Enlace Judío – En 1947, unos días antes de la resolución de la Asamblea General de la ONU sobre la creación del Estado de Israel, Sara Shammah, una mujer judía de ascendencia siria, radicada en Jerusalén, viajó a Alepo, donde nació en 1908, para fotografiar la Gran Sinagoga justo antes de que fuera incendiada.

Shammah contrató a un fotógrafo armenio local, que tomó 51 fotos de la sinagoga. Tras la votación de las Naciones Unidas, se produjeron disturbios en Alepo y la sinagoga sufrió graves daños. Sus fotografías fueron las últimas que se tomaron del recinto.

Su historia forma parte de una nueva exposición en el Museo de Israel titulada “De regreso a Alepo: una visita de realidad virtual a la Gran Sinagoga”, que incluye una recreación del edificio dañado, según Haaretz.

Sinagoga de Alepo
La Gran Sinagoga de Alepo, 1947.Crédito: Sara Shammah/Cortesía de Ora y Abraham Haber/Museo de Israel

A través de gafas de realidad virtual, los visitantes se sumergen en una película de 15 minutos que ofrece un viaje en 3D por la sinagoga. El proyecto es iniciativa de los documentalistas Avi Dabach y Judith Manassen-Ramon, en colaboración con Harmke Heezen y Mike Robbins, propietarios de un estudio alemán.

Sara Shammah-Gran Sinagoga de Alepo
Sara Shammah. Crédito: Cortesía de Ora y Abraham Haber/Museo de Israel

Dabach y Manassen-Ramon conocieron la historia de Shammah a través del autor Amnon Shamosh, también oriundo de Siria.

“Al investigar para mi película anterior, ‘La corona perdida’ sobre el Códice de Alepo, Shamosh mencionó por casualidad la colección de fotografías de la sinagoga en manos de Abraham Haber, el hijo de Sara. Ella murió en la década de 1990 a una edad avanzada”, indica Dabach.

Su interés por el tema no es casual, ya que el abuelo de Dabach fue el Shamash (ayudante) de la sinagoga durante la mayor parte de su vida. “Siempre escuché de él historias sobre el maravilloso lugar y sobre el tesoro del Códice de Alepo que allí se guardaba Mi abuelo siempre esperaba que hubiera paz con Siria, para poder llevarme allí”, dice.

El Códice de Alepo (en hebreo Keter Aram Tzová), un manuscrito hebreo medieval de la Biblia, se mantuvo en la Gran Sinagoga durante siglos. La antigua sinagoga fue reconstruida en la década de 1990, pero destruida de nuevo en 2016, durante la guerra civil siria.

El Códice de Alepo
El Códice de Alepo. Crédito: Iris Pshedezki/Haaretz

El códice fue escrito en Tiberias hace más de 1,000 años por el escriba Shlomo Ben Boia’a, y editado por el masoreta Aaron Ben Asher, uno de los eruditos que reprodujeron la versión original de la Biblia. El manuscrito llegó a la comunidad judía de Alepo en el siglo XIV. Fue dañado durante los disturbios de 1947, y en la actualidad el Santuario del Libro del Museo de Israel tiene expuestas 295 de las 487 páginas.

“Era una mujer sabia y sociable”, comenta Ora Haber, la nuera de Sara Shammah. “A través de los años escuchamos muchas historias de la sinagoga. Escribió un cuaderno en francés. Nunca supimos lo que había allí, pero nos tradujeron y dijeron que ella lo había escrito”.

“Ella guardó las fotos todos esos años y la gente venía a mirar, pero Sara no quería cederlas. Ni siquiera a Amnon Shamosh, que era su amigo”, agrega Haber. “En 1987 vinieron a verla del Museo de Israel y le dijeron que iba a haber una exposición sobre el Códice de Alepo. Le dijimos: ‘Un día cerrarás los ojos y no habrá nadie para contar la historia’. Y entonces aceptó que el museo hiciera copias de los negativos. En los años siguientes no nos interesamos por sus fotos, hasta que un día vino Avi Dabach y nos dijo que había oído hablar de ella a través de Shamosh. Le dimos las fotos y seguimos en contacto con él”.

Shammah habló de su viaje a Alepo en una conversación grabada con el arqueólogo Maguén Broshi, entonces curador del Santuario del Libro, cuando se inauguró esa exposición en 1988.

“Le dije [al fotógrafo], quiero que vengas conmigo y me hagas fotos de la sinagoga, ¡pero de cada rincón! Accedió y le pagué todo lo que me pidió. No regateé. Llegamos a la sinagoga y el Shamash estaba allí. Le dije: ‘Muéstrame los lugares más importantes de la sinagoga. Quiero tomar fotos”. El Shamash los guió y el fotógrafo hizo su labor. “Pensé en hacer un gran álbum, con 51 fotos, y venderlo. Así la gente lo leería y sería en memoria de mi padre”, dijo entonces.

