En estos difíciles y decisivos momentos se acentúan las distancias entre la actual coalición gubernamental y amplios sectores de la sociedad israelí.

Desde el 7 de octubre último hasta estos días las fronteras del país conocen un filoso duelo militar cuyo resultado cambiará sustancialmente la fisonomía y la relación de fuerzas en el Medio Oriente.

Desde su sorpresivo inicio se conocieron una vez más el amor y la entrega al país por parte de amplios sectores de la ciudadanía israelí, y, en particular, la de particulares segmentos que hoy padecen la destrucción de sus hogares y el
obligado desplazamiento desde las fronteras a lugares algo más seguros.

Y en estas abrumadoras circunstancias no pocos jóvenes que se encontraban en múltiples lugares del mundo no dudaron en retornar al país con el fin de insertarse en las fuerzas defensivas y formar parte de la ágil movilización de
Tzahal.

Por añadidura, amplios sectores de la sociedad revelan hasta aquí ejemplar solidaridad sin considerar sus altos costos.

En estas circunstancias, familias que debieron abandonar sus hogares en las fronteras del país hoy encuentran modesto refugio en un estrecho cuarto de hotel o en algún kibutz. Bien comprenden las circunstancias que nos abruman.

En los últimos días las fuerzas militares avanzan en el norte de Gaza con el principal objetivo de rescatar a más de 200 israelíes y extranjeros brutalmente secuestrados en el trágico sábado de octubre.

Propósito que implica un alto costo humano pues ya se aproxima a 400 el número de soldados muertos en los combates y de momento es imposible saber la situación de los rehenes.

Conducta ejemplar que lamentablemente contrasta con las actitudes y pronunciamientos de los 39 ministros que componen la deshilada y costosa coalición que nos gobierna y tiene por líder a una figura cuyas debilidades ya
apunté en este marco en páginas anteriores.

No pocos de estos ministros apenas aceptan la responsabilidad por los escenarios que hoy nos abruman. Están lejos de atender y entender la inquietante situación de las familias obligadas a buscar refugio y apenas reconocen la altruista conducta de amplios sectores de la sociedad israelí.

En suma: el poder y los beneficios materiales que el puesto ministerial apareja modelan sus actitudes.

Sobresalen en este triste escenario el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, a cargo de la policía, y el de Finanzas, Bezalel Smotrich.

Ben Gvir no conoció en su juventud actividad militar alguna en tanto que Smotrich apenas sirvió algunos meses cuando frisaba los 27 años.

Smotrich ignora en estos días las exigencias de su cartera como ministro de Finanzas. Según los informes, incluso ordenó que no se tocara el presupuesto de los acuerdos de coalición y apenas se inclina a reorganizar los fondos públicos con el objeto de sostener a familias hoy abrumadas por la presente situación.

En contraste, prefiere conceder amplios fondos públicos a instituciones rabínicas y a los colonizadores de Judea y Samaria.

Decisiones que ignoran tanto la frágil situación de las familias que debieron abandonar sus hogares destruidos por los invasores como las urgentes necesidades de las fuerzas militares movilizadas en Gaza.

Pienso que Ben Gvir y Smotrich son políticos que serán debidamente juzgados cuando las presentes tensiones militares conozcan un positivo término.

Mientras tanto, la atención en este nuestro país y en las diásporas debe concentrarse en el rescate de los rehenes en Gaza y en la definición de un escenario en el Medio Oriente que asegurará una edificante y creativa convivencia.

Llegará el momento de penar a figuras gubernamentales apenas sensibles a las necesidades de una población castigada por el presente conflicto.


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