Enlace Judío – Es época electoral en Israel. Al igual que en el resto del mundo, cuando se aproxima el tiempo de votar, las promesas aparecen por todos lados. “Haremos esto”, “haremos lo otro”, exclaman los políticos sin considerar las limitaciones presupuestarias o la viabilidad de los proyectos.

Cualquier cosa que digan debe de tomarse con reservas en cuanto a su implementación. Sin embargo, el discurso que se maneja vale la pena ser analizado. Los políticos hablan sobre lo que le interesa a la población. Las promesas son, hasta cierto punto, un termómetro social. ¿De qué temas se hablan? ¿Qué temas se omiten?

Tendencias

Para la mayoría del mundo internacional, cuando se habla de política israelí, se piensa inmediatamente sobre el conflicto con los palestinos. No obstante, al interior del país, el tema cada vez pierde más fuerza sobre el electorado.

Mientras hace veinte años era el tema que dominaba la agenda política, en las votaciones de 2019 el 22% de los israelíes consideraron que los temas principales alrededor de la misma eran el conflicto con los palestinos” o “las amenazas a la seguridad y cómo manejarlas. Dos años después, en la pasada ronda de elecciones, sólo 4% de la ciudadanía juzgó que la elección se trataba de esos temas.

Las cinco rondas de elecciones que han dominado la agenda política israelí desde hace tres años han sido caracterizadas como un referendo de Benjamín Netanyahu. Bibi, que gobernó de 1996 a 1999 y de 2009 a 2021, es sin duda la figura política más importante en Israel.

Entre todos los temas que lo rodean — su línea dura de liderazgo, su preferencia por el statu quo y sus incendiarios discursos — el más determinante para su polarización ante el electorado es su figura como expresión de la identidad judía en el Estado. Según una investigación de los académicos Michal Shamir y Gideon Rahat, la tensión entre judaísmo y democracia es la fuerza impulsora detrás de los votantes.

Discursos

En su larga campaña electoral, el discurso de Netanyahu se ha centrado en dividir. Según él, aquellos que votan por sus partidos son los representantes verdaderos del judaísmo ante el Estado, mientras quienes se oponen son “traidores” o “amantes de los árabes”.

En 2019, su chauvinismo llegó hasta un punto en el que dijo que Israel no era un país de todos sus ciudadanos, sino que sólo del pueblo judío. Con las tensiones étnicas creciendo en Israel, manifestándose con violencia y cobrando vidas, el discurso divisivo es agudamente peligroso.

Además de la narrativa divisoria entre judíos y árabes, las elecciones han indicado una fractura dentro del mismo judaísmo israelí. El bloque de Netanyahu, aliado con los partidos más religiosos, ha luchado por una homogeneidad judía en dónde la ortodoxia gobierna sobre las ramas conservadoras y reformistas.

Las controversias por la propuesta sección mixta del Kotel, en la que hombres y mujeres podrían rezar juntos, y la operación de autobuses en el día santo de Shabat, han controlado la lista de preocupaciones de los partidos ultraortodoxos.

Promesas

Con ganas de animar al bloque secular, la ministra de Transporte Merav Michaeli prometió examinar la posibilidad de que la nueva línea de tren ligero que va del norte de Israel a Tel Aviv pueda operar en Shabat.

En caso de implementarse, sería una de las rupturas más radicales al statu quo secular-ortodoxo en la historia del país. Yair Lapid y su gobierno se han mantenido relativamente pasivos ante sus promesas de secularización en la vida pública.

La posible aprobación del tren ligero en Shabat solidificaría al gobierno actual como uno que cambió la cara de la identidad judía en el Estado, priorizando la libertad de transporte todos sus ciudadanos sobre el statu quo ultraortodoxo. Asimismo, incrementaría su popularidad entre un público secular que podría salir motivado a las casillas. A ver si cumplen la promesa.

 


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