Enlace Judío – La informática (responsable del desarrollo de las computadoras, de las redes de datos y los programas necesarios para manejar información de manera automática) va de salida como ciencia rectora de los saltos tecnológicos habidos en múltiples campos durante el último medio siglo; su lugar lo ocupará la Inteligencia Artificial (IA) que modificará la manera en que las sociedades están colectivamente organizadas para trabajar y para distribuir lo que se produce.

La IA podría generar grandes preocupaciones éticas si los cambios que impondrá se dejan al “libre” juego mercantil, en ausencia de políticas públicas que tengan propósitos sociales claros, habrá más desigualdades, desempleo tecnológico y otros inconvenientes, como el ya reconocido menoscabo del aprendizaje, el razonamiento y de la creatividad de la inteligencia humana. 

Solamente la Unión Europea está diseñando normas para tratar que el desarrollo de esta tecnología se rija por principios que pongan por delante la visión humana y la inteligencia racional y emocional de las personas; pero nada podrá lograrse sin el consenso de EUA, que está enfrascada en una guerra tecnológica con China que le impide acotar normativamente su propio desarrollo.

Aún si hubiera consenso mundial de normal la IA, se requiere más que un conjunto regulatorio para salvaguardar la visión humana ante los tremendos desafíos operativos y éticos de esta tecnología. Todavía no se pueden anticipar todos los modos en las que la IA transformará la vida de la gente, es una herramienta a la que se alimenta con datos para que tome decisiones, las cuales dependen de su “inteligencia” y de su capacidad al difundirse la IA entre las herramientas, para el manejo de datos, por ejemplo, bancarios, médicos o policiacos, la IA será la que resuelva sobre solicitudes de crédito, de tratamientos médicos o de identificación policiaca.

La IA no incluye valores éticos o morales. Tampoco la lógica mercantil, que el neoliberalismo ha liberado de toda consideración política y social, opera conforme a valores éticos o morales.

El consenso de Washington, que definió las reglas del juego para la economía mundial durante casi medio siglo, minimizó el papel del Estado (sociedad organizada) en la economía y presionó a favor de una agresiva agenda de libre mercado, desregulación, privatización y liberalización comercial; lo que llevó a exacerbar las desigualdades y la subordinación de los países del sur global a los del norte.

Aunque este modelo provocó un desastre social y económico y ambiental, aún no existe un modelo alterno de construcción.

No hay exageración al considerar que el mayor avance civilizatorio que puede lograrse en el siglo XXI es un nuevo contrato social internacional que esté acorde a los grandes desafíos contemporáneos al que se suma la utilización amplia de la IA


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