Enlace Judío – Israel y la Yihad Islámica Palestina tratan de sacar adelante un alto al fuego. Bueno, es un decir. La Yihad Islámica trata de atacar a la vez que exige que Israel respete el alto al fuego, pero eso —lamentablemente— no tiene nada de novedoso. Así de cobardes y traicioneros han sido los grupos terroristas palestinos siempre.

De todos modos, esto siempre suele ser la fase intermedia hasta que se llega al alto al fuego definitivo. En ese sentido, tampoco estamos viendo nada nuevo. Acaso, lo que realmente llama la atención es que se hable de ponerle fin a las hostilidades apenas a tres días de iniciados los combates.

Esto, por supuesto, se debe a que la Yihad recibió golpes durísimos que, seguramente, no se esperaba.

Y es que Israel hizo algo especial en esta operación: lanzar ataques selectivos contra los líderes terroristas y eliminar a los más importantes apenas en un par de días.

¿Por qué Israel nunca había intentado algo así?

Sencillo: en las cuatro guerras anteriores, el conflicto fue directamente contra Hamás. Israel siempre tuvo la capacidad y los recursos para ir por las cabezas del grupo terrorista, pero hay un detalle: Hamás gobierna la Franja de Gaza. Eliminar a sus dirigentes habría creado un vacío de poder y es un hecho fuera de toda duda que quienes habrían capitalizado esa situación habrían sido los extremistas de la Yihad Islámica. Eso habría dejado a Gaza bajo control absoluto de Irán, una situación infinitamente más indeseable que la que se mantiene desde hace ya 15 años con Hamás en el poder.

Por eso es que Israel, en las guerras anteriores, no se arriesgó a eliminar a la cúpula de Hamás. Era pura y simple sensatez: el resultado final habría sido peor que la situación inicial.

Esta vez fue distinto porque Hamás, muy sensatamente por primera vez en su existencia, se mantuvo al margen del conflicto. En ese marco, no había problema real en eliminar a la cúpula de la Yihad. Al contrario: con esto, la situación queda todavía más cómoda para que Hamás controle a un grupo más radical, irracional y peligroso.

Por ello, los golpes dados por Israel desde un inicio fueron certeros y contundentes, al punto de que apenas en tres días ya se negoció un alto al fuego.

¿Qué tanto provecho le puede sacar cada quién?

Por supuesto, a quien más le urge es a la Yihad. Los están reventando por todos lados, y su capacidad para causar daños en Israel ha sido prácticamente nula. Su accionar es un fracaso en todo sentido y, aunque por el momento hacen su alharaca típica en la que se anuncian como vencedores, va a ser cosa de muy poco tiempo para que la población palestina pueda contemplar lo catastrófico que fue esta guerra para ese grupo terrorista.

Más allá de esa verborragia de perdedor ardido, lo cierto es que a la Yihad le urge el alto al fuego. Necesita un respiro. Cada día que el conflicto se prolongue, serán más pérdidas para un grupo que ya lo perdió casi todo en su propia sede.

En el otro extremo está el primer ministro israelí Yair Lapid, un político con poca o nula experiencia militar que, sin embargo, se va a anotar el éxito.

Seamos honestos: Lapid tenía la situación fácil. En primero, porque solo tenía que confiar en sus militares —a Israel le sobran generales competentes—. Lapid se limitó a fluir, dejar hacer a la gente que sabe hacer las cosas y luego colgarse la medalla. En todo caso, el éxito de Israel fue más mérito de Benny Gantz, pero bueno. Así de injusta es la política a veces.

Al final de cuentas, será Lapid el que pueda presentarse como quien estuvo al frente de Israel en un combate que dejó decapitada a la Yihad Islámica, en apenas tres días, y sin la necesidad de arriesgas a los jayalim (soldados) del ejército israelí.

Nada mal para su debuto real como primer ministro.

