Enlace Judío – Sagunto es una ciudad valenciana históricamente conocida como Murviedro (Morvedre en lengua valenciana). Tiene dos núcleos principales: el casco histórico en la falda del Castillo y del Teatro Romano, y el puerto del mismo nombre a menos de tres kilómetros del centro de la ciudad.

En la parte más antigua existe una judería, un antiguo barrio judío abandonado tras la Expulsión de 1492, aunque la presencia de judíos en la zona podría remontarse a los primeros siglos de la Era Común, tal como atestiguan unas inscripciones en placas de plomo del siglo I o II. Por el contrario, no hay huellas directas de esta presencia en los siglos siguientes hasta la reconquista cristiana de la ciudad en el siglo XIII, como parte de las campañas del rey Jaime I, que repuebla la zona con familias provenientes del reino de Aragón, incluido el Condado de Cataluña, gracias a los estímulos por donaciones de tierras y los privilegios otorgados por el rey.

Así, familias como los Vives colaboran en la repoblación y se asientan en la entonces llamada Murviedro,​ donde llegan a ser bastante importantes demográficamente como para constituir una aljama, una comunidad judía con una entidad administrativa propia, que les permitía desempeñar determinados cargos públicos sobre todo durante el citado reinado de Jaime I, aunque esta permisividad ya no fue tal en 1283 cuando el rey Pedro el Grande prohíbe a los judíos ejercer dichos cargos públicos. ​

Las actividades económicas de los judíos eran esencialmente urbanas, y la mayoría se ganaban la vida como artesanos o comerciantes. Fueron famosos los orfebres, especialmente los plateros, como atestigua que el judío Vidal Astori llegara a ser platero del rey en el siglo XIV.

Otros judíos de los que ha quedado prueba documental de su presencia en Sagunto con nombres concretos son cuatro familias que se instalan en la ciudad tras la reconquista: Muza, Abrafim Benefia, Jucef Abufach y Açach Avenrós, que no obstante se cree que ocuparon casas de judíos que habían emigrado al caer la ciudad en manos musulmanas. Estas familias contaban con privilegios reales y en los años posteriores llegarían otras familias alentadas por nuevas donaciones. Por ejemplo, está registrada una concesión real de 1273 por la que se cedían a Jucef Avinxaprut los baños de la villa, por los que debía abonar 200 sueldos al año.

En general, fue esta una época de bonanza para los judíos en la Corona de Aragón y también en
Sagunto. Eran vasallos del monarca y en casi todos los bailes, los funcionarios encargados de administrar los bienes de titularidad real, de la ciudad eran sefardíes. Se conservan aún los nombres de varios de ellos: Salamó Bahya, del clan zaragozano Alconstantini, Salamó de la Cavallería, el citado Jucef Abenxaprut o Samuel Abenvives.

La convivencia entre comunidades no siempre fue pacífica, y las tensiones fueron en aumento, sobre todo a finales del siglo XIV, cuando convergen dificultades económicas y la epidemia de  peste, lo que incrementó las tensiones sociales y el antisemitismo, a pesar de la política proteccionista que mantuvieron sucesivos monarcas hacia los judíos. Por ello, por razones de
seguridad, pero también para preservar su identidad, la aljama pidió en 1321 permiso para
construir un muro que los separase del resto de la ciudad, el cual fue concedido por el rey Jaime II.

En realidad, se trataba simplemente de cerrar los accesos al barrio, dejando solamente algunos pasajes abiertos. Hoy en día se conserva uno de estos accesos, el Portalet de la Judería o de la sangre. En 1348 los miembros del movimiento señorial de la Unión de Valencia asaltaron Sagunto y saquearon su judería. Poco después, en 1363, durante la guerra contra Castilla (también conocida como la Guerra de los Dos Pedros), el barrio judío de nuevo fue objeto de pillaje y destrucción.

