Enlace Judío – Durante las cuatro olas de COVID-19, los pacientes jadeaban mientras el profesor Zvi Fridlender, del Centro Médico Hadassah, corría entre ellos para intentar ayudarlos. Esta vez respiran mejor, afirma en una entrevista a The Times of Israel.

“Con Delta, iba de un lado a otro y veía que la respiración de este paciente deterioraba, que este requería oxígeno y que pronto tendría que ser ventilado”, dijo el médico mientras se preparaba para abrir y dirigir la tercera sala de COVID-19 de su hospital.

“Con Ómicron, no tenemos el mismo grado de deterioro ante nuestros ojos; el impacto es menos dramático, incluso entre los pacientes graves”, señaló Fridlender.

Recientes estudios sugieren que Ómicron no infecta las células de las profundidades de los pulmones como afecta a las de las vías respiratorias superiores.

En uno de los estudios más influyentes, el Dr. Michael Diamond, virólogo de la Universidad de Washington en San Luis (Misuri), expuso a animales a varias variantes y descubrió que la concentración del virus en los enfermos con Ómicron era diez veces menor que en los demás.

A pesar de su alivio por el limitado efecto en los pulmones de los pacientes, Fridlender habló con un sentido de urgencia.

El contagio por Ómicron en Israel es tan pronunciado que la nueva sala es la tercera que se abre en Hadassah en dos semanas. Hasta el 27 de diciembre, los pacientes con COVID-19 eran tan escasos que eran atendidos en habitaciones cerradas de las salas de medicina interna.

Entonces había siete pacientes con coronavirus en Hadassah; actualmente hay 52, entre ellos cuatro en estado crítico y 15 en estado grave. A nivel nacional, el 27 de diciembre se registraron 13,053 casos activos, 143 en los hospitales, 87 de ellos en estado grave. Ahora, dos semanas después, hay 185,753 casos, 523 hospitalizados y 247 en estado grave.

Profesor Zvi Fridlender del Hospital Hadassah en Jerusalén
Profesor Zvi Fridlender (Cortesía del Hospital Hadassah en Jerusalén)

“Las cosas están aumentando muy rápidamente”, dijo Fridlender. “No hace mucho abrimos la primera sala, hace tres días la segunda y ahora estamos a punto de abrir la tercera”.

El tratamiento contra COVID-19 en los hospitales es el mismo que en olas anteriores. Para evitar el deterioro de pacientes en casa, se administran píldoras recientemente aprobadas por Pfizer y Merck.

En los hospitales, los pacientes suelen recibir medicamentos antivirales como el remdesivir, y esteroides como la dexametasona. Al igual que en olas anteriores, pacientes vacunados tienden a responder mejor, indicó Fridlender.

Una parte del arsenal que se utiliza mucho menos hoy en día es el ventilador, que se consideraba la pieza definitiva del equipo médico en la primera oleada. “Sencillamente, no estamos en la misma carrera constante para ayudar a la gente a respirar, para atenderla justo a tiempo antes de que tenga graves dificultades para respirar. No hay la misma presión. Esta es una gran diferencia”, agregó.

“Las salas de COVID-19 son ahora diferentes en muchos sentidos. Al principio de la pandemia, no había visitas, pero eso cambió, y ahora los familiares nos visitan con todo el equipo de protección”.

“Supongo que si el virus no cambia, con esta variante la proporción de pacientes graves seguirá siendo baja”, dijo, y añadió que esto no significa que Israel esté fuera de peligro.

“La variante actual se propaga con tanta rapidez que puede infectar a tantas personas que una enfermedad grave entre una pequeña minoría podría saturar los hospitales”, estimó.

“Aunque una proporción relativamente pequeña de personas esté muy enferma, el número podría ser tal que tendríamos un gran número de pacientes”, explicó Fridlender.

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