¿Le va a servir en las elecciones que vienen? Lo dudo mucho. En otras ocasiones, Netanyahu se anotó éxitos militares importantes, y eso no hizo variar demasiado las intenciones del electorado. Además, una victoria como esta no es algo que impresione a los israelíes. En primera, porque —lamentablemente— es algo a lo que estamos acostumbrados, en el sentido de que la sociedad israelí ya sabe que en cualquier momento puede estallar la violencia. No es una situación extraordinaria.

Además, se sabe que el de Israel es uno de los mejores ejércitos del mundo, así que derrotar a los grupos terroristas de Gaza está fuera de discusión. Es algo que debe suceder sí porque sí. En ese sentido, Lapid no ha logrado nada que los propios israelíes no dieran por sentado desde un principio. En cambio, un descalabro militar para Israel sería la tumba política de cualquier primer ministro y su gabinete.

Basta recordar la Segunda Guerra del Líbano en 2006. En esa época, la realidad es que Israel ganó la guerra y le puso un alto a Hezbolá, que no tuvo más alternativa que detener sus ataques. Los terroristas del Líbano perdieron al doble de tropas que los israelíes. Se replegaron hacia Beirut. Perdieron, en términos prácticos. Pero el puro hecho de sobrevivir fue manejado por Hezbolá, mediáticamente, como una victoria. Es decir, Israel perdió esa guerra mediática porque no logró su objetivo de aplastar a Hezbolá. ¿Resultado? Ahí comenzó el declive de la carrera política de Ehud Olmert que, simplemente, no volvió a figurar en el panorama político israelí.

Ya veremos cómo se desarrollan las elecciones. Para ese momento, el impacto de haber triturado a la Yihad Islámica muy probablemente se habrá olvidado y los israelíes estarán concentrados en los temas normales de cualquier proceso electoral. Si las votaciones fueran el próximo domingo, tal vez Lapid podría ganarse más escaños de los 21 o 22 que le pronostican. Pero eso no va a pasar, así que no veo tan probable que esto trascienda electoralmente.

Hamás, por su parte, es el único afortunado al que le conviene lo mismo el alto al fuego que la extensión de los combates. El alto al fuego, porque puede presentarse como el liderazgo palestino ecuánime que no cedió a las provocaciones y que, por lo tanto, se mantiene como interlocutor legítimo de los palestinos ante el resto del mundo. Y si los combates se extienden, mejor para ellos: su principal rival en la Franja de Gaza se verá todavía más desgastado y arruinado.

Habrá que esperar todavía para ver si el alto al fuego realmente se mantiene. Pero, de todos modos, todo parece indicar que estamos ante el conflicto Israel-Gaza más breve de la historia. Las condiciones se dieron para ello, e Israel la tuvo relativamente fácil, especialmente porque la coyuntura ahora sí le permitía ir por las cabezas de un grupo terrorista. Una correcta organización y uso de los sistemas de defensa —algo en lo que Israel ya tiene mucha experiencia— y una buena estrategia basada en la información que proporcionó uno de los sistemas de inteligencia militar más eficientes del mundo y todo quedó servido para que el golpe contra la Yihad fuera contundente.

¿Habrá entendido el liderazgo de Hamás de qué se trató todo esto? Básicamente, lo que ya tienen que entender es que los palestinos se han quedado solos en su obsesión por destruir a Israel. El único apoyo real que conservan es el de Irán, pero desde que Rusia —el principal benefactor de los ayatolas— está inmerso en su propia guerra absurda, sin sentido, y condenada al fracaso, los grupos extremistas palestinos se van quedando aislados dentro del mundo árabe, que está en pleno inicio de su romance con Israel.

Si los líderes de Hamás entienden los cambios irreversibles que ya se dieron, habrá esperanza para que la paz definitiva llegue más pronto y sin tanto dolor.

Si no lo entienden, de todos modos serán derrotados. La realidad tiene la ventaja de que de todos modos te revienta, crea o no creas en ella.

 


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