Enlace Judío México e Israel – Estamos en el castillo de Gurre en Dinamarca en 1360. El rey Valdemar IV se ha enamorado de Tove, la hermana de su mayordomo. Su esposa esta celosa. Asesina a Tove con un veneno. El rey sucumbe a la tristeza y la melancolía por la pérdida de su amada y culpa furioso a Dios. Esta historia es la que puso en música el compositor judío Arnold Schoenberg 1911 en “Gurrelieder”, una creación absolutamente genial que constituye una de las obras más emocionales y románticas del repertorio.

El castillo de Gurre fue construido en el siglo XII en el lago de Gurre a 40 kilómetros de Copenhague. En la actualidad se encuentra en ruinas. El nombre de la obra de Schoenberg es “Gurrelieder”, canciones de Gurre, ya que toda la acción se desarrolla en este castillo danés.

Valdemar IV (1320-1375) fue rey de Dinamarca de 1340 a 1375. Sus dos primeros años de reinado fueron dramáticos por la presencia de la peste negra. La epidemia mato a la mitad de la población afectando mucho más en las ciudades que en el campo. El rey ni siquiera enfermo. A pesar de la enorme crisis económica se negó a bajar los impuestos, lo que ocasiono numerosas revueltas.

Schoenberg dramatizó musicalmente el monólogo lírico de Hans Peter Jacobsen (1847-1885). Éste poeta danés fue muy admirado por Rilke, la principal relación amorosa de Lou Salome, y por Stefan Zweig, el libretista judío de “La Mujer Silenciosa” de Strauss.

La historia y la música nos recuerdan a “Tristán e Isolda” de Wagner, en una versión más moderna y todavía más intensa. El texto narra la historia de dos amantes, el rey Valdemar y Tove, hermana de Hennig, mayordomo del rey. Su amor transcurre felizmente en Gurre, castillo de caza de Valdemar, hasta que la reina Helvig, loca de celos, envenena a Tove que fallece.

Valdemar, poseído por la ira y mentalmente perturbado, blasfema contra Dios a quien acusa de ser un tirano culpable de la muerte de su amada. Castigado por su terrible injuria, es condenado a perpetuidad a cazar en la noche, en los bosques de Gurre, junto a los espectros de sus vasallos muertos. En una rueda de tiempo infinita, le estará permitido rememorar al alba la unión eterna en el amor de Tove.

El final es optimista y resplandeciente mostrándonos la fuerza enorme de la vida. “¡Mirad el sol! Brilla multicolor en el lejano firmamento. Por el este saluda su sueño matinal. Sonriente va ascendiendo sobre las aguas de la noche y desde su frente luminosa centellean rizos luminosos y brillantes”.

Los “Gurrelieder” son un drama musical. No son propiamente una ópera, pero son perfectamente representables como se ha demostrado en la reciente edición en DVD de la ópera de Ámsterdam con preciosa escenografía de Pierre Audi. Exigen una orquesta inmensa de 150 músicos y tres coros convirtiéndose en una de las obras más grandiosas de la historia de la música. Pero a la vez tienen un tono intimista y camerístico. En ocasiones parece estar escuchando un oratorio, en otras una cantata, en otras una sinfonía, un ciclo de lieder (canciones) e incluso una ópera. Es una obra genial que emociona intensamente.

La influencia wagneriana es obvia pero también hay una clara relación con Brahms. Es apasionante como Schoenberg funde en esta partitura los mundos de dos compositores aparentemente incompatibles. Schoenberg admiraba a Brahms. Uno de sus ensayos se titula “Brahms el progresivo”. Un compositor al que muchos consideran excesivamente conservador es calificado como progresivo por el más progresivo de todos los compositores. A instancias de Otto Klemperer, Schoenberg orquesto en 1937 el cuarteto opus 25 de Brahms y nos regaló una obra genial que parece la “Quinta” de Brahms.

El sonido de los “Gurrelieder” es inconmensurable. Se nos mete dentro llegando a convertirse en un pensamiento musical obsesivo y recurrente. Todos los aficionados a la música deben conocer esta partitura. Hay varias versiones en YouTube y en CD. La más recomendable es la intimista de Simon Rattle con la Filarmónica de Berlín, que recibió el premio al mejor disco del año de la revista Grammophone en 2002. En 2013 Rattle y su orquesta interpretaron de nuevo “Gurrelieder” en una versión disponible en el Digital Konzert Hall de la Filarmónica de Berlín.

El estreno en 1913 fue un gran éxito. Entre el público estaban Alma Mahler, Berg y Webern. Pese al triunfo, Schoenberg abandonó definitivamente el romanticismo. Podría haber seguido en esta misma línea y haberse convertido en un compositor muy popular. Optó por el dodecafonismo y una música genial pero difícil de escuchar y totalmente alejada de la sensibilidad de la mayoría de los aficionados.

Desde el punto de vista del derecho nos encontramos ante un acto criminal que queda impune. Tove ha sido asesinada, pero nadie lleva a la reina Helvig ante la justicia. No se habla de los familiares de Tove. El rey lanza su furia contra Dios no contra la asesina. En la historia verdadera los reyes se separaron. La reina se trasladó a la abadía de Esrum donde se convirtió en monja.

Estamos ante una de las diez mejores obras de la historia de la música, ejemplo del arte más verdadero que nos lleva a la sabiduría más profunda.

El autor es Presidente de la Asociación Europea de Abogados.


 

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