Enlace Judío – Expresiones de violencia hoy ascienden y se dilatan en la realidad israelí y palestina.

Se verifican en Jenin y en ambos lados de Jerusalén y dan lugar a hechos como la ruptura por parte de Ramallah de los nexos formales con Israel, muertes y tensiones en Jerusalén, y reiteradas manifestaciones de protesta en las principales ciudades del país en contra de la coalición jefaturada por Netanyahu.

Circunstancias que anuncian la cercana posibilidad de una tercera intifada o insurrección palestina que traerá consigo radicales cambios en el carácter de la convivencia judeo-árabe en Israel.

Sin duda, el conspicuo componente religioso de la presente coalición gubernamental altera sustancialmente los rumbos del país.

Hasta aquí los israelíes habíamos supuesto que las variantes y los matices del credo religioso judío tienen legítima presencia pública y gravitan mesuradamente en la esfera política y militar.

Ya no es así. Las últimas elecciones implican un importante viraje que se manifiesta no solo en el discurso público y parlamentario. También en las decisiones sobre asuntos que hasta aquí han sido lúcidamente considerados en Israel con el fin de asegurar la convivencia entre seculares y religiosos.

La participación en el gobierno actual de partidos que reiteradamente vocean el nombre de Jehová altera la fuente y los términos de las decisiones políticas. La mutua tolerancia y la convivencia ciudadana cambian sustancialmente cuando agrupaciones que apenas se ajustan al espíritu democrático toman parte activa en las decisiones públicas.

Aludo a algunos líderes y partidos que repiten y enarbolan el nombre de Jehová, elevan oraciones y ponen en tela de juicio la libertad personal.

En contraste con el hacer liberal político y la actividad científica sus planteamientos apenas toleran cambios y olvidan a un Saadia Gaón o a un Maimónides que atinaron a aprender y a ajustarse en la convivencia con el otro.

Un ejemplo: el partido Shas que nació en 1984 no ha cambiado sustancialmente sus normas conforme al dinámico escenario público. La oscura vestimenta, la reiterada apelación a Jehová, el rango subordinado de la mujer, entre otros, son algunos ejemplos.

En estas circunstancias, un discurso entre populista y xenófobo distingue a no pocos de sus líderes. Reiteran y glorifican mandatos presumiblemente divinos sin tomar parte activa en la defensa y en el progreso científico del país.

Circunstancias que conducen a un conflicto de credos que pone en peligro la vida nacional. Ciertamente, esta situación crea un dilema personal y político a miembros seculares de la actual coalición gubernamental. Ellos deben ajustarse a las convicciones y a la conducta personal de colegas presididos más por inflexibles convicciones religiosas que por normas dictadas por cálculos territoriales, económicos y militares.

Estas nuevas circunstancias y actores en la gestión gubernamental israelí gravitan no solo en cuestiones como el descanso sabático. También la percepción del enemigo exhibe un carácter absoluto que rebaja la indispensable flexibilidad.

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