MAURICIO ALISKEVICIUS

Una locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.

                                                                                                         Albert Einstein

 

El pueblo judío lleva dos milenios intentando erradicar al antisemitismo.

La lucha y el desprecio hacia nosotros cambia su forma, su nombre, su estilo, pero no su fuerza. Cambia su lenguaje, la explicación de sus motivaciones, sus tácticas y estrategias. Se manifiesta contra un individuo, contra un grupo o contra todo un país, pero no desaparece.

No pretendemos buscar explicaciones, ya muchos lo intentaron, pero nunca sale a luz la posibilidad de eliminarlo.

Por lo tanto, si lo que pretendemos es ganar esa batalla, o la guerra definitiva, al no poder cambiar al enemigo, al no poder convencer a nadie de nuestras razones, debemos hacer caso al gran Albert Einstein y su frase que luce en el encabezamiento de este artículo.

No debemos perder tiempo en discusiones, no hemos logrado nada positivo y no lo lograremos. Por lo tanto basta de discutir, basta de justificar nuestras actitudes y hasta nuestra existencia.

Nuestros enemigos: todos los eximperios, todas las religiones, todas las dictaduras que no quieren un ejemplo de democracia cercano, todas las democracias o pseudodemocracias que precisan distracción para engañar a sus pueblos, todas las ideologías que fracasaron. Agregamos la ignorancia.

No está en nuestras manos modificar frases del Corán.

No depende de nosotros que aunque el Vaticano nos haya “perdonado”, los curas continúen predicando nuestra “culpabilidad”. Ni siquiera cumplieron con la promesa de abrir los archivos de los años del nazismo. “Algo huele mal en Dinamarca” (Hamlet).

Nos preguntamos si los españoles  -tan antisemitas en su mayoría- ignoran esa orden divina para el islam que incluye hacer nuevamente de la península ibérica un dominio musulmán. Y así como España también es gran parte de Europa y África. La puede ignorar el español llano; ¿pero los gobernantes, los dirigentes políticos, los dueños de medios de información también lo ignoran? Cuando hablan de patriotismo, cuando enseñan historia, toman en cuenta que la mitad sur de la península ibérica caerá en manos del islamismo radical al mismo tiempo que ese islamismo intentará conquistar toda Israel?

Nos preguntamos si la prensa y los candidatos en las elecciones de Francia ignoran que ya gran parte de su país está dominada por los musulmanes, que rige la “sharía”, que cortan el movimiento todo de muchas ciudades anteriormente francesas en las horas de rezo que olvidan los asesinatos terroristas por lo que islamistas consideran ofensas a Mahoma (Charlie Hebdo y siguientes).

Pero el peligro del islam no es solamente de parte de los fanáticos. Las enseñanzas de Mahoma les deja bien claro (o les obliga) que pueden prometer cosas, firmar documentos, pero después incumplir lo prometido si el incumplimiento favorece al islam. Acaso los gobernantes de los países no musulmanes ignoran esto también?

¿Los gobernantes del G7 que insisten en firmar un acuerdo con Irán sobre la no fabricación de armas nucleares, ignoran que el fanático gobierno de Irán se rige por la sharía, por lo que sea lo que sea que conste en un posible convenio, ellos no lo respetarán por las mismas razones que impone el Corán?

¿El mundo todo desconoce que gobernantes de sitios como Siria, Gaza, Cisjordania, Líbano, Rusia, China, Corea del Norte y tantos más no pueden respetar a otros pueblos si están demostrando que no respetan a su propia población?

El Estado de Israel quiere la paz, pero la debe lograr sin tener que justificar ninguna de sus actitudes.

No debemos tener ambiciones imperialistas, eso es claro, podemos discutir determinadas fronteras con nuestros vecinos. Pero debemos luchar con todas nuestras fuerzas.

Debemos demostrar que no precisamos el visto bueno de Occidente, no precisamos a la ONU ni a sus organismos de papel movidos siempre por los vientos de intereses que no son los nuestros, ayer –también hoy- eran izquierdas y derechas (el odio al judío los une), hoy teocracias musulmanas, mañana quién sabe.

No tenemos amigos, los aliados de ayer ya no lo son hoy, los nuevos amigos de hoy mañana serán nuestros enemigos nuevamente.

Somos nosotros, los judíos, los israelíes y los que viven fuera de Israel, quienes debemos estar unidos. Únicamente juntos y con poderío podremos vencer y finalmente obtener la paz.

Cuando se nos acusa de algo debemos responder: “sí, y qué?” Para el enemigo la justificación es sinónimo de debilidad.

Cuando el actual EE. UU. quiera imponernos algo, nuestra respuesta debe ser: “qué ejemplo nos dan ustedes, ¿acaso Vietnam o Afganistán?”

Cuando algún país europeo objete nuestras acciones podemos decirles: “miren primero para dentro de sus casas, no sabéis qué hacer con el problema musulmán y vuestros centros de estudio viven temblando de no ofender al islam”.

Debemos vigilar a los inversores extranjeros, como China e incluso nuestras nuevas relaciones del mundo árabe. Hoy nos precisan, no deben tener nuestros avances tecnológicos porque mañana los usarán en nuestra contra.

La diplomacia es muy buena pero es comparable a un cuchillo sin filo, el filo es nuestro poder militar. El BDS se afianza en nuestra contra, ¿no podemos usar una herramienta  similar contra el enemigo?

Tenemos a nuestro alrededor muchos eximperios que están nostálgicos de su poderío anterior y no van a dejar de intentar volver a su esplendor  imperial: Rusia, Persia (Irán), otomanos (Turquía), por nombrar algún ejemplo. Hay más pero no están con suficientes fuerzas para soñar (por ahora).

Queremos la paz, pero la experiencia nos ha demostrado que se logra únicamente con inteligencia y fuerza, la diplomacia ya ha fracasado muchas veces.

Terminamos con frases ajenas pero compartidas:

“En asuntos internacionales, la paz es un período de trampas entre dos luchas” —Ambrose Bierce

“Diplomacia: el camino más largo entre dos puntos” —Pierre Decourcelle

“Si los diplomáticos cantaran, no habría guerras” —Chavela Vargas


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