Enlace Judío / rab David Yaakov Beasley – Nuestra parsha, parshat Re’eh, marca el puente en los discursos finales de Moshé desde una discusión sobre las esencias y fundamentos de la creencia judía hasta una discusión sobre los mandamientos y cómo deben cumplirse. En primer lugar, Moshé recuerda al pueblo la importancia de desarraigar por completo todos los restos de idolatría en Canaán, y establecer un nuevo lugar central de culto donde todo el pueblo pueda reunirse en su lugar. Las leyes discuten los detalles de los diezmos que deben ser llevados a este lugar, y cómo incluso el acto de comer carne se ve afectado.

A continuación, la Torá revela un temor latente que subyace a toda la empresa: a pesar de nuestra voluntad de eliminar la idolatría de la tierra, el pueblo judío expresará entonces el deseo de “adoptar” estilos de culto paganos para adorar a Dios: “Cómo sirvió este pueblo a sus dioses, yo haré lo mismo” (12:29-13:1). El Rambán explica los temores de la siguiente manera: a Moshé no le preocupaba que, habiendo invertido tanta energía en erradicar los cultos cananeos, el pueblo judío expresara el deseo de realizar los mismos ritos. En cambio, el temor era mucho más insidioso – el pueblo judío justificará y asociará la destrucción de los cananeos debido al objeto de su culto (los dioses que adoraban no eran dignos), sin embargo, no se daría cuenta de que lo que era tan aborrecible para Hashem era el método de su culto. La Torá, por lo tanto, nos ruega que no cometamos este error; en efecto, “toda clase de abominación que Hashem aborrece hicieron en la adoración de sus dioses…” (12:31). En otras palabras, además de tener un enfoque equivocado de la adoración (adorando a la nada como deidades), los métodos que utilizaban (incluyendo, como el versículo dice explícitamente, el sacrificio de niños) eran odiosos para Dios.

Para probar este punto, esta advertencia es inmediatamente seguida por la orden de no añadir – o disminuir – los mandatos de Dios. El S’forno explica que no debemos introducir en el culto a Dios nuestros propios métodos de adoración, ya sean el resultado de nuestro propio pensamiento creativo o la adopción del comportamiento de otras naciones, ya que no sabemos qué es y qué no es una abominación a los ojos de Dios. El capítulo 13 continúa con una lista de tres situaciones en las que la Torá nos ordena resistir tanto la tentación de escuchar como la de mostrar misericordia hacia una persona o grupo de nuestro propio pueblo que desea desviarnos: el falso profeta, el “mei’sit” (seductor) y la ciudad que comete idolatría. En todos estos casos, la Torá nos exhorta a no mostrar misericordia y a erradicarlos completamente de la faz de la tierra.

Fuente: Yeshivat Har Tzion