliminatorias en la que consiguieron 16 puntos tras cinco victorias, un empate y cuatro derrotas fue un mejor balance a lo que acostumbra la selección blanquiazul. 

Detrás de la mejoría en el rendimiento de los israelíes, se encuentra Munas Dabbur. Desempeñándose como delantero centro, juega para el 1899 Hoffenheim en la Bundesliga alemana, uno de los torneos de mayor calidad futbolística en el mundo. Además, con una valuación de 12 millones de dólares, es el segundo jugador más caro de la selección de Israel.

Portando el mítico dorsal número 10, usualmente reservado para los jugadores más creativos y determinantes de un equipo, Dabbur marcó 6 goles y 2 asistencias en 9 partidos para Israel en este 2021. A pesar de sus proezas en la cancha, los reflectores en torno a él se han centrado en un aspecto ajeno al balompié.

En el medio de las confrontaciones entre judíos y musulmanes en el Monte del Templo el pasado mayo, Dabbur — quien es un árabe israelí — compartió un mensaje en Instagram con una cita del Corán diciendo que “Dios va a castigar a los perpetradores de la injusticia”.

Es interesante ver cómo diferentes actores han reaccionado desde su mensaje. Primero que nada, aprovechando la anonimidad de las redes sociales, aficionados lo agredieron con comentarios agresivos e incluso racistas bajo la publicación. Acto seguido, la Asociación de Fútbol Israelí suspendió a Dabbur de participar en actividades con la selección. Ante el bullicio, el futbolista se quedó callado. Por el contrario, su hermano se pronunció en una entrevista radiofónica: “Munas estaba dolido por los comentarios que dejaron los fanáticos en su publicación. ¿Por qué otros jugadores pueden hablar y él no? […] Nunca atacó a los judíos, sino que citó el Corán”.

Después de jugar sin él por unos partidos amistosos, el entrenador Willibald Ruttensteiner lo volvió a invitar al equipo para las eliminatorias mundialistas. Sus compañeros de equipo lo acogieron de regreso y han manifestado no tener problema con su presencia. Aún así, algunos aficionados han expresado la actitud contraria. A pesar de marcar goles cruciales contra Austria, Escocia y las Islas Faroe, abrumadores abucheos en su contra se escucharon desde la tribuna.

A la confrontación se han sumado figuras de derecha como el exdiputado por el Likud Oren Hazan quien básicamente lo acusó de malagradecido con el Estado diciendo que “el que patea una vaca, no tomará de sus ubres”. Igualmente, el ultraderechista Itamar Ben-Gvir lo denunció de no estar en el lado correcto: “Nunca habíamos visto algo así, un jugador en la selección nacional que quiere reemplazar a la multitud y quizás también a la nación. No hemos olvidado sus comentarios durante la Operación Guardián de los Muros o de qué lado pertenece… un jugador así no tiene lugar en la selección nacional”.

Las reacciones a los comentarios de Dabbur ilustran una división entre dos ideologías dentro de Israel, además de dar cuenta el nivel de polarización étnica y política al interior del Estado. Por una parte, está el sector de Israel tolerante, que acepta la libertad de expresión y la diversidad. Cuando el resto del equipo acepta a Dabbur, pone de lado sus diferencias y celebra con él, la heterogeneidad triunfa. Cuando aficionados judíos y árabes se unen en las redes sociales se unen para condenar el racismo contra el futbolista, el Israel civista gana.

Del otro lado, queda el sector ultranacionalista que incomoda a Dabbur, que le dice que no pertenece al país en el que nació y el que lo obliga a celebrar con un gesto de silencio hacia los aficionados. 

Los abucheos, el racismo y la intolerancia a las ideas ajenas intentan destruir lo que debe de ser el fútbol: un espacio dónde la diversidad es celebrada y las diferencias se olvidan para buscar un objetivo en la cancha. Más importante, intentan destruir lo que debe de ser Israel: un Estado para todos sus ciudadanos, como se planteó en la Declaración de Independencia.


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