Enlace Judío – En estos días se conmemora el 80 aniversario de la milagrosa salvación de 49,000 judíos búlgaros durante la Segunda Guerra Mundial, un hecho poco conocido que merece una recordación especial.

Parecería que el 10 de marzo de 1943 no pasó nada importante en la historia, sin embargo ese día se evitó una masacre. Justamente por lo que no ocurrió se recuerda esta fecha oficialmente en Bulgaria.

En el Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí, CIDICSEF, se realizó, en febrero, un encuentro sobre el tema, en el que participaron el destacado historiador Dr. Mario Sinay, de Israel, y el embajador de Bulgaria, Stoyan Miahylov. Consideramos que las conclusiones de esa jornada son valiosas para toda la sociedad.

La comunidad hebrea, en su mayoría sefardita, tenía varios siglos de integración a la sociedad de Bulgaria. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bulgaria se alió, en 1941, con los nazis. Estos recompensaron este acuerdo entregando los territorios de Tracia y Macedonia.

El parlamento, con mayoría nacionalista, dictó leyes antisemitas que limitaban los derechos y posesiones de los judíos. Por presión de los nazis, el pacifista rey Boris III se vio forzado a aceptar la deportación de los 11,323 judíos (no búlgaros) de los territorios ocupados de Tracia y Macedonia. Este avasallamiento enervó a toda la sociedad.

Se conoció, por una infidencia, que el 10 de marzo de 1943 sería la fecha de la deportación de los judíos búlgaros. La reacción de la sociedad civil fue inmediata. En el parlamento, 43 diputados solicitaron la anulación de la medida. Presionados, varios diputados se retractaron. Dimitar Peshev, vicepresidente del parlamento, no se retractó y debió renunciar.

Se comenta que Cirilo, el metropolitano de la iglesia ortodoxa de Plovdiv, se acostó sobre las vías del ferrocarril para evitar la deportación. El exarca Stefan I, de Sofía, refugió al Gran Rabino de Bulgaria en su casa.

Finalmente, los judíos búlgaros fueron trasladados al interior para realizar trabajos forzados, pero todos sobrevivieron.

Esta salvación es un ejemplo único, por su dimensión, en la historia de la Shoá, ya que la sociedad civil, las autoridades de la iglesia ortodoxa y una parte del gobierno se opusieron a las represalias del ejército nazi, el más poderoso de la época. En efecto, los órganos de la sociedad como las asociaciones de médicos, abogados, escritores y una parte del parlamento salieron en defensa de los judíos. Incluso hubo manifestaciones masivas a su favor, con el lema “Viva Bulgaria, patria de todos sus hijos”.

Algo similar, en menor escala, ocurrió en Dinamarca. En 1943 la acción conjunta de las organizaciones sociales y religiosas, la policía y los pescadores consiguieron salvar a más de 7,200 judíos, llevándolos por mar a la neutral Suecia, que recibió a los refugiados.

Otro caso muy significativo fue la recepción de centenares de refugiados judíos por parte de los musulmanes albaneses. El Museo Yad Vashem (Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá) señala: “Los albaneses competían por ayudar a los perseguidos”.

En los tres casos mencionados, la gente común y las organizaciones de la sociedad civil pudieron oponerse a la deportación de gente inocente. Estos hechos son una muestra más de que la fuerza mancomunada de la sociedad puede contra los autoritarismos.

Una reflexión final. Nos preguntamos por qué estas actitudes fueron solo la excepción. ¿Qué habría pasado si en otros países la sociedad civil y las iglesias se hubiesen opuesto firmemente a los nazis?

Los historiadores y pensadores nos deben una respuesta.

El autor es presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí

Fuente: Clarín

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