Enlace Judío – Superando personales instintos, me limitaré a formular solo algunas preguntas en torno a la presente realidad israelí.

Dejo al lector la posibilidad de ofrecerles alguna respuesta, o al menos juzgar que estos mis interrogantes cortejan el absurdo.

Y empiezo de inmediato:

  • ¿Neurosis o manías,  me interrogo, que indicarían alguna flaqueza personal o colectiva abruman hoy a celebrados personajes que encabezaron las fuerzas armadas de Israel en múltiples combates cuando en discursos recientes ante apretadas y múltiples masas exigen hoy la renuncia, o al menos una prudente reflexión, al actual primer ministro de este país?
  • Y sigo: ¿ofenden las masas que colman en estos días las calles del país al promotor de radicales reformas (aludo al parlamentario Simja Rothman) por ensamblar ideas que se le ocurrieron al nacer y formarse en algún lugar de Judea y Samaria que hasta aquí han ignorado la plena soberanía israelí?
  • ¿Quién y qué puede frenar la dilatada salida de capitales del país y la elevación precipitada del interés bancario cuando nadie en el presente gabinete revela alguna preocupación por el tema?
  • Y si la reforma de la pareja de los legisladores Levin-Rothman es aprobada, ¿adónde conducirá la extrema politización de los tribunales y de la Suprema Corte que ellos alientan? ¿Implica este viraje que solo los políticos, incluyendo amigos y familiares, designarán a los futuros jueces a cambio, a su parecer, de una equilibrada y justa sentencia?
  • Si la presente mayoría en la Knéset por fin resuelve, explícita o indirectamente, liberar del servicio militar a los miembros de las agrupaciones ortodoxas, ¿no pocos adolescentes israelíes preferirán con buen juicio abandonar el país y estudiar en prestigiosas universidades norteamericanas o bien insertarse en mercados extranjeros hoy modelados por los medios electrónicos en lugar de aceptar arriesgadas aventuras?
  • Y siguiendo el ejemplo de un primer ministro, ¿por qué no gozar un costoso fin de semana en París que otros habrán de pagar?
  • Por añadidura: ¿deben ser despedidos, o desterrados, algunos miembros de los actuales servicios israelíes de espionaje, amén de otros sujetos que han desempeñado arriesgadas tareas, considerando la severa crítica que hoy se permiten señalar al personaje que los nombró?
  • ¿Y debe el presupuesto nacional cubrir los costos tanto de la residencia oficial del actual primer ministro y de su familia como los que corresponden a su residencia personal, incluyendo la piscina, en Cesárea?
  • Y desde otro ángulo me pregunto: cuando la inflación y el interés bancario suben en este mi país rápidamente ¿podremos los endeudados ciudadanos pagarlos sin sacrificar el equilibrio y el descanso que merecemos?
  • ¿Y están en el error, o incurren en un solapado antisemitismo, líderes de Estados Unidos, América Latina, Inglaterra, Europa occidental y otros cuando hoy aconsejan al actual gobierno una mayor dosis de prudencia en no pocos temas?
  • Y en fin, ¿conocerán alguna amonestación o castigo quienes en el próximo Pésaj visitarán parientes o amigos hospitalizados por causa de obsequiarles alimentos o golosinas contrarios a las normas de Pésaj?
  • Y si ciudadanos judíos, musulmanes o libres pensadores no se ajustan lúcidamente a este decreto, ¿conocerán la expulsión o la cárcel?
  • Al recordar que siete multitudinarias manifestaciones sabáticas, además de las que tuvieron lugar hasta aquí dos veces en Jerusalén, han llegado en tres y caminos atestados, con alguna ingenuidad me permito preguntar: ¿por qué la actual ministra de Transporte, fanática amiga de los Netanyahu, no reduce aún más el número de trenes y vagones para impedirles el acceso? ¿O tal vez corregirá en días cercanos su errada conducta agregándoles algunos asientos adicionales?
  • Y en fin, ¿no conviene a Bibi y a sus cercanos ministros alentar algún dramático choque con un país no muy lejano, que hoy amenaza a Israel y a no pocos aliados, con el ánimo de diluir o eliminar los apremios que hoy le abruman?
  • Y confieso: fatigado por estas breves reflexiones cedo al lector la posibilidad y el pleno derecho para enhebrar adicionales preguntas si así gusta.
  • O bien, francamente rechazarlas por considerarlas un errado delirio.

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