Enlace Judío México e Israel – “No permitas que los eventos del pasado te conviertan en una víctima: así llevé mi vida. La vida es cruel, pero no debes dejarte vencer. No eres una víctima, si no un sobreviviente” dice Agnes Kaposi, que sobrevivió al exterminio para convertirse en una prominente ingeniera y, sobre todo, en un ejemplo para los jóvenes que, como ella, asisten a la Marcha de la Vida en busca de respuestas. Conversamos con ella, en exclusiva.

“¡Oh, bueno…! ¿Cuánto tiempo tienes?”, responde Agnes Kaposi cuando se le pide que cuente su historia. “Puedo contar mi historia en 70 segundos o en cinco años”, añade antes de mover la cabeza y dirigir su mirada hacia el pasado, como si con los ojos fuera a buscar las rutas neurológicas que le permitirán desandar una vida entera para desenterrar una historia que, sin embargo, está acostumbrada a narrar.

Tenía 11 años cuando fui deportada desde Hungría, pero esto ocurrió casi al final de la guerra. Hungría estaba del lado de Hitler y el Holocausto húngaro es diferente de lo que ocurrió en el resto de Europa”, explica en un tono didáctico para el que su carrera como catedrática la debe de haber preparado.

 Agnes participó por tercera vez en la Marcha de la Vida. Es una de los cada vez menos numerosos sobrevivientes que, año con año, recorren el camino que lleva de Auschwitz a Birkenau para conmemorar a quienes fueron asesinados en los campos de exterminio nazi, pero también a quienes, como ella, lograron sobrevivir para contar su historia.

“La primera ley contra los judíos húngaros surgió en 1920, antes de que nada más ocurriera. Pero entonces, cuando Hungría entró a la guerra, como dije, del lado de Hitler, los hombres jóvenes, los judíos jóvenes fueron llevados al ejército y casi todos murieron.”

Con excepción de uno, todos los hombres de la familia de Agnes Kaposi murieron de esta forma. “Pero las mujeres, los niños y los ancianos se quedaron. Los derechos les fueron arrebatados. El derecho a trabajar, al entretenimiento, al transporte, a la bicicleta o los autos. Les quitaron sus negocios, pero no fueron sistemáticamente asesinados.”

Tampoco fueron confinados en guetos sino hasta 1944, “cuando la guerra casi había terminado, y entonces el ejército alemán ocupó Hungría, pese a ser su aliado. En unas semanas salió la ley para que los judíos portaran su estrella.”

Estrella amarilla-estrella roja

Es esa estrella amarilla a la que alude en el libro Estrella amarilla-estrella roja, publicado en 2020, el mismo año en que la Marcha de la Vida tuvo que suspenderse a causa de la pandemia, y en el que da cuenta de su historia de supervivencia, que ahora comparte con Enlace Judío.

“En unas semanas se formaron los guetos y luego comenzaron los campos y las muertes, y en 56 días, casi medio millón de judíos húngaros fueron llevados a Auschwitz. Para entonces, el proceso de selección de Auschwitz casi no operaba: ejecutaban a la gente de inmediato, al llegar”.

Si bien durante la guerra, los prisioneros judíos servían como mano de obra paupérrima para fabricar insumos necesarios para los nazis, en los últimos meses, con la derrota casi asegurada, conservar a los judíos presos dejó de tener sentido.

“Entonces, casi todos esos judíos que fueron deportados a Auschwitz fueron asesinados de inmediato. Si ibas a Auschwitz veías una larga rampa que se había construido especialmente para los húngaros. Más de medio millón de las víctimas de Auschwitz venían de ese pequeño país, Hungría, y fueron asesinados en el verano de 1944.”

Casi todos los judíos húngaros que lograron sobrevivir venían de Budapest, la capital, “porque el proceso de deshacerse de los judíos de provincia terminó a principios de junio, y la historia (del exterminio) de Budapest recién había comenzado, así que no tuvieron tiempo” los nazis de concluir la masacre.

“Si conoces a un sobreviviente húngaro, lo más probable es que provenga de Budapest. Yo soy de Debrecen y formo parte de los 15,000 (judíos) de las provincias que no fueron llevados a Auschwitz sino a las cercanías de Viena, y que fueron usados como trabajadores esclavizados pero no asesinados sistemáticamente.”

Agnes Kaposi tuvo la suerte de encontrarse en el pequeño grupo de judíos húngaros de la provincia que sobrevivieron. Según Kaposi, la razón por la que ella y los demás no fueron conducidos a los campos de exterminio fue que los nazis estaban negociando con los británicos: vidas de judíos a cambio de camiones.

