Enlace Judío México e Israel – A veces cuando juzgamos moralmente las acciones de una persona estamos acostumbrados a ver únicamente los resultados o manifestaciones externas de las mismas; pero no observamos, ni nos preguntamos sobre los funcionamientos internos de las mismas. Como no podemos ver las intenciones con las cuales actúan las personas tendemos a creer que éstas no importan. Sin embargo, para el desarrollo espiritual de la personalidad la intención a veces es lo que más importa.

Uno de los pecados más graves para el judaísmo es mentir y manipular a las personas para que actúen de cierta manera. Este pecado se agrava si la persona lo hace para obtener beneficio personal; uno no puede ejercer poder, infundir miedo o intentar controlar a otra persona aunque pretenda dirigirla hacia una acción aparentemente buena; pues la persona actuaría de esa manera por miedo y no por integridad y decisión propia. Tampoco se puede dar un consejo pensando en el bienestar de uno y no de la persona que se aconseja.

Aunque estas premisas morales sean aceptadas por la gran mayoría de la gente es sorprendente observar lo difícil que es para ciertas personas cumplir con ellas; pues hay muchísima gente que sin darse cuenta termina manipulando y ejerciendo control sobre quienes los rodean. En gran medida esto sucede por una falta de conciencia por parte de la persona que manipula, en general es muy difícil entender las emociones conflictivas que tenemos dentro de nosotros. Muchas veces la persona cree que actúa por buena voluntad y no se da cuenta que lo hace por envidia, deseo de poder, su imagen personal o dependencia emocional; pues los sentimientos se disfrazan tras una careta de compasión, interés por el prójimo o bondad. Para actuar realmente de forma correcta uno debe ser sincero con sus propias emociones y aprender a aceptarlas sin intentar disfrazarlas por el miedo que tiene de sentirlas.

La Torá tiene varios ejemplos de hombres que actuaron por ambición propia engañándose a sí mismos sobre sus propias intenciones, esto a su vez se contrasta con hombres íntegros que perseguían los mismos fines pero de una forma desinteresada. De esa forma se nos señala el peso que tienen las intenciones en nuestras acciones y lo importante que es analizar correctamente nuestras motivaciones.

Koraj y Moisés

El mejor ejemplo que tenemos de un hombre que estaba cegado a sus propias intenciones y empujo a un gran número de personas a que lo siguieran fue Koraj. En sí los reclamos que hace a Moisés no son totalmente injustos, era su deber cuestionar las estructuras políticas bajo las cuales estaba el pueblo judío siendo gobernado. El problema radicó en que no fue capaz de ver su propia envidia y ambición personal y reflejó sus propias emociones sobre Moisés y Aarón. Koraj creía que Moisés y Aarón buscaban poder y ambición, porque él mismo lo buscaba y proyectó su persona a la de ellos; tanto así que fue incapaz de ver la humildad de Moisés y terminó por condenarse el mismo.

En contraste Moisés es considerado el hombre más humilde que ha existido en el mundo “Y Moisés era muy humilde, más que todos los hombres sobre la faz de la tierra” (Números 12:3). A lo largo de toda la Torá lo vemos sacrificarse por el pueblo judío y lejos de buscar una posición social elevada, constantemente le pide a D-os que lo redima del cargo porque no se siente apto para desempeñarlo.

Otros ejemplos

Zimri y Pinjás

Zimri es el príncipe de la tribu de Simón que Pinjás mata durante la plaga que azota al pueblo judío en el desierto (Números 25 – 27). En los midrashim y el Talmud se habla de los contrastes entre Zimri y Pinjás, ambos son príncipes y ambos participan en vengar la ira de D-os. Sin embargo, Zimri lo hace por represión personal que no conoce, por celos y envidia y Pinjás por cumplir la voluntad divina. Son un contraste entre el celo religioso que surge de una auto-represión que infecta a los demás y el celo religioso que surge del deseo de actuar íntegramente.

Jacobo vs Labán

Con Jacobo y Labán vemos una situación similar los dos se ven forzados a engañar a una persona cercana, sin embargo Labán lo hace para obtener un beneficio económico a través de abusar de Jacobo mientras que Jacobo lo hace por necesidad y exigencia divina, no por deseo de engañar a su padre.

Saul y David

Vemos cómo con el tiempo Saul pierde las características que lo convirtieron en un buen rey y se aferra a su poder llegando incluso a cometer pecados muy graves como el de tratar de establecer contacto con los muertos, hacer magia y anteriormente desobedecer las ordenes de D-os. Mientras que David por su lado cuando es coronado no busca ser rey, ni conservar su poder y siempre mantiene la humildad que lo caracterizaba.

Yosef y los hermanos

Otro ejemplo muy grande de acciones en donde la persona no está consciente de sus propias intenciones es el de los hijos de Jacobo cuando incurren en la venta de su hermano. Lo hacen creyendo que protegen a su padre y a la descendencia judía. Sin embargo, al encontrarse en Egipto pidiendo recursos para su sobre vivencia recuerdan el evento y se dan cuenta de la envidia que los empujo a actuar; por ello piden perdón a Yosef.