Enlace Judío México e Israel- “Aquí yace la abuela de Víctor” decía una tarjeta pegada a la barra de jabón. Eso encontró mi hijo Víctor al llegar al baño de una universidad cuyo nombre no hemos de develar, cuando iniciaba sus estudios de medicina. Como lo dijo Ezra Shabot en una entrevista, los chistes antisemitas son algo muy  común en las universidades. Total, son “bromas sin importancia”. Hasta que se hacen en línea y se graban.

En el escándalo que marcó el pasado jueves, en el cual a una maestra le parece muy gracioso y hasta educativo que la diferencia entre un judío y una pizza es que “la pizza no grita cuando la meten al horno”, se da a conocer la poca sensibilidad y la ignorancia de una clase supuestamente (más) educada.

La explicación de Olivia Gall, entrevistada por Julio Astillero, es esclarecedora. Nuestra cultura está plagada de prejuicios y así como se maneja que los gallegos son tontos, los regiomontanos avaros, se bromea acerca de que los judíos son hábiles con el dinero, por decirlo de alguna manera elegante.

Pero cuando se trata de chistes, los del Holocausto tienen un tufo particularmente repulsivo y cruel. Las heridas están abiertas y sangran hasta el día de hoy. Para un pueblo que perdió la mitad de su población en un genocidio cuya monstruosidad aún sorprende, escuchar burlarse de las víctimas duele. Y ese dolor de la víctima lo hace inaceptable. Y ese dolor es la línea roja que este chiste rebasa. También hay límites para el humor, incluso el humor negro.

En esa clase, los límites fueron transgredidos

Bien lo sabemos quienes hacemos Enlace Judío, que recibimos y borramos a diario comentarios como “Te ves muy bien, pero acabarás siendo abono de mi jardín”. Enterándonos de la cantidad de personas que extrañan a Hitler y lamentan que no acabara su tarea. Viendo comentarios acerca del “Holocuento” (también hay creatividad en el antisemitismo).

¿Y qué decir de nuestros reportajes? Cuando fuimos a grabar una conferencia anti Israel en una universidad, una mujer de pelo rojo tomó el micrófono para decir: ““… Si fuera cierto lo del Holocausto y hubieran matado así a millones de judíos, ya tuviéramos la suerte de que no hubieran más judíos en este planeta…”. O, en una conferencia de Salvador Borrego, escritor antisemita, esta bella expresión de una asistente: “Los judíos no aprendieron nada del Holocausto. Trajeron a México sus campos de concentración, que son las fábricas textiles”. Al menos en este último, no se negó el Holocausto.

Es una de las maniobras más perversas: convertir la víctima en victimario.

Los paralelismos entre los nazis de antaño y los judíos de hoy, o entre nazis e israelíes abundan en las redes sociales.

Finalmente, el peligro. El peligro que el discurso de odio no se quede solo en palabras. Y si no me creen, pregúntense cómo un indigente británico un  día se levantó, compró un boleto y una arma, cruzó el Atlantico, y fue a tomar como rehenes a cuatro asistentes a una sinagoga, azuzado por quién sabe qué arenga que lo animó a buscar la liberación de una terrorista encarcelada.

“Ahora en este momento, hay un peligro” dijo Gall en su entrevista con Astillero.” El peligro reside en que (antes) el antisemitismo era más bien un fenómeno de derechas. Hoy, el antisemitismo se ha normalizado dentro de las izquierdas y ¿por qué? Porque la gente piensa que hay que estar absolutamente, sí o sí, sin matices, en contra del estado de Israel o del país Israel. Y hoy estamos gobernados por regímenes en México que se autoascribe a las izquierdas– están normalizando su anti israelismo con el antisemitismo”.

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