El martes por la noche, durante el festejo de Yom Haatzmaut en el Centro Israelita de Monterrey, me encontraba sentada observando el patio de las instalaciones iluminado mientras escuchaba la música interpretada por miembros de nuestra comunidad y de una joven invitada de la ciudad de México. Otros bailaban oras israelíes y todos comíamos, por supuesto, ¡falafel! 

Además, el colegio preparó la representación de la mesa en la que se encontraban los líderes judíos de esa época en el momento en el que se leyó el acta de Independencia. Un ambiente de camaradería, amistad y sobre todo de emoción. Emoción por estar allí y celebrar, por participar a la vez que disfrutar.

Esa noche de Yom Haatzmaut, al ver las mantas ilustradas que decoraban las paredes con el número 75, el pastel, los regalos para los asistentes y la bandera de México y de Israel enarboladas en las astas de nuestra escuela,  me trajeron a la memoria el recuerdo de un viaje que hicimos toda la familia en el 2007 a Lituania para conocer el sitio del cual salieron nuestros abuelos antes de la segunda guerra (así, con minúsculas, la palabra guerra no merece mayúsculas).

Y menciono esto porque en el vuelo de regreso hacia Tel Aviv nos acompañaba un maestro de la Universidad de Jerusalén que fue el encargado de guiarnos a través de la historia de los judíos en Lituania.

Por desgracia, no recuerdo su nombre, pero si la plática que sostuve con él en la que le pregunté que hubiera ocurrido con la fundación del Estado Judío, tal como Hertzl lo propuso, si no hubiese ocurrido el Holocausto.

Su respuesta fue contundente:

El Estado de Israel se hubiese fundado de todas maneras y la Golá habría sido un soporte y un caudal que aumentaría su fuerza. El mundo estaba listo para recibirlo, la organización de las comunidades en la Golá era un hecho, no había vuelta atrás.

Volteo al presente y percibo esas palabras en el ambiente que impera. Me doy cuenta que ese sentir hoy en día es relevante en mi vida, en la de mi familia y en la de todos los judíos del mundo. 

Nuestra congregación se inició en los años 20’s con un puñado de familias judías y otros jóvenes solteros que llegaron de Europa huyendo del galopante antisemitismo que se desataba en aquellas tierras. Esas pocas familias crearon en 1925 un Centro Social al que llamaron Hatikvah y diez años más tarde el Colegio, es decir, esta comunidad se formó ¡mucho antes de que se declarara el Estado de Israel, antes de que existiese el Estado Judío.

¡Cuánta razón había en las palabras del maestro! 

La historia continúa. Hoy mientras escribo estas líneas me pregunto cómo habrá sido la celebración el día que se proclamó La Independencia de nuestro Estado en esta ciudad. ¿Cuál habrá sido el festejo? y luego ¿cómo habrán vivido la zozobra de esta guerra que daba inicio en un país que aún no había dado su primer paso? 

Estas preguntas me motivan a buscar respuestas que tal vez alguien todavía tenga. Fotografías, actas, cuentos de los abuelos, no sé… historia.

Un 4 Iyar 5783 me encuentro en una celebración digna de ser mencionada en una comunidad que lucha por su presencia y concurre a las fechas y la los sucesos de importancia de esos pocos kilómetros de tierra a la que llamamos Israel.

Felicidades a los organizadores de este festejo, al Centro Israelita, a la Comunidad de Monterrey y a todos los concurrentes.

 

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