Enlace Judío- ¿Con qué letra escribir “cristales rotos”?  ¿Con Arial, New Times Roman, con cuál…? ¿Con mayúsculas, con minúsculas? ¿Con admirativas, con interrogativas? ¿Con qué mano escribir sobre la fatal noche, cuya reminiscencia golpea hasta hoy día nuestra realidad de habitantes de un mundo marcado por la violencia?

Me decido finalmente utilizar la letra Arial, la de costumbre, para que mi mano derecha no se sorprenda, ni se entume frente a una noticia, por desgracia, inolvidable en su ímpetu, en su terror. Me abstendré de las admirativas, de las interrogativas: baste un lenguaje cotidiano, por desgracia, para volver al lastimoso ayer… Hoy día hay quien evoca la “época dorada”, hablando de pureza racial, de “pura gente blanca”, por ejemplo, de una Norteamérica libre de “razas inadecuadas”. Hoy día surge, como la peste, el desdén hacia el otro, hacia la otredad, hacia su existencia inválida, invalidada por los supuestos dueños de la verdad…

En tiempos de Hitler, sus seguidores lanzaban al aire y a viva voz el incendiario lema: “Ein Volk, ein Reich, ein Fuhrer”, algo así como: “Un pueblo, una patria, un dirigente”. En la realidad: bajo la férrea dictadura de un dictador absoluto de mala entraña, salido de la nada…

Se lo contemplaba –de acuerdo a Leo Bretholtz en Leap into darkness, como a un agresor lunático, acaso, como un conciudadano con deseos de enmendar para bien la realidad… ¿Acaso, como quien alimentó y contagió su odio hacia los traidores de su país natal?  Se dio comienzo a la des-judaización, supuesto remedio a todas las  tragedias de todos los tiempos. En dicho texto autobiográfico, en el capítulo que corresponde al mes de noviembre, leemos sobre, el que podría llamarse, “Affaire Grynszpan”: a ojos de muchos, fósforo a la mano que encendió la mecha de la Shoá.

El deicidio únicamente se lava con sangre judía

Incuestionablemente, resultó un inmejorable pretexto para la ignición e inicio de una catástrofe, nada nuevo dentro de inclemente tradición cristológica, según la cual los judíos eran y seguirán siendo los responsables de grandes catástrofes, la mayor: el deicidio que únicamente se lava con sangre judía. A propósito, Leo Bretholtz cuenta sobre cierta ley restrictiva que impedía a los judíos renovar sus pasaportes a partir del 29 de octubre de 1938. “La Oficina Germana de Asuntos Exteriores” exigió a la Gestapo deportar a los judíos polacos sin dilación. Trenes cargaron con alrededor de 18 000 judíos, enviados a la frontera con Polonia, y trágicamente –o diríamos que con mala intención– se les prohibió abandonar sus asientos. Cinco mil fueron enviados a Zbazsyn. Fue el inicio de una pesadilla –advierte Bretholtz.

En París, un joven de diecisiete años recibió una carta de su padre, mediante la cual se enteró de su forzada deportación. Desesperado por la dilación o por la suerte de sus padres, enviados a la frontera polaca y no a París como se tenía pensado– acudió a la Embajada Alemana en la capital francesa con la intención de contactar, como fuera, al embajador germano. Por error, hirió de muerte al tercer secretario Ernst von Rath. Era el 7 de noviembre… el incidente le quedó como se dice, “como anillo al dedo” a Hitler y a sus secuaces, al pueblo enardecido. En Bruselas –donde el joven Bretholtz de Leap in the darkness buscó refugio– leyó en un diario: Nuit de Terreur en Allemagne. Pogrom Contre Les Juifs: “ Noche de Terror en Alemania. Pogromo Contra los Judíos”.

Bretholtz, –quien, tras siete años de vagar de un lado al otro para evitar caer en las garras de los nazis– relata al detalle sobre aquel suceso de fin trágico. Apelando a términos gastronómicos,  “la Noche de los Cristales Rotos”resultó –a nuestros ojos– “una entrada al exterminio” por órdenes superiores y en pos de un indestructible y eterno Tercer Reich, de estorbos: además de los judíos, homosexuales, religiosos gente de color, políticos, desahuciados, enfermos mentales, entre un gran etcétera.

De acuerdo a Bretholtz: el fatal suceso, levantó olas en las oficinas de la Gestapo en Berlín. El Führer y sus secuaces estuvieron presentes en el acto mortuorio, y como “natural” corolario, se planeó el arresto de alrededor de 30 000 mil judíos, entre ellos los más boyantes, los de mayor poder económico… Lo lógico y necesario para emprender la construcción de una mítica, exultante y jubilosa Germania.   Miles fueron transportados a Dachau…

Personalmente, Bretholtz resultó afectado: “el tío Moritz” fue enviado a morir; su negocio –como el de muchos de sus congéneres– fue destruido: los cristales fueron rotos, mayormente a pedradas, símbolo del inicio de la inminente debacle.

Las sinagogas, donde los judíos se asilaron, fueron encendidas… templos y fieles murieron en fatal hornaza. En cuanto a la fatal noche pasó a la historia como “La noche de los cristales rotos”: metáfora asertiva que describe en corto, una tragedia por recordar, para no olvidar. Pase lo que pase…

 

Bibliografía:  Bretholtz, Leo/ Michael Olesker, Leap into darkness,New York, Anchor Books, 1999.

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