Enlace Judío – Como haber abierto la caja de Pandora, que casualmente era ovalada (posiblemente elíptica como la Tierra misma), que al develarse dejó salir los males de la mítica tinaja que debía estar misteriosamente clausurada y lejos de la curiosidad tan prohibitiva de su dueña. Pero no, Pandora no aguantó la tentación y liberó el desorden.

Así muy similar parece cuando escuchamos casos de Influenza fuera de temporada, aumento de virus respiratorio sincicial cuando realmente circula en invierno, olas y más variantes de COVID-19, eventos como la hepatitis infantil aguda de causa desconocida llenando los noticieros, y ahora, un virus antes confinado, tan raro, que aparece con un comportamiento sumamente atípico, que consterna por su entrada tan triunfal, su nombre tan farandúlico, sin saber si debiéramos de preocupar.

Y en este torbellino la pregunta es obligada, ¿por qué ahora? ¿Qué pasa? Y justamente entrando en el tercer año de pandemia, las hipótesis pueden ir en muchos sentidos. Lo que sí es que ni Michael Crichton ni George Orwell nos la creerían. Sus mentes tan creativas y distópicas no imaginarían un capítulo más cuando aún su trama sucedía. Pero como dijo el escritor francés Romain Gary “la realidad no es inspiración para la literatura. Si acaso, la literatura es inspiración para la realidad”. 

¿Será el cambio climático que nos está alterando todo, o la enorme interconectividad con sus beneficios pero también malos efectos, o nuestra terca intrusión en ecosistemas antes no explorados? Es quizás que tantos meses de encierros hicieron que los ritmos de patógenos endémicos, de los cuales conocíamos su ubicación en tiempo y espacio, fue alterado por COVID-19, y hoy, ya que salen estos humanos que por tanto tiempo evitaron a los gérmenes, nos encuentran susceptibles, mucho más vulnerables. O posiblemente es porque estamos mucho más cautelosos, y siempre han existido brotes, pero ahora, justo ahora, somos mucho más desconfiados a cualquier evento inusual. Seguramente es por todo esto bien mezclado.

Prendemos hoy las alarmas porque ya aprendimos que minimizar puede ser costoso. Como cuando chocas en el auto y entonces la siguiente vez tomas el volante con un poco más de precaución. Y es que sí, ya estamos bastante ciscados… Pero es evidente que la viruela de mono, una enfermedad que prácticamente no se veía fuera de la región centro y oeste de África, y que ya ha sido identificada en los cinco continentes en menos de dos semanas definitivamente se merece analizar.

Sin embargo, ¿debiéramos apanicarnos o estar más bien sólo atentos? Algunos, basándose en las características conocidas de la enfermedad se sienten más optimistas; aunque preocupados por lograr controlar el aumento tan estrepitoso de casos en tan solo unos días. Otros, prefieren ser humildes y no generar expectación. Y es que desde el 7 de mayo que Gran Bretaña confirmó el primer caso al 25 de mayo que escribo estas líneas, se suman ya 349 casos, confirmados y sospechosos en 21 países según la plataforma BNO. Algo sumamente inusual para un virus que lleva “más casos registrados en estos días que lo que se han contabilizado fuera de África desde que se identificó la viruela de mono en el ser humano en 1970”, como dijo Alemania en la reunión de emergencia de la OMS.

Los pocos casos que históricamente han salido de África Central, -especialmente de República Democrática de Congo donde circula la cepa más agresiva,- y de África Occidental, -especialmente de Nigeria donde circula la cepa menos agresiva y que es la que se ha detectado en los casos en cuestión-, han sido en viajeros procedentes de estas regiones endémicas, o bien por contacto con animales infectados u objetos contaminados. No se había registrado fuera de esta zona comúnmente afectada la transmisión comunitaria, de persona a persona, de la viruela de mono.

La viruela de mono es una enfermedad causada por un virus que es muy diferente tanto en estructura como comportamiento al conocido coronavirus SARS-CoV-2. Por un lado, el virus de la viruela de mono es de doble hebra de ADN con 200,000 nucleótidos en su material genético, haciéndolo altamente estable y con poca frecuencia de mutación, mientras que el coronavirus es de una hebra de ARN con mayor tasa de cambios en sus apenas 30,000 letras genéticas.

Es sumamente importante recalcar que el virus de la viruela de mono pertenece a la familia de los ortopoxvirus de la misma familia de la ya erradicada viruela, que desde 1980 gracias a la vacunación esta extinta del planeta, y cuyo último caso fue registrado en el 1977. Esto es relevante ya que una de las hipótesis para explicar por qué ahora vemos un incremento de casos radica en que las personas de más de 40-50 años que fueron vacunadas contra la viruela durante su infancia, vacuna que dejaba una marca emblemática y que desde 1972 ya no se ha aplicado en nuestro país, gozan de una cierta protección cruzada contra la viruela de mono (un 85%). Y esto explica porqué en los últimos años se ha reportado un aumento gradual de casos en África, y ahora ya este virus encuentra una población mundial joven completamente desprotegida, susceptible, y quizás por ello está corriendo con mayor agilidad.

