Enlace Judío – Soy muy aficionado al cine, pero no pretendo hablar hoy de cine, sino de sucesos políticos que son “de película”.

Me refiero a la telenovela Irán-OIEA, que – parodiando a la película – mucho mejor le quedaría el nombre del título: “Iranshima Mon Aour”.

Como toda telenovela, está hecha en capítulos que conforman tres temporadas, por ahora, muy definidas.

La primera temporada se resume de la siguiente forma: un país (Irán) gobernado, es una forma de decirlo, por un régimen teocrático sin escrúpulos, que permanentemente grita para que el mundo entero lo sepa, su intención de hacer desaparecer del mapa a Israel, y luchar contra el “gran Satán” Estados Unidos, para eliminar a la “decadente” cultura occidental. Se asemeja mucho a los dichos de Hitler que llevaron a la Segunda Guerra Mundial.

Es en esta temporada que la “desnorteada” posición de los países poderosos firma un convenio con Irán, sin saber que los gobernantes iraníes firmarán cualquier documento pero sabiendo que no cumplirán en absoluto lo pactado.

Aparece en capítulos de la primera temporada un organismo internacional, llamado OIEA, que deberá fiscalizar el cumplimiento de Irán de las cláusulas del convenio, y la acción de ambas partes nos hace recordar el cuento de Caperucita Roja. Por más que le decían (a Caperucita) que tenga cuidado con el Lobo, no hizo caso y atravesó el bosque hasta la casa de la Abuela.

Israel, en un episodio digno de llevarlo a la pantalla del cine, obtiene toda la información súper secreta de los iraníes, y el entonces primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu la lleva a las Naciones Unidas y les informa que Irán mintió y jamás cumplió lo pactado con la OIEA y el grupo USA-Los Cinco grandes.

Comienza aquí la segunda temporada de la telenovela. Donald Trump, como nuevo presidente de Estados Unidos corta con el pacto y con Irán, y establece castigos a ese país por incumplimiento.

Esta temporada es más breve. Irán continúa incumpliendo y teniendo buenas relaciones con los enemigos de Estados Unidos, logra mantenerse firme pese al cerco económico que Trump establece. Irán cierra sus puertas a las inspecciones de OIEA y elimina las cámaras que, inocencia infantil, se habían instalado para que OIEA vigilara el enriquecimiento de uranio en Irán. O mejor dicho, en los sitios que Irán les dijo que estaban enriqueciendo uranio, que no es lo mismo que la realidad.

La tercera y actual temporada es la más parecida a una película de Hitchcock. El malo de la película ya no aparece más (Donald Trump), los guionistas (los demócratas norteamericanos) lo usan para otra serie televisiva: “El Asalto al Capitolio”, cuya filmación está en curso. Aparecen otros personajes en su lugar más edulcorados, los demócratas, que se unen a los ya empalagosos “Quinteto Los Creyentes” (los cinco grandes que creen en las promesas de los ayatollahs iraníes). Son liderados por Joe el Dormilón, personaje extraído de la comedia de Woody Allen.

Aparece aquí “el muchachito”, el destinado a ser el héroe al final, Rafael. Pero no el Rafael español que se escuchaba por la radio. Este es argentino y no canta, sino que es un constante viajero que acostumbra inspeccionar el territorio iraní en los lugares que sabe que no encontrará uranio enriquecido, salvo error iraní, lugares que son indicados por el gobierno de Irán.

En esta parte de la trama-ficción aparecen mezcladas escenas reales: por un lado el primer ministro israelí declarando que Israel no permitirá que Irán se convierta en una potencia nuclear, porque sabe que lo primero que hará será eliminar a Israel con bombardeo atómico. Por otro lado aparece el director de OIEA que, después de encontrar en Irán restos de uranio enriquecido al 84%, declara que eso puede suceder como accidental en el proceso, y que está terminantemente prohibido por leyes internacionales bombardear instalaciones nucleares.

Los amantes del suspenso, que esta vez no es obra de Hitchcock, tienen ahora interrogantes flotando en el aire:

  • ¿Logrará Irán tener la bomba atómica?
  • ¿Podrá Israel impedirlo?
  • ¿Despertará el Dormilón?
  • ¿Los 5 Grandes serán como los firmantes del Tratado de Versalles, y como dijo Churchill perdieron la honra y tuvieron la guerra que creyeron evitar?
  • ¿Volverá la humanidad a la Edad de Piedra? Quedará alguien vivo?

El señor Rafael Gressi, en cuyas manos está informar la realidad a los gobernantes de las potencias mundiales, no puede usar su diplomacia en este caso. Los minutos corren y es la humanidad toda la que está en peligro de extinción violenta, porque ya sabemos cuán peligroso puede llegar a ser que gobernantes como los ayatollahs iraníes tengan en sus manos arsenal atómico. El señor Gressi sin demorar un solo día debe informar que para usos pacíficos el uranio no precisa estar al 60%, y que Irán ya tiene al 84%, lo que significa que tal vez en pocos días ya tenga bombas nucleares. También se sabe por qué los iraníes lo dijeron, tienen misiles que pueden transportar ojivas nucleares no solo a territorio israelí sino que pueden llegar a Europa y a Estados Unidos.

Y las grandes potencias no pueden depender de lo que haga Israel, o esperar a que Irán cumpla su promesa y elimine a Israel con un par de bombas atómicas. Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania y Gran Bretaña (Rusia no sabemos) tienen que decirle bien claro a los iraníes que en un plazo mínimo tiene que parar de enriquecer uranio y entregar todo lo ya enriquecido. Y si no lo hace que se atenga a las consecuencias, que serían acciones militares por parte de todos esos países, todos con arsenal nuclear. No precisan emplear sus armas, probablemente con solo amenazar seguramente será suficiente.

De no hacerlo, pasarán a la historia con los mismos calificativos que hoy pesan sobre Neville Chamberlain y Edouard Daladier, pero no quedará nadie para decirlos.

Termino con una frase del muy inteligente político británico, que no es santo de mi devoción pero que mucho se puede aprender de sus dichos y hechos, Sir Winston Churchill:

“Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él”.

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