Enlace Judío México e Israel- En la dilatada perspectiva histórica mundial, el régimen democrático es una excepción.

Durante largos siglos, tribus y pueblos fueron controlados por alguna figura parcial o totalmente endiosada por minorías adueñadas de los principales recursos – monetarios y simbólicos – en un limitado territorio.

Constelación que conoció cambios en los últimos dos siglos en países europeos y, en particular, en Estados Unidos y en algunos entornos latinoamericanos.

Positiva tendencia que, sin embargo, no es ni ascendente ni irreversible. Antes al contrario, su presencia y dinámica dependen del constante ejercicio ciudadano. Cuando éste se ausenta o es frágil cobra alas un ordinario populismo autoritario

En este dinámico paradigma el caso de Israel es excepcional. No pocos componentes de las olas migratorias que llegaron a Israel desde los siglos XIX y XX conocieron regímenes autoritarios.

Sin embargo, les unía – entre otras convicciones- instituir en el nuevo país un sistema político amplio y flexible apegado sustancialmente al dinámico modelo británico.

Modelo que hoy en Israel permite y alienta la participación pública y el derecho al voto incluso de sectores – como los ciudadanos de origen árabe y las ramas de la ortodoxia religiosa judía – que no satisfacen todas las obligaciones impuestas a la ciudadanía. Por ejemplo, en materia de la defensa militar del país.

Realidad y circunstancias que lamentablemente se ven perturbadas en los últimos años por varios factores.

Entre ellos: el reñido desenvolvimiento de cuatro y costosos torneos electorales que condujeron por fin a una inestable coalición gubernamental que desplazó a Netanyahu después de trece años de gobierno, los efectos del covid y sus ramales en la economía y en la población, y, en tiempos recientes, los altibajos del juicio formal y público a Bibi que multiplican las fuentes de incertidumbre y tensiones en el país.

Este último tema adquiere hoy rasgos inquietantes.

Aludo en particular a las deliberaciones entre el asesor jurídico del gobierno – Avijai Mandeblitt – y los abogados de Netanyahu que conducen en los últimos días a ásperas y públicas protestas.

El principal tema en estos intercambios es si Bibi debe o no someterse a las sanciones que el tribunal en ejercicio acordará en el futuro. Y en paralelo se están tejiendo negociaciones fuera de los tribunales con la intención de concertar arreglo que liberaría a Bibi de un probable encarcelamiento un, posibilidad que ya se presentó hace años en los casos de un presidente (Moshé Katzav) y de un primer ministro (Ehud Olmert).

Esta perspectiva está llevando a celosos partidarios de Bibi a una desmesurada movilización sin paralelo que en estos días se pone de manifiesto no sólo en la recolección de aportes para sufragar los gastos del juicio – recursos que no le faltan a la familia Netanyahu. Se multiplican además cuadros y monumentos en lugares públicos con la figura de Bibi que ostensiblemente revelan un objetable culto a su persona.

Circunstancias que hoy ponen en riesgo la democracia y la unidad del país, y abren cauce a los afanes agresivos de no pocos factores en el Medio Oriente.

Un tema que obviamente inquieta hoy no sólo a la ciudadanía israelí. Interesa también a todos aquellos para quienes la vida y su calidad dependen del puntual ejercicio de la democracia.

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