Por el contrario, en 1366 la corona concedió nuevamente ciertos privilegios y los judíos saguntinos vuelven a la ciudad. Las tensiones alcanzarán su punto culminante en 1391, cuando en junio estalla una revuelta popular que asalta la mayoría de las juderías de la península ibérica. La de Valencia, la más importante del reino, es destruida completamente y su población forzada a convertirse al cristianismo. Sin embargo, la aljama de Murviedro constituye una excepción, ya que las autoridades municipales la protegieron, aunque sus vecinos tuvieron que buscar refugio en el cercano castillo.​ Se evitó así la destrucción de la judería, y gracias a ello hoy en día conserva el trazado original de sus callejuelas, y algún otro elemento visible. Al conservarse el barrio y ser destruidas otras aljamas, la morvedrina se convirtió en núcleo de atracción para otros judíos, y su afluencia desde otras  poblaciones del reino fue importante en los años posteriores.

Finalmente, el último y triste episodio de la judería de Sagunto es la expulsión: los sefardíes
abandonaron la ciudad a través del puerto, con rumbo a Nápoles y Pisa y acompañados por los
de otros del reino como Castellón y Játiva, y también por los aragoneses de Teruel, Ariza, Épila,
Daroca, Albarracín, Belchite y Huesca. La población judía era entonces de unas 700 almas, casi
un tercio del total de la ciudad, y la expulsión fue un golpe muy duro para la economía local, al
contrario de lo ocurrido en el resto del Reino de Valencia, donde el porcentaje de población
hebrea era muy bajo.

La judería

La judería se sitúa en lo que hoy es parte alta de la ciudad, junto al camino que conduce al Castillo, y limita con el Teatro Romano, siendo sus límites entonces las actuales calles del Teatro Romano por el oeste, de Mosén Gaspar Batalla por el norte, y la calle del Castillo por el este. En esta última se encuentra la puerta de entrada, el Portal de la Judería o Portal de la Sangre. Se trata de un arco de medio punto por el cual se accede al conjunto urbano. Después de 1391, con la llegada otras familias, el barrio se extenderá hacia el este, al otro lado de la calle del Castillo.

La topografía urbana actual conserva prácticamente el mismo trazado de época medieval, con sus callejuelas estrechas e irregulares, sus callejones sin salida y sus plazoletas. Todavía hoy se pueden apreciar algunos elementos que nos recuerdan la presencia judía, como la Torre de Defensa, que data probablemente de 1366, tras la Guerra de los dos Pedros, y se encuentra al inicio de la calle del Castillo. Siendo la única torre que hay en el interior de la ciudad, su razón de ser sería defender la judería por su extremo nordeste. Por otra parte, si bien ya ha desaparecido la sinagoga, se han encontrado restos bajo algunas viviendas de la calle Sangre Vieja. Se cree que fue construida sobre el podio del antiguo Templo de Diana, del que se conserva uno de sus muros. En una pequeña estancia abovedada situada al lado de la sinagoga a la que se puede acceder descendiendo una escalera de dos tramos, se adivina el mikvé (baño ritual) en el que aún se aprecia el caño por el que entraba el agua que llegaba desde una balsa adyacente que recogería las aguas pluviales.

Otras evidencias son la mezuzá (el estuche enclavado en la jamba de la puerta que contiene un pergamino con versículos de la Tora) y cuyo hueco destinado a alojarlo puede apreciarse en el marco derecho del pórtico de una casa de la calle del Castillo. Según algunos expertos, además, hay en la cercanía de la judería hasta tres zonas donde hubo cementerios judíos, en una franja de unas cuatro hectáreas situada detrás del Teatro Romano, a los pies de las murallas del castillo. Estos sería unos 60 hipogeos, excavados en la roca de la montaña, por otra una serie de enterramientos con sepulturas individuales, de forma trapezoidal y con orientación norte-sur, la cabeza hacia el sur, junto a cuyos cuerpos se han encontrado diversos objetos (brazaletes, pendientes) de oro y de plata.

Una de las principales edificaciones del centro histórico de la ciudad, justo frente a la entrada principal de la ciudad, es la casa de la aljama, conocida como Casa de los Berenguer porque estuvo unida a esta familia de la nobleza valenciana. Durante parte de la Edad Media esta casa fue la residencia del clavario de la aljama, el responsable económico de la comunidad.

El autor es director de Radio Sefarad

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