Enlace Judío – Durante el último año, el vecindario de Sheikh Jarrah en Jerusalén ha estado en el centro del conflicto israelí palestino. En mayo del año pasado, la orden de la Corte Suprema de desalojar a los palestinos de dicho barrio ocasionó la escalada de violencia más grande en años entre Israel y Hamás.

En agosto, después de semanas de protestas, la Corte pospuso el desalojo de los residentes. En noviembre, las órdenes judiciales resolvieron que los habitantes podrían vivir como “residentes temporales” pagando rentas por quince años, a pesar de que hayan vivido en esas casas por generaciones. Los palestinos rechazaron la resolución de manera unánime. A través del invierno, las protestas se tornaron aún más violentas con la policía utilizando granadas aturdidoras para dispersar a los manifestantes. Nuevos desalojos llevados a cabo durante la semana han marcado un hito en la cronología de la lucha por el vecindario.

Desde sus inicios, la contienda por Sheikh Jarrah había sido, en esencia, una lucha contra la Ley de Régimen Jurídico y Administrativo de Jerusalén. Promulgada en 1970, la legislación contempla que los judíos puedan recuperar propiedades de Jerusalén Este que les pertenecían antes de 1948, mientras los palestinos no gozan de ese mismo derecho. Si bien los terrenos de Sheikh Jarrah eran propiedad de unos judíos previo a la Independencia de Israel, se desarrolló como vecindario por Jordania y las Naciones Unidas después de 1948. Ahí solamente han vivido los palestinos que hoy residen en el barrio, así como sus padres y abuelos.

Cuando el pasado lunes el ejército israelí se presentó en la casa de la familia Salahia para desalojarlos, el panorama con respecto a la lucha por Sheikh Jarrah cambió por completo. A diferencia de los otros casos, la orden de desalojo no se sustentó en la ya mencionada legislación de 1970.

Nir Hasson, corresponsal de Haaretz en Jerusalén, explicó el caso en particular: la residencia de los Salahia está localizada en un área llamada “el Viñedo del Muftí”, que en el pasado pertenecía a la familia Husseini. Previo a 1967, fue vendida al Western Hotel Company, una empresa palestina. En 1990, ellos fueron quienes exigieron ante las cortes israelíes que los Salahia fueran desalojados. Aún así, la propiedad no fue evacuada.

Sin embargo, el Estado se rehusó a registrar el terreno bajo el nombre de la empresa palestina y declaró la propiedad como ausente. De esta manera, la municipalidad de Jerusalén expropió las tierras, justificando que va a construir una escuela pública para palestinos. No obstante, el terreno está designado para una Yeshivá (escuela judía religiosa), sin importar que no vivan familias ortodoxas en el vecindario. En contraste con ciudadanos judíos en otras partes de Israel, a la familia Salahia no se le otorgó compensación alguna por el desalojo.

La escena del desalojo fue brutal, reflejando las duras realidades de la ocupación. El lunes, cuando llegaron las fuerzas armadas a desalojar, Mohammed Salahia subió al tejado de su casa para prevenir la demolición. En su desesperación, amenazó con quemarse a él mismo y al edificio en fuego si la policía ingresaba. “Quemaré la casa y todo lo que está en ella. No me iré. De aquí a la tumba, porque no hay vida, no hay dignidad” gritó en medio de bombonas de gas. Abdallah Ikermawi lo acompañó desde el tejado, donde añadió: “Hemos estado en esta casa desde los 1950s. No tenemos ningún lado a dónde ir”.

Después de llegar a un punto muerto el lunes, la policía regresó a la propiedad el miércoles a las tres de la madrugada, logrando demoler la casa y arrestando a 18 personas: algunos miembros de la familia Salahia y algunos manifestantes judíos. Laura Wharton, concejala de la municipalidad de Jerusalén, lamentó el desalojo y acusó a la ciudad de décadas de “negligencia criminal” contra sus habitantes palestinos : “Protesto, objeto y lamento la conducción del asunto. Espero que el municipio y el gobierno comiencen a tratar a todos los residentes con igualdad y respeto”. 

Entre la política, el conflicto y las leyes, se llegan a perder de vista la humanidad de sus víctimas. A partir de ayer, la noche más fría del año, los quince miembros de la familia Salahia no tendrán dónde dormir. Un video desgarrador que ha circulado en las redes sociales, muestra el lugar dónde se erigía la casa de los Salahia. Entre las rocas se alcanzan a notar unos libros, algunos cuadernos, juguetes esparcidos y un poco de ropa.

Otra foto enseña la parte frontal de un refrigerador donde sobreviven imágenes de la familia: un niño pequeño jugando, unos hermanos en un parque y bebés adorables. Aparte de perder un techo, el lugar de los recuerdos generacionales de la familia Salahia fue destruido en segundos.

Sin importar el frío, docenas de manifestantes de todas las edades, judíos y no judíos marcharon ayer en las calles de Jerusalén protestando el desalojo. La organización no gubernamental Shalom Ajshav (Paz Ahora) comenzó una colecta de fondos para apoyar a los Salahia. Embajadores, políticos y periodistas se dedicaron extensamente a documentar la situación. Ahí, en la búsqueda de la igualdad y la dignidad, es dónde está la esperanza de un mejor futuro. Como mencionó el músico Leonard Cohen en su canción Anthem: “hay una grieta, una grieta en todo, así es cómo entra la luz”.

 


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