La guerra en Gaza ha sido muy larga. Israel se ha enfrentado a poderosos y numerosos enemigos desde su fundación. Pero nunca a un enemigo que se esconde en túneles, que mantiene rehenes, vivos y muertos, utiliza sus propios civiles como escudo y goza de la simpatía irrestricta de quienes profesan una también irrestricta antipatía por Israel, los judíos y sus pocos amigos. 

La guerra psicológica de Hamás contra Israel es eficiente. Los rehenes son un tema permanente en todos los estratos de la sociedad israelí, en todos los ambientes. El objetivo de deponer a Hamás colida con la intención de liberar a los rehenes. La derrota de Hamás pudiera significar la muerte de los rehenes, la imposibilidad de recuperar cuerpos sin vida. Entonces, se debe posponer la derrota si es que fuera viable. Los familiares de los secuestrados exigen, con razón y dolor, un acuerdo que permita la liberación de sus seres queridos. Cualquier otra opción significa la muerte de quienes llevan más de 120 días en manos de Hamás sin mayores pruebas de vida.

Hamás impone las condiciones de un eventual acuerdo. Mediante partes interpuestas: Catar, Egipto, americanos e israelíes. Se negocia con el terrorismo, se legitima este mecanismo. Con o sin remedio, se abre la puerta a futuras circunstancias en las cuales terroristas apaciguados y no disuadidos dicten las pautas de vida a personas, sociedades, países. Nada qué hacer. Los rehenes de Gaza no tienen tiempo. La mesa parece servida para próximas aventuras de terrorismo. No serán los judíos los únicos, sí los primeros.

Israel acepta una negociación que permita rescatar a sus secuestrados. El valor supremo que tiene la vida humana en la tradición judía y en el sentir de la ciudadanía israelí no deja muchas dudas, pero sí demasiadas amarguras. Los
enemigos de Israel saben que los rehenes son una pieza de cambio y negociación muy valiosa. No dudarán en explotar este rentable mecanismo. Israel también lo sabe y, a sabiendas, acude a esta negociación.

En el pasado, los canjes de prisioneros han sido desastrosos. A veces, como en el 2008, Israel entregó prisioneros vivos y confesos por cadáveres que entregó Hezbolá, cuando esperaban quizás personas vivas. Máxima crueldad.

La liberación de Gilad Shalit fue de un prisionero por mil. Este es quizás un parámetro cuantitativo para determinar cuanto más importa la vida a unos que a otros.

Los liberados en el canje por Gilad Shalit incluyen a Yahie Sinwar. Han sido planificadores y ejecutores de numerosos atentados en Israel. Atropellos, bombas, ametrallamientos, acuchillamientos. Cuando Israel libera a convictos confesos, está al corriente de las terribles consecuencias. Israel abarca en este sentido a todos: a su gobierno, a sus fuerzas armadas, a su ciudadanía y a los familiares de los canjeados en estas proporciones. La masacre del 7 de octubre cuenta entre sus perpetradores, en todos los escalones, con muchos de los liberados en el canje por Gilad Shalit.

Lo anterior es público. Lo saben todos. Los israelíes, los americanos, los europeos. Los negociadores, los familiares. Poco importa. Se sigue tratando con quienes promueven y auspician a Hamás, Hezbolá, Yihad Islámica, los hutíes y paremos de contar. Se le exige a Israel una compostura y una delicadeza abrumadora. Estados Unidos y Gran Bretaña se reservan el derecho de responder a un ataque que cobra las vidas de tres soldados americanos. A Israel, se le exige que otorgue ayuda humanitaria, agua, electricidad y medicinas a quienes han matado salvajemente y retienen en cruelmente a cientos de israelíes. La sangre judía es muy barata, inversamente proporcional al precio de un rehén judío o israelí. Extrañas leyes de un mercado de la muerte que se va oficializando a punta de tolerar a quienes auspician el terrorismo más incluso que a quienes lo ejecutan. Ambos son intolerables.

Todos deseamos la liberación de los rehenes. Es un deber humanitario. Y todos en Israel saben el precio a pagar hoy, y el precio a pagar en un futuro. Los que resulten puestos en libertad de las cárceles israelíes, volverán a sus andadas como héroes. Planificarán y ejecutarán atentados que cobren la vida de civiles y militares, inocentes que tendrán la mala suerte, Di-s libre, de encontrar la muerte a manos de despiadados asesinos defensores de una causa que nadie logra entender, mucho menos enfrentar.

El canje de rehenes por prisioneros es para Israel un cambio de víctimas. Víctimas de un secuestro de quienes conocemos su identidad, por unas víctimas de un futuro de quienes no sabemos aún su identidad.

Canje de víctimas. Víctima conocida por víctima desconocida a futuro. Di-s no permita que sea así.


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