También comentó de su visita a la sinagoga, tras el incendió. “Vi una ruina. Cogí un rollo de la Torá de los escombros y lo puse bajo mi abrigo. El policía árabe que custodiaba el lugar me dijo: No puede entrar, es peligroso”, dijo.

Al darse cuenta del valor de la documentación, el fotógrafo armenio, encontró a Sara y la amenazó.

Exposición de realidad virtual en el Museo de Israel-Sinagoga de Alepo
Recorrido en realidad virtual por la Gran Sinagoga de Alepo en el Museo de Israel.Crédito: Ohad Zwigenberg

“Al cabo de uno o dos días, el fotógrafo vino a verme y me dijo: ‘Señora Shammah, o me da una suma de dinero o diré que es usted una espía sionista y que ha venido aquí para fotografiar lugares'”, dijo.

Shammah huyó al Líbano con el rollo de la Torá y las fotos, y desde allí volvió a Israel con su pasaporte británico justo antes de que se cerrará la frontera.

La nueva exposición refleja el creciente interés por las sinagogas destruidas en Oriente Medio: Egipto, Líbano y Turquía. Algunas han sido renovadas.

La comunidad judía de Alepo, o Aram Tzová, como se llamó durante siglos, es una de las más antiguas, ya que data del periodo del Segundo Templo. Su importancia económica y cultural se debía a su ubicación geográfica entre las comunidades de la Tierra de Israel y Babilonia, y entre Oriente Medio y Oriente.

Imágenes de la Gran Sinagoga de Alepo
Imágenes de la Gran Sinagoga de Alepo expuestas en el Museo de Israel. Crédito: Ohad Zwigenberg/Haaretz

A partir del siglo VII, los judíos de Alepo fueron llamados Musta’arabi y su lengua era el árabe. Tras la expulsión de los judíos españoles en 1492, algunos judíos ibéricos se unieron a la comunidad, y hubo tensiones entre ellos y los judíos nativos.

En el siglo XVII se produjo otro cambio con la llegada de los francos, comerciantes judíos italianos que se incorporaron al tejido comunitario. Las barreras entre los distintos grupos cayeron en el siglo XIX. Sus descendientes se convirtieron en miembros de una sola comunidad con estilos de vida similares.

El arquitecto David Cassuto, un sobreviviente del Holocausto nacido en Florencia que investiga las sinagogas, escribió en un artículo sobre la sinagoga:

“La sinagoga era similar a una basílica cristiana y era magnífica. Su techo estaba compuesto de cúpulas y tenía pasillos interiores cubiertos delineados por columnas circulares. En el oeste del edificio se encuentra el ala de rezo del Musta’arabi. En el centro hay una zona de oración abierta al cielo y en el este, el ala que se construyó cuando llegaron los judíos expulsados de España en el siglo XV”.

En su artículo, Cassuto cita informes de visitantes de la sinagoga, como el diario de Pietro Della Valle, un viajero cristiano italiano que pasó por Alepo en 1625. “La sinagoga es conocida por su belleza y sus antiguos orígenes. Se entra por una puerta más baja que la de la calle, y se desciende por varias numerosas escaleras”, escribió, y añadió que los congregantes estaban “mezclados”, mujeres y hombres juntos, pero divididos según su origen.

El personal del Museo de Israel logró reconstruir la antigua sinagoga gracias a las fotografías proporcionadas por Abraham y Ora Haber.

Un reportaje de la emisora pública israelí Kan muestra la emotiva visita de la pareja a la inauguración de la exposición en honor a Sara Shammah.

Abraham Haber comenta que creció en internados durante muchos años. “Al principio vivía solo con mi madre y ella viajaba a Siria. Compraba medias para mujer aquí en Jerusalén y las vendía en Siria, de eso vivíamos”, dice a Kan.

En una entrevista a Kol Israel en 1988, Shammah reveló que se casó en Jerusalén pero se separó de su esposo cuando él decidió emigrar a Estados Unidos. Vivió como aguná durante 10 años hasta que su marido le concedió el divorcio.

Dabach sugiere que Shammah pudo haber sido una espía, ya que el entonces presidente Yitzhak Ben Zvi tenía la intención de enviarla a Siria para encontrar el Códice de Alepo y llevarlo a Israel. “Ella estaba dispuesta a buscarlo y traerlo pero las fronteras se cerraron”, afirma Dabach.

¿Dónde quedó el rollo de la Torá que Sara rescató de los escombros de la Sinagoga de Alepo?

Ora revela que Sara lo guardó todos los años dentro de un antiguo reloj de pared y dijo: “El manuscrito es mi amuleto, me protege”.

Posteriormente, Abraham Haber lo conservó por las mismas razones. Para finalizar, su esposa sugiere que “antes de que Abraham cierre los ojos, deberían entregar el tesoro al Museo de Israel“.

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