Enlace Judío – Confieso: no me es grato esbozar reflexiones y comentarios en torno a lo que hoy sacude a amplios públicos en Israel a lectores ubicados en otras latitudes.

Piensan tal vez que mis temores son infundados, incluso cuando hijos y nietos insertos en las fuerzas militares del país ya no llegan el fin de semana a sus hogares.

Y cuando en paralelo a este inquietante escenario que anticipa una probable violencia interna y regional, la economía israelí se dolariza con rapidez.

Ocurre este último hecho ya sea para preservar un efectivo ingreso que facilitará el gasto cotidiano, ya sea para evitar la cancelación de previstos viajes al extranjero, o bien para asegurar la importación de artículos y servicios indispensables. En cualquier caso, adquirir esta moneda urge hoy en el país.

Y por añadidura, las banderas en los balcones, signos de protesta y descontento, se difunden. Circunstancias que multiplicarán, por octava vez, las públicas manifestaciones este fin de semana.

Mensajes que tal vez mi lector comprende. O tal vez no.

Sostengo y reitero en cualquier caso que la ausencia de un equilibrado liderazgo en Israel, o sus francas debilidades, acentúan hoy la colectiva inquietud.

Y en particular: las exigencias de la familia Netanyahu dirigidas a cubrir gastos personales, la indebida gravitación del hijo Yair en estas y otras actitudes, y la angustia que abruma al presidente Herzog al comprobar que sus advertencias apenas merecen oídos en la presente coalición gubernamental.

Un parcial conjunto de hechos que hoy dilata y extiende el público desasosiego en este mi país.

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