Enlace Judío México e Israel – Una feliz entrevista en Jerusalén con el catedrático y politólogo Francisco López Cámara (1926-1995) en los inicios de 1968 me abrió la posibilidad de llegar a México.

Su generosa actitud condujo a mi inserción en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM a fin de dictar clases durante un inquieto semestre.

La ausencia de suficientes recursos y los apremios escolares de mis hijos me obligaron en aquel momento a arribar a este país sin mi familia.

Felizmente pude contar- por añadidura- con la generosidad de López Cámara quien me ofreció hospitalidad en su departamento capitalino mientras duraría su peregrinar en Israel y en capitales europeas.

Cuando poco tiempo después y en vísperas de la magna protesta universitaria del 68 se me propuso una amplia inserción en la flamante Facultad debí buscar recursos para cubrir el traslado familiar.

Merecí entonces la fortuna de conocer a Margo Glantz quien en aquellos años dirigía el Centro Cultural Israel-México.

Gracias a su feliz intervención, las conferencias que impartí en este marco me dispensaron los medios que necesitaba.

Así inicié una amistad con Margo que se prolongó hasta su viaje al extranjero.

En aquel momento nuestras reiteradas incursiones en bosques cercanos me facilitaron conocer y leer fragmentos de sus escritos que desde entonces encienden mi curiosidad.

Son en suma páginas que dilataron su presencia en mi vida.

Recuerdo aquí a una de ellas.

Se trata de Kafka y Job, un breve y reflexivo cotejo que Margo publicó en 1980.

Cuenta apenas 31 páginas que se multiplican en la fantasía del lector si bien acierta a imaginar las densas ramificaciones que provocan.

Dios aparece aquí como un personaje literario que se divierte con la finitud de Adán. Al paso del tiempo el inmortal Creador le concede libertad para aventurarse- con algunos frenos- en este mundo.

Sin embargo, la frágil inocencia de Adán y la carnal tentación lo lleva a ignorarlos.

Por estas circunstancias y hondamente decepcionado, Él decreta la insoslayable finitud al humano ser.

Filosa dialéctica que Margo reproduce y adapta con el propósito de recordar, de un lado, la inocencia y las penurias de Job, y, del otro, las ásperas relaciones entre Kafka y su tiránico padre.

A su turno y en su momento, el uno y el otro elevarán protestas contra desiguales entidades- divina la una y humana la otra- que se creían superiores.

Dios actúa aquí como pasivo rehén de una provocación satánica que le obliga a desafiar la probidad de Job al tiempo que el joven Kafka se empeña en eludir los mandatos arbitrarios de su padre.

Ambos resisten las exigencias de uno y del otro. Al cabo el primero se rinde y el segundo se rebela. Sin embargo, los gritos los unen: …“no refrenaré mi boca…” dice uno, y el otro piensa …”la inmensidad del mundo está en mi cabeza…”

Al concluir múltiples y reiteradas pruebas la fortuna retorna a Job. Pero excluye a K. obligado entonces a aceptar filosas volteretas en su vida y en los textos. Franz dejará este mundo frisando apenas los 41 años.

En no más de treinta páginas Margo Glantz acierta a enhebrar los tránsitos paralelos del personaje bíblico y del escritor cuando uno y otro – a su turno y estilo- se rebelan contra un orden tiránico y abrumador.

Así, merced a los altibajos personales de Job y a los decidores escritos de Kafka estamos transitoriamente en este mundo para conocerlo y vivirlo.

Y pocos apenas entenderán su obsesiva convicción: … “tengo la inmensidad del mundo en mi cabeza…”


 

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