El conflicto palestino israelí ya tiene mucha antigüedad. De hecho, en la década de los 70, la tensión entre el estado de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina, más conocida como la OLP, atravesaba su momento más agresivo.

Los métodos de terrorismo que Yasser Arafat implementó no sólo aumentaron la hostilidad con el país judío, sino también con el gobierno jordano, pues era ahí donde la OLP estaba instalada y era Jordania el país que siempre resultaba afectado por las operaciones de la OLP llevadas a cabo en su territorio.
Debido a esto, en 1970, y después de que el Rey Hussein de Jordania cometiera una masacre contra los palestinos instalados en su país, la cual adquirió el nombre de “Septiembre Negro” la OLP se vio forzada a trasladarse a Líbano, de donde también saldría expulsada en 1982.
Años más tarde, en 1988, desde Argelia, en donde se encontraba el parlamento palestino en el exilio, Arafat proclamó la independencia del Estado de Palestina. Esta declaración fue reconocida por más de 70 países, aunque no por Israel ni por Estados Unidos. Lo más problemático de dicha declaración, es que Arafat nombró a Jerusalén como la capital de Palestina, una región que Israel considera su capital.
¿Cómo podría una ciudad ser la capital de dos países distintos? Con el paso del tiempo, Arafat participó en varios intentos de paz y negociaciones con el estado de Israel, especialmente durante los Acuerdos de Oslo en la década de 1990.
Con la ciudad de Washington como escenario y con Bill Clinton, entonces Presidente de los Estados Unidos como testigo, estos acuerdos dieron una nueva esperanza de paz.
Sin embargo, las tensiones y la violencia entre palestinos e israelíes continuaron, y los esfuerzos por alcanzar una solución de dos estados, nuevamente fracasaron.

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