Enlace Judío – Hannah Arendt, filosofa alemana de origen judío, escribe quizá el más profundo análisis sobre las principales premisas de los dicatdores megalomanos y sus sistemas de gobierno titulado Los origenes del totalitarismo, un grueso volumen que ha sido el libro más difícil que me ha tocado leer en mi ya larga vida.

Las características de gobiernos totalitarios son analizadas y descritas desde múltiples disciplinas: históricas, filosóficas, económicas, sociales, psicológicas, legales, etcétera y Hannah Arendt evidencia que tiene conocimientos eruditos de cada una de ellas. Debido a ello resulta complicado seguir sus razonamientos, porque no concede concesiones para los que somos ignorantes en estas disciplinas. Sin la ayuda de Mr. Google, términos legales, latinismos jurídicos, pasajes históricos, germanismos o razonamientos filosóficos no se comprenderán fácilmente.

Para Arendt, el totalitarismo comienza con el imperialismo que desató la “rebatinga” por África desde finales del siglo XVIII. Describe la formación de las naciones Estado y el papel de los banqueros judíos para financiar la consolidación de monarquías, gobiernos y Estados pre capitalistas. Un hecho fundamental para entender la conspiración que se les atribuye de “conquista mundial” judeo-comunista-masónica.

Nadie mejor que ella para describir la cultura del pueblo judío: “La noción de que el estado de apátrida es primariamente un problema judío”. Una característica de los hebreos en Europa que los hizo apolíticos, debido a que no tenían patria propia, un factor que los convirtió en “los otros”.

Narra profundamente el caso Dreyfus y sus consecuencias para desatar el atisemitismo y revivir los pogromos en diversas partes de Europa.

Los orígenes del totalitarismo también tiene como fundamento el pensamiento racial y el racismo, subraya Hannah Arendt. Así como movimientos como el pangermanismo, un antecedente de los nazis. Esos movimientos “Pan” se extendieron a Francia y Rusia para después transformarse en movimientos totalitarios que impusieron los gobiernos más representativos del totalitarismo en Alemania y la Rusia Soviética.

La propaganda totalitaria afirma, Hannah, elimina el sentido común y con ella la realidad se vuelve relativa. Los hechos pasaran a segundo plano y el discurso propagandístico, simplista, nacionalista y con tintes religiosos, impone una “realidad alterna”.

En las dictaduras, así como los gobiernos tiránicos, la policía o los militares reprimen o encarcelan, a los ciudadanos disidentes, mientras que los gobiernos tiránicos son las masas dominadas seducidas por el poder son las que aplastan y eliminan a los que piensan diferente al régimen.

Los grandes caudillos iluminados tradicionalmente crecen y arriban al poder en medio de crisis, incertidumbre y zozobra social, resultados de profundas crisis económicas políticas y sociales, internas y externas.

El nazismo y el bolchevismo llegaron a los mismos resultados desde contextos históricos muy diferentes.

La ignorancia de Hitler y su fanática creencia en historias falsas (Los Protocolos de los Sabios de Sión) lo llevaron a cometer el mayor crimen de lesa humanidad, gracias a su propaganda contra el pueblo que conspiraba para controlar al mundo.

“La propaganda de masas descubrió que su audiencia estaba dispuesta al mismo tiempo a creer lo peor, por absurdo que fuera, y que no se resistía especialmente a ser engañada puesto que, por otra parte, sostenía que cualquier declaración era una mentira”.

“El Führer siempre tiene la razón”, así como Stalin. Y como la voluntad del Führer y de Stalin es la ley del partido, por consecuencia representa lo mejor para el pueblo.

En los países totalitarios los agentes de la policía secreta, así como los militares, constituyen la única clase abiertamente dominante.

“Simplemente por su capacidad de pensar, los seres humanos son sospechosos”, ya que pueden tener ideas diferentes a las impuestas por el estado totalitario, enfatiza Arendt en su libro.

El mayor éxito del estado totalitario es que destruye el alma, el sentido de humanidad entre los hombres. Por ello el mayor triunfo de los nazis y sus SS, que lograron que sus víctimas se dejaran llevar hasta la más mortal trampa sin protestar.

Los gobiernos dictatoriales, tiránicos o déspotas sus políticas se suscriben a conducir al Estado y a someter a los ciudadanos sólo en el orden legal y en el aspecto político. En cambio el estado totalitario se propone someter el alma de sus gobernados. Imponerles sus ideales de conducta, sobre el bien o el mal, y sobre lo que ellos señalan que es lo mejor para el pueblo. Y quien se oponga a su “verdad” debe ser eliminado, porque se opone al “legítimo interés superior del pueblo”.

Los gobiernos totalitarios, destaca Arendt, hacen posible lo imposible. Gracias a su propaganda que somete y funde a los hombres ante sus ideologías y principios, se pueden cometer los crímenes más atroces y eliminar a los disidentes porque representan un obstáculo a sus designios, que según ellos, simbolizan los más altos ideales para el pueblo, sea alemán o ruso.

Los resultados de ese sometimiento quedaron como la más amarga lección de la historia sobre lo que significa ser gobernados por estados totalitarios: millones de víctimas eliminadas masivamente en los campos de concentración de los nazis y en las purgas, “hoyos del olvido” y Gulags soviéticos.


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