Tal vez algunos lectores recordarán que en días pasados aludí a un probable encuentro bélico no convencional entre Israel e Irán como un resultado de la áspera inestabilidad política y económica que hoy nos abruma.

Debo corregirme: la agresión israelí a Teherán se me antoja en estos días imparable.

Juzgo que Netanyahu no cuenta con otro recurso para sobrevivir políticamente en caso de éxito, y como figura histórica si la derrota nos destruye.

Tres factores, a mi ver, conducirían a este resultado.

Uno de ellos es la presente actitud de la Casa Blanca en contra de los Netanyahu. Ciertamente, mi lenguaje plural es inevitable cuando ya a nadie se le escapa el peso que Sara y el hijo mayor tienen en las decisiones de Bibi.

Para saberlo ya no es indispensable leer las biografías que ellos han merecido.

Al señalar a EE.UU. como principal auspiciador político y financiero de las doce masivas manifestaciones de protesta que han tenido lugar en el país, Yair irritó al presidente Biden y a amplios sectores de la comunidad judía norteamericana.

El resultado: Netanyahu ya no cuenta con fecha alguna, ni con acertadas razones, para volar a Washington. No es ni será por algún tiempo figura aceptable.

Más aún: si para agredir a Teherán o para atajar alguna agresión de su lado Israel se sostenía en la alianza y el apoyo de EE.UU., este requisito hoy se ha disuelto.

Resultado: Israel podría actuar con el único apoyo de sus propios recursos.

Y probablemente los tiene.

Quien ha seguido con algún cuidado la producción de armas no convencionales por parte de Israel, textos académicos míos ofrecen un modesto ejemplo, sabe que Shimon Peres dio el primer paso con este rumbo cuando cultivó excelentes relaciones con Francia hasta la llegada de De Gaulle.

Y quien recuerda el excelente libro de Avner Cohen de 1998 Israel y la Bomba, mal traducido deliberadamente al hebreo, sabe que la capacidad militar no convencional fue y es una constante preocupación de nuestro país.

Nos beneficia además la áspera división del mundo islámico entre Sunnitas y Shiitas, escisión cuyo origen y desenvolvimiento se conocen en múltiples fuentes, incluyendo al ineludible Google.

Circunstancias que explican no pocos entendimientos, explícitos y silenciosos, entre Israel y países vecinos, incluyendo a Arabia Saudita.

De aquí mi arriesgada hipótesis: no está lejos de las reflexiones de Bibi un encuentro bélico con Teherán para el cual el apoyo militar norteamericano sería hoy prescindible.

Esta posibilidad explica, amén de otros argumentos, la frialdad de los presentes nexos entre Jerusalén y Washington.

Y es aceptable pensar, por añadidura, que en las circunstancias que me atreveré a sugerir no se necesita que todos los soldados reservistas se movilicen como en el pasado para defender a nuestro país.

Es suficiente un recurso que Teherán se empeña en producir y está muy cerca de conseguir.

Y en estas circunstancias, el conflicto traería el triunfo o la derrota absolutos de algunas de las partes.

Si ocurre lo primero, Netanyahu e Israel ingresarían a una alta etapa personal y militar. Y si sufrimos lo segundo Bibi tendrá su lugar en la historia, pero nuestro país volará como un trágico sueño.

Y en fin, créame el lector: nunca antes quise ser un idiota comentarista que pretende ganar hueca e irresponsablemente su atención.

Le ruego permitirme mi hundimiento en estas fantasías. Tiene mi gratitud.

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