Se crea o no, la familia burgalesa de los Santa María –encabezada por Pablo Santamaría- decía descender de la misma tribu que la Virgen María, lo que a pesar de tanta genealogía ficcional, según cuenta Antonio Domínguez Ortiz en Los judeoconversos en España y América ( 1 ) lo que, contra toda expectativa “no libró a sus descendientes de incidentes enojosos cuando la cuestión de limpieza se convirtieron en obsesivas para ciertos sectores sociales”.

No ponerse en el candelero –era lo más prudente en la España cristiana, y, no menos, tiempo después en Portugal -para evitar ojos enemigos y lenguas maledicientes que perjudicaran a los Anusim o judíos forzados.

Los no encumbrados y los que ostentaban hidalguía cristiana, podían ser sospechosos de judaizar, de seguir la Ley de Moisés en lo oculto. Se cuenta que, cuando encendían velas o aceite de oliva en vísperas del Shabat o de alguna fiesta judía, cubrían el candelabro con un cazo, no lo vieran los vecinos, o la servidumbre no siempre fiel a sus patrones.

Asimismo, cambiaban la ropa de cama en honor al Shabat e incluso de camisa, como se solía decir. Por ejemplo, Alfonso de Cáceres, oriundo de Castelo de Vide en Portugal -donde un grupo importante de judíos españoles se asentaron tras la expulsión de 1492- cuando fue aprehendido e interrogado por el Tribunal Inquisitorial, comentó que – por insistencia de su mujer- en vísperas del sábado o cuando el Ayuno de Esther, se cambiaba de camisa, lo normal entre sus habitantes (2 ).

Artimañas en la preparación de los alimentos

Todo se hacía en lo oculto … Incluso, ya no en lo oculto, las amas de casa preparaban sus alimentos frente al vecino, llenando cazos y cazuelas de cerdo, animal prohibido, incluso por los musulmanes. A veces, en reuniones con cristianos viejos, los neófitos fingían algún malestar estomacal para rechazar de manera cortés el alimento prohibido, como aconteció con el humanista español Arias Montano.

Para los judeoconversos peninsulares –y luego para sus descendientes en otros lares conquistados y poblados, supuestamente por judíos de prosapia sin gota de sangre indigna– festejar, por ejemplo, Sukot o Fiesta de las Cabañuelas era asunto no fácil: salían a donde fuera, al campo, al mar o a manantiales- poniendo como pretexto la salud.

En Castelo de Vide –donde los judíos fueron obligados a convertirse al cristianismo o bien, a salir al exilio en el año de 1496– las amas de casa tenían que ingeniárselas para evitar alguna tragedia: prisión o muerte en la hoguera, entre otras lindezas.

Los nuevos cristianos tenían vedado viajar a las Indias, ser consejero real, oidor, secretario, alcalde… o cualquier otro cargo u oficio honroso. Incluso vestir de seda y recibir grados académicos en las principales universidades (3).

 

La manteca de cerdo, obviamente estaba prohibida entre los judíos. Así pues, para evitar sospechas, freían cebolla en aceite de oliva, sofrito al que agregaban toda clase de hierbas finas, artilugio que, al parecer, funcionaba.

En cuanto a la carne –específicamente al embutido, tan común y corriente en aquellos lares, en lugar de cerdo, empleaban cabrito…

Las mujeres –generación tras generación- eran las transmisoras de los rezos, siempre en lo oscuro y con temor y cada vez con menos exactitud, aunque con entrega.

Pésaj y los conversos

En cuanto a la Pascua, quedan resabios de la fiesta, influida por costumbres cristianas. De costumbre las casas se encalan, se limpian y preparan para el gran día, cuando en lugar de pan con levadura, se habría de consumir pan ácimo en recuerdo de la salida de los esclavos judíos de Egipto ( 4 ) .

Como está escrito en Números ( 9-1) : ”Los hijos de Israel celebrarán la Pascua a su debido tiempo. El catorce de este mes, entre dos luces, a su tiempo la celebraréis, conforme a todas las leyes y a todos los ritos que a ella se refieren” (…) ”La comerán con pan ázimo y hierbas amargas ( 9:11)

En Castelo de Vide hasta hoy día se hornea el llamado “Pastel de trigo”: es el pan tradicional; simboliza el pan sacrosanto del judío, horneado sin levadura ( que por ende no “levanta” ).

Siglos atrás, se horneaba en el horno comunal; se comía y compartía con la congregación, sobre todo, el primer día de la Pascua (5). Cabe agregar que en la fiesta pascual- en la que se ordena comer del pan sin levadura, la Mitzvá prescribía comer en trastos nuevos…” ( 6 )

Como en España, los judíos portugueses, cuando la expulsión se llevaron consigo su idioma, costumbres y tradiciones. Incluso se llevaron consigo la llave de sus hogares. Por ejemplo, Samuel Levi, quien en el siglo XVI se resguardó en tierras del turco. De cariño, su abuelo lo llamaba “Mi portugués”. Es lo que relata Esther Muzinek, Secretaria de la Congregación Lisboeta en el 2007 (7 ).

En cambio, Gil Vicente, poeta y dramaturgo portugués (1470-1556), quien nace cuando Lisboa ocupa un lugar preponderante en el mundo mediterráneo ( 8 ) escribió sobre el judío: “Tú judío, esfúmate en buena hora/ y lleva contigo tu eterna maldad” ( 9 ) .

No por casualidad, en el Lamento de María la Parda, metaforizó: “Martín Alho mi buen amigo/ Martín Alho amigo bueno/ traigo tan seco el ombligo/ como nariz de judío” ( 10 ) .

NOTAS:
1. p.163.
2. Beit ha Kneset, Guía de Castelo de Vide, Portugal, p. 3.
3. Ibid., p. 48.
4. Ibid., p. 13.
5. Ibid., p. 2
6. Berit ha Kneset . Guía de Castelo de Vide, Portugal, p. 6
7. Ibid., p.12
8. Ibid., p. 3.
Gil Vicente, Lamento de María la Parda, 1ª. ed. Versión libre y epílogo de Adolfo Castañón, México, ed. Aldús, 2 000, p. 61.
9. Gil Vicente, Beit ha Kneset, Guía de Castelo de Vide, p. 3.
10. Traducción libre de B.R.

Bibliografía
“Beit ha Kneset, Castelo de Vide”, Portugal, Cámara Municipal de Castelo de Vida, versión hebrea. Dominguez, Ortiz, Antonio, Los judeoconversos en España y América, 1ª. reimp., Madrid, 1978. La Santa Biblia, ediciones paulinas, México, 18ª. ed., 1974.