El tipo de cambio era así: 300 judíos por un camión. Estas negociaciones se llevaron a cabo en el transcurso de la guerra pero nunca concluyeron. Mientras tanto, 15,000 judíos fueron reservados en caso de que el intercambio se produjera.”

Trabajar, comer, seguir viviendo

El destino de Agnes Kaposi fue mantenerse con vida y trabajar como una esclava pero, para eso, tuvo que mentir. Cuando le preguntaron su edad, dijo que tenía 14 y no 11 años, así que era apta para el trabajo y solo quienes trabajaban recibían algo de comida.

78 años más tarde, Kaposi narra su historia de supervivencia con dolor pero con entereza. Se ha convencido de que hacerlo es su deber, y cuando se le pregunta por qué regresa a los viejos escenarios del horror en esta, su tercera Marcha de la Vida, responde:

“La respuesta obvia es que la gente debería saber lo que sucedió. Esta es una forma de asegurarse de que la historia no se olvide. Pero eso no basta. La gente no solo debe recordar el Holocausto, sino que debe aprender de él. Lo que es muy importante es que los jóvenes participen en la recordación del Holocausto para mirar más allá, observar y preguntarse cómo podrían ellos actuar de manera distinta de como actuó nuestra generación.”

Ser una destacada ingeniera no ha sido ningún impedimento para que Kaposi desarrolle una intuición pedagógica encomiable. Cada vez que regresa a Auschwitz, ella convierte el dolor y la desesperanza en diálogo y educación.

“¿Cómo me mantengo positiva? Hablando con los jóvenes”.

“Aprendiendo de sus preguntas y enseñándoles lo que pasó. Aprendo más cada vez que vengo. Esta es la tercera vez que estoy a aquí, en Auschwitz, y cada vez descubro nuevos elementos y nuevas perspectivas para ver lo sucedido y derivarlo hacia el futuro. Discuto con los jóvenes sobre las lecciones que podemos aprender para el futuro. Aprendo con ellos mientras les enseño.”

Este año, la Marcha de la Vida se llevó a cabo en condiciones particulares.

No solo se reanuda luego de dos años sino que ocurre en el contexto de otra guerra, la iniciada por Rusia contra Ucrania, no muy lejos de este sitio. Ahí, la muerte de inocentes vuelve a aparecer, como si el destino de la humanidad no pudiera desligarse de los horrores del pasado.

“Espero que este tipo de genocidios no continúe pero, desafortunadamente, la historia muestra que lo hace. Los eventos de Ucrania no son únicos. Hubo eventos de esa naturaleza antes. Este es (solo) el más reciente y también es el más cercano para los europeos, pero mira lo que pasó en Siria o en Ruanda, lo que pasó en los Balcanes en el siglo XX… Son ejemplos de personas que se infringen dolor y sufrimiento unas a otras.”

Kaposi, quien a la postre emigró al Reino Unido y construyó una brillante carrera como ingeniera, compartió el destino de otros sobrevivientes húngaros, que permanecieron en el país hasta 1956, cuando una breve y para muchos heroica insurrección contra los poderosos soviéticos fue sofocada.

No habla mucho sobre aquellos eventos. Recuerda, en cambio la figura de quien considera su gran heroína del Holocausto: su abuela.

“El nombre de mi abuela era Ilona, como Eleanor. Ella venía de provincias. Se crió en el campo. Ella nunca fue a la escuela. Apenas podía leer y escribir. Era inteligente, naturalmente, y valiente. Y gracias a su actitud, su actitud positiva ante la vida, sobrevivimos. Y podría contarles instante a instante cómo fue su previsión y su inteligencia natural lo que nos ayudó a no morir. Mi nombre favorito es Ilona. Mi heroína del Holocausto es mi abuela, y de ella aprendí que siempre debemos mirar hacia adelante.”

Discriminación

Antes de despedirse, Kaposi habla de discriminación. Una diferente a la que sufrió en la era nazi y que comparte, incluso hoy en día, con millones de personas en el mundo. Y también nos ofrece un mensaje de inspiración sobre la vulnerabilidad y cómo enfrentarla:

“Soy una mujer y soy ingeniera. En Gran Bretaña, nunca, nunca fui discriminada por ser judía o extranjera, pero siempre por ser mujer. Toda mi vida he sido la rara. Siempre me sentí vulnerable pero nunca me dejé vencer.”

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