Una pregunta que hoy brota en todos los rincones del país e inquieta, en particular, a figuras como Gantz y  Eisenkot que de momento no aciertan a decidir si y cuando abandonarán la presente coalición jefaturada por Bibi.

Netanyahu se comporta en estos días como un político afiebrado en plena campaña electoral y apenas da señales de gratitud a quienes a pesar de su torpe conducta no han dejado de ayudarle.

Y entre ellos sobresale la figura del mandatario norteamericano. Como bien se sabe, desde su temprana juventud Biden reveló fuerte adhesión a la causa sionista, y desde el trágico siete de octubre no ha cesado su apoyo personal y oficial a Israel a pesar de sus filosas diferencias con Netanyahu.

Hasta aquí Bibi no ha atinado a apreciar este decisivo apoyo. Y creo que su genuina actitud respecto a Biden y a la Casa Blanca se pondrá de manifiesto al iniciarse el pugilato electoral en los Estados Unidos.

Si Trump acierta a a convertirse en su rival opino que Netanyahu no dudará en revelarle apoyo a pesar de los múltiples esfuerzos, personales, políticos y militares, que el presente mandatario norteamericano ha ofrecido a Israel desde el trágico siete de octubre.

Actitud que resultará inaceptable para figuras como Gantz y Eisenkot, incluso para el presidente Yitzhak Herzog, personajes que bien aprecian el firme empeño de Biden en favor del país.

En estas circunstancias el empeño de Bibi dirigido a lograr una “victoria absoluta” contra Hamás plantea preguntas respecto a si en verdad desea la liberación de los rehenes o más bien prefiere, a cualquier costo, la total eliminación de Hamás y el adelanto de la colonización judía en Gaza.

De momento Netanyahu apenas revela sus verdaderas intenciones, aunque bien sabe que la estabilidad de su gobierno depende de agrupaciones que ya han voceado la intención de judaizar a Gaza y evitar la creación de un Estado palestino.

En estas circunstancias líderes como Gantz, Lapid, Eisenkot y otros deben movilizarse con el propósito de convocar a un amplio certamen electoral que probablemente pondría frenos a las intenciones de Netanyahu y a
líderes de un fundamentalismo nacional-religioso que, si se concreta, pondrá fin a la democracia israelí y a una bien tolerada convivencia en el Medio Oriente.


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