Enlace Judío – Los resultados de las elecciones para la 25a legislatura de la Knéset están claros. Es una victoria del bloque derechista encabezado por Benjamín Netanyahu. Una vez más, el apodado “Rey Bibi” por la astucia de sus maniobras políticas, regresará al poder. Esta iteración de su gobierno, si decide hacer coalición con aquellos partidos que lo apoyaron en campaña, será el más extremo de derecha en la historia de Israel. ¿Qué dicen los resultados sobre el presente y futuro del país? ¿Qué cambios se podrán ver en los siguientes meses?

El regreso del kahanismo

Tras obtener los resultados de las encuestas de salida que colocarían a su partido Hatzionut Hadatit como el tercero más grande en la Knéset, Itamar Ben-Gvir dio un discurso incendiario celebrando la llegada del “tiempo de ser propietarios de nuestro país de nuevo”.

En línea con la narrativa supremacista que ha manejado en toda su carrera política, Ben-Gvir, el heredero ideológico de Meir Kahana, llevó su doctrina al poder. El kahanismo, un movimiento nacionalista judío que buscaba tratar a los árabes como ciudadanos de segunda clase fue vetado de la Knéset en 1994 por incitación al racismo.

Su organización, la Liga de Defensa Judía, fue catalogada como grupo terrorista por EE. UU. Al darle 14 escaños en el parlamento a su máximo representante moderno, la ideología ha sido legitimada por los votantes.

El proceso de radicalización de la derecha israelí ha sido gradual pero ayer anunció oficialmente su llegada. Tan solo 27 años después de la muerte de Yitzhak Rabin, aquellos que celebraban su asesinato se están sentando en el gobierno. A diferencia con el resto del mundo, donde los pensamientos de igualdad, fraternidad y derechos humanos prevalecen en la juventud, en Israel fueron el grupo demográfico que le dio el voto a Hatzionut Hadatit

Cuadro con imágenes de Baruch Goldstein y la Tumba de los Patriarcas que colgaba en el hogar de Itamar Ben-Gvir.

La campaña de Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, dos de los políticos más importantes de Hatzionut Hadatit, se caracterizó por lo incendiario de sus comentarios: la propuesta de Ben-Gvir de deporter a políticos no judíos “desleales” y la autodescripción de Smotrich como un “homofóbico orgulloso”, así como su oposición acérrima al aborto, causaron revuelo en la sociedad israelí.

Quizás la manera más fácil de entender lo que Ben-Gvir apoya es ver el retrato que hasta hace poco colgaba en la sala de su casa: una foto de Baruch Goldstein, el terrorista que mató a 29 palestinos musulmanes que rezaban en una mezquita de Hebron en 1994.

Lo que era impensable hace algunos años es ahora una realidad. Aún peor, la resistencia es prácticamente inexistente. Mientras en 2019, grupos judeoamericanos prominentes como el AIPAC, el AJC y el JCPA condenaron una posible alianza entre Netanyahu y Ben-Gvir, hoy en día se quedaron callados.

Con los 14 escaños de Hatzionut Hadatit no sólo llegó la extrema derecha al poder, sino que lo hizo por medio del voto joven, con su ideología normalizada y sin movimientos importantes de resistencia.

La muerte de la izquierda

El lento proceso de radicalización de la derecha israelí, narrado magistralmente por Larry Derfner en su libro No Country For Jewish Liberals, no sólo culminó en estas elecciones llevando a sus partes más extremas al poder sino que erosionó completamente a la izquierda judía. Lejanos son los días en los que la izquierda dominaba la política de Israel.

El Partido Laborista (Avodá), que gobernó al país ininterrumpidamente durante sus primeros treinta años, apenas pasó el límite de 3.25% necesario de votos para acceder a la Knéset. El partido Meretz, representante del movimiento pacifista-secular, ni siquiera pudo entrar al congreso.

Sin una fuerte oposición de izquierda interna, no es difícil vaticinar que el siguiente gobierno continuará sin hacer esfuerzos por lograr la paz con Palestina y que la ocupación de Cisjordania será tan fuerte como nunca. La posibilidad de anexión de tierra palestina, quebrando cualquier posibilidad de una solución de dos Estados, pronto podrá ser una realidad.

Netanyahu dijo querer hacerlo en 2020 y es de los principales objetivos de Itamar Ben-Gvir, líder del segundo partido más poderoso en la coalición. Con una izquierda desmoronada que no puede oponer resistencia, el camino a la anexión está libre.

Corrupción y democracia

Cada una de las cinco rondas de elecciones israelíes desde 2019 ha sido un referendo sobre Benjamín Netanyahu. Específicamente, sobre la importancia que le dan los votantes a los cargos de presunta corrupción por los que Bibi está siendo investigado. De una vez por todas, le han concedido la impunidad.

La coalición que Netanyahu piensa formar está de acuerdo en aprobar una serie de reformas que le garantizaría evadir los cargos que se le imputan. Primero, la derogación en el código penal de los delitos de fraude y abuso de confianza liberaría retroactivamentea a Netanyahu en tres de los cargos que enfrenta.

Asimismo, buscan pasar una ley que asegure inmunidad a primeros ministros, miembros del gabinete y diputados en la Knéset por cualquier delito que puedan cometer en relación con su cargo mientras estén en él. Las nuevas normas absolverían a Netanyahu pero crearían un ambiente menos transparente en el que sería más fácil que proliferen los políticos corruptos.

De igual manera, la propuesta para reformar el proceso de selección de jueces en la Corte Suprema pondría en riesgo la división de poderes, uno de los pilares fundamentales de la democracia israelí. Si los miembros de la Knéset pueden elegir a los jueces, como lo propone la coalición ganadora, se formaría un ambiente ideal para elegir “jueces a modo” que no sean un contrapeso al poder legislativo, sino una extensión de su poder político. 

Finalmente, la propuesta de Bezalel Smotrich de que una mayoría simple en el parlamento (61 miembros de la Knéset, 50%+1 de su composición) pueda revertir fallos de la Corte Suprema que anulen leyes le da al gobierno una carta blanca para actuar sin contrapesos, incluso violando las Leyes Básicas de Israel.

Reflexiones finales

Dice el lema del prestigioso periódico The Washington Post que “las democracias mueren en la oscuridad”. Yo añadiría que se vulneran a plena luz del día, con el apoyo de sus sujetos. Todavía es temprano para saber si Smotrich y Ben-Gvir gobernarán como lo prometieron o moderarán su discurso. No se sabe si las reformas de inmunidad acabarán pasando o si se tomarán más pasos para una anexión de Cisjordania. Hoy en día, todas las señales indican que ocurrirá, como la gente de Israel lo ha elegido.

 


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