Sin embargo, poniendo en contexto la transmisión, el virus de la viruela de mono se contagia de humano a humano en un encuentro estrecho, está por verse si por aerosoles, y posiblemente por vía sexual; también a través de fómites, como ropa de cama contaminada, y especialmente por zoonosis, por el paso del virus de animales como roedores, -ardillas y ratas-, carne de animal silvestre o por contacto con monos. Importante aclarar que esta enfermedad fue identificada por primera vez en macacos de laboratorio en Dinamarca en 1958, y por ello se le puso el nombre de viruela de mono, pero realmente los simios no son los principales reservorios.

La esperanzadora noticia es que a diferencia de cuando conocimos a COVID-19, ahora sí tenemos vacunas, tanto la antigua contra la viruela que países la tienen almacenada en reservas, como una de nueva generación recién autorizada contra la viruela de mono; y justamente éstas se están ya comenzando a aplicar a los contactos cercanos de los casos confirmados. Especialmente en Gran Bretaña, para formar “anillos de inmunidad” y de esta forma tratar de controlar los posibles brotes. La idea es que el virus no llegue a alojarse en reservorios animales para reducir la probabilidad de que la viruela de mono se convierta ahora en una enfermedad endémica en continentes donde rara vez había sido detectada. 

Lo que realmente no sabemos es desde cuando anda circulando fuera de África sin que se haya detectado. Claro que está por entenderse si el virus ha cambiado su velocidad y vía de transmisión, quizás haya encontrado la forma de propagarse con mayor facilidad. Y en ello están científicos de todo el mundo, especialmente Portugal y Bélgica, que han reportado ya secuencias del virus aislado de muestras de los recién detectados casos. Hasta no saber cómo lo hace es difícil recomendar medidas más allá de las que conocemos como higiene de manos, evitar contactos masivos, la buena ventilación y el uso de cubrebocas. Quizás esa lección pandémica realmente debiéramos de no dejarla escapar.

Por otro lado, y a diferencia de cuando inició la pandemia de COVID-19, ahora sí se cuenta con un antiviral, tecovirimat, autorizado por la instancia regulatoria europea EMA precisamente para tratar la viruela de mono. Pero además, a diferencia de COVID-19, la viruela de mono tiene un periodo de incubación de entre 6 y 21 días, por lo que los contactos de los casos identificados, por ejemplo en Bélgica, están teniendo que guardar cuarentenas de 21 días para descartar haber sido contagiados. Y distinto a COVID-19, la viruela de mono no parece que se propaga de forma asintomática ni presintomática; los pacientes son contagiosos ya que tienen fiebre, inflamación en los nódulos linfáticos y las características vesículas, pápulas y pústulas que aparecen en cara, genitales y extremidades, palmas y plantas. La enfermedad generalmente se autolimita y resuelve en unas cuatro semanas. Especialmente esta cepa, la Occidental, tiene baja letalidad.

Es fundamental comunicar, ya que será un reto increíble para la comunidad médica y de salud mundial detectar oportunamente estos casos ya que la mayoría de los médicos que practican fuera de África nunca han visto un paciente con viruela de mono, así que el diagnóstico acertado, que luego se confirma sí, con la herramienta ya conocida por todos: la PCR, es esencial.

Esta incipiente epidemia pareciera como un simulacro luego de la pandemia que aún no acaba. Arrojando un trabajo titánico para los epidemiólogos que buscan hacer a detalle el rastreo de contactos y blindar esas burbujas para que el caos de Pandora no llegue más allá, entender su aparentemente repentina dispersión. Y finalmente, será cuestión de determinar a quién, si acaso se recomendará, aplicar las vacunas disponibles.

Mientras tanto, para la población general todo esto es informativo sin ser causa de pánico. Pero sin duda nos recuerda que somos parte de una virósfera que debiéramos conocer mejor y en la que tendríamos que establecer un equilibrio más sostenible. Pero también parece una prueba de memoria al recordar cómo a inicios de los 80, con la aparición del HIV/SIDA se señaló erróneamente y estigmatizó tan arduamente a la comunidad homosexual; y ahora, en que muchos de los nuevos casos se han identificado en hombres que han tenido relaciones sexuales con hombres, debemos de comprender que es posiblemente porque una relación íntima involucra un contacto cercano, y que posiblemente nadie estaríamos exentos de infectarnos de esta viruela de mono.

Hace unas semanas Bill Gates publicó un libro genial describiendo el algoritmo  para prevenir próximas futuras pandemias: “Cómo evitar la próxima pandemia” y habla entre otros temas de la importancia de estar preparados. En su introducción hace una metáfora, y se refiere a lo imprescindible que es contar con cuerpos de bomberos para evitar, y también apagar, incendios. Así, sabiendo que estamos en un constante riesgo de incendios, -de nuevas y viejas enfermedades emergentes-, tenemos que formar brigadas de protección, tener mecanismos que aseguren su control. Es nuestra obligación. Ya aprendimos que los enemigos más difíciles de combatir son los que nos son invisibles.

Esperemos que hayamos ya desarrollado la capacidad de reaccionar mejor, y ejerzamos nuestra destreza “controla-brotes” en esta epidemia de viruela de mono, para demostrarnos que quizás sí se puede finalmente contener, incluso sellar, esa potencialmente caótica caja de Pandora. Esta amenaza es importante, pero al parecer es de menor dimensión que la que tuvimos con COVID-19… esperemos que sea así.

Como dijo uno de los médicos epidemiólogos que trabajó por la erradicación de la viruela, el Dr. Larry Brilliant, “los brotes son inevitables, pero las pandemias son opcionales.”

 


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