Enlace Judío – Al final de noviembre de 2021 por primera vez en cinco años se realizaron elecciones en Venezuela en las que practicaron los principales partidos de la oposición. Los antichavistas una vez agotada la vía del derrocamiento del presidente Nicolás Maduro, aceptaron participar en unos comicios regionales y municipales en los que a todas luces sabían que iban a perder con la esperanza de ganar poder territorial y abonar el camino para celebrar unas presidenciales en los próximos años con ciertas garantías democráticas.

En las llamadas megaelecciones de noviembre pasado, se disputaron más de 3,000 cargos entre gobernaciones, alcaldías y consejos locales; el chavismo cedió a la oposición dos de los cinco puestos del Consejo Nacional de Elecciones (CNE), el organismo  que lo organizó y accedió a la presencia de observadores internacionales de la Unión Europea.

El acercamiento entre gobierno y oposición podría volver a encarrilar el diálogo en México, donde ambas partes discutían, con la mediación de Noruega, una salida a la crisis que ha vivido Venezuela en los últimos ocho años. Venezuela en ese lapso ha perdido el 80% de su economía, el mayor colapso de un país no inmerso en una guerra. Cinco millones de venezolanos han emigrado. El chavismo ha ocupado todas las instituciones del poder y los opositores han tenido poco margen de maniobra para actuar en igualdad de condiciones. Muchos han terminado en el exilio.

El diálogo quedó suspendido por la extradición a Estados Unidos de Alex Saabi testaferro del chavismo. La idea de acuerdo a políticos de ambas partes, era reactivar esas conversaciones después de los comicios. El fin último es normalizar el país, reconstruir las instituciones y organizar en poco tiempo unas elecciones presidenciales.

Es de destacar que en los últimos comicios los chavistas contaron con toda la red de comunicación del Estado para difundir su mensaje y con mayor presupuesto en las campañas. Asimismo, aglutinó voto al haber intervenido facciones disidentes del propio chavismo que pretendían presentarse por su cuenta. La oposición, en cambio, está disgregada en cada región que presentaron varios partidos, e incluso sobre varios de ellos existe la sospecha de que están financiados por el propio chavismo. A esos partidos se les conoce despectivamente como alacranes. 

Es de destacar que dirigentes chavistas como Diosdado Cabello o el propio Maduro han despreciado a los observadores internacionales. Maduro expresó con ironía: “¿puede algún veedor internacional en algún país del mundo dar un veredicto sobre la validez de un proceso genuinamente nacional y soberano de un país? No, así que se baje de esa nube la Comisión de la Unión Europea”. Aparentemente los venezolanos no tenían esperanza en las elecciones.

La oposición ha estado pidiendo repetidamente la abstención como método de protesta pasiva, pero en esta ocasión sus partidarios llamaron a la gente a que saliera a la calle, aunque ni ellos mismos confiasen del todo en la pluralidad de las elecciones. El chavismo consolidó su poder en Venezuela al ganar 20 de los 23 Estados del país, además de Caracas, en las elecciones regionales, unos comicios en los que voto el 41.8% del censo – 8.1 millones de votantes de los 21 millones llamados a las urnas – y que, por primera vez en 15 años contaron con una Misión de Observación Electoral de la Unión Europea. La oposición pagó muy cara su falta de unidad, además de un lustro llamando a la abstención, lo que ha sembrado la semilla de la desconfianza en buena parte de la ciudadanía. 

A la luz de los resultados de las elecciones, la fragmentación de los críticos al gobierno, los enfrentamientos por las candidaturas y la falta de un discurso que conecte a la gente, han socavado las expectativas opositoras. La jornada electoral, sin penas y anomalías transcurrió con una normalidad inédita en los últimos años; no hubo acusaciones de fraude. Con unos adversarios a la deriva, en un escenario de elevada abstención, cercana al 60% se reveló el hartazgo ciudadano. Por su parte, el Departamento de Estado de Estados Unidos señaló que el régimen de Maduro privó una vez más a los venezolanos de su derecho a participar en un proceso electoral libre y justo.

Guaidá, el líder opositor que representó hace dos años la esperanza a un cambio y una alternativa a Maduro, apareció en los medios escoltado por dos banderas patrias y con el gesto de solemnidad institucional que otorga un cargo como el de presidente, aunque sea interino, expresó que “hoy Venezuela continúa en un régimen que pretende disfrazarse para tener legitimidad. Maduro continúa siendo ilegitimo, continúa en una fase de investigación de la Corte Penal Internacional”.

Guaidó señaló que la abstención fue la expresión “de un silencio claro de los ciudadanos. Nos quisieron arrinconar con un falso dilema de votar y no votar”. Comentó que las elecciones fueron un evento sin condiciones preexistentes que secuestró siglas de partidos y financió rivales para dividir a la oposición y se crearon partidos opositores light que conviven con el oficialismo.

Por otra parte, la mayoría de los opositores en el exilio no apoyaron la participación de la oposición en las elecciones. El exalcalde de Caracas, Antonio Ledezma, subrayó que perdió la democracia: infiltrados y colaboradores cumplieron su deshonroso